"¿De verdad viniste hasta acá solo para decirme que te acostaste con otra mujer y la embarazaste?" "¿Qué?" Travis se sorprende, con su voz haciendo eco por la sorpresa que sentía mientras miraba a Kian y a mí. La típica expresión vacía de Kian permanece intacta, como si no le afectaran mis palabras ni el dolor que siento. "No hablemos de esto aquí, Leslie. Sabes que no puedo dejarla así sin más." Me burlo de él. "Yo no te dije que vinieras. ¿Sabes qué? Nunca debiste venir aquí. Deberías haberte quedado con ella, ya que ahora la prefieres a ella y yo ya no formo parte de tu vida." Kian frunce el ceño, acercándose e intimidándome un poco con su altura y complexión musculosa. "¿Qué significa eso? Eres mi esposa." "Ya no soy tu esposa," le digo sin pensarlo. No había planeado nada de esto, pero no me importaba, porque pienso abiertamente que esto es lo mejor para mí. "Quiero el divorcio, Kian." Sus ojos se abren de par en par, incapaz de contener la sorpresa ante mis palabras, y me siento orgullosa de finalmente haber conseguido al menos una reacción su parte, cambiándole su expresión fría. "Tanto los papeles del divorcio como mi renuncia te llegarán pronto." Agrego antes de que pueda recuperarse de su sorpresa, y sin esperar su respuesta, me dirijo a Travis, que seguía atónito. "Llévame a casa, Travis."
Leer másSobreviví.SOPHIE—Sophie —la voz de Sebastián sonaba arrogante. Estaba orgulloso de lo que había hecho y probablemente pensaba que había ganado—. ¿Estás lista para hablar ahora?Me mantuve en silencio. La cerradura giró y la puerta se abrió con un chirrido, la luz se derramó dentro y ahí estaba él, recortado en el marco del armario. Sin pensarlo dos veces, me lancé contra él, le golpeé la cara con la percha usando cada gota de furia que me quedaba. Él rugió, tambaleándose hacia atrás.Era mi oportunidad para escapar, y eso hice, corrí. Mis pies golpeaban el suelo, mis brazos se balanceaban y mi corazón latía en mi garganta. La puerta principal estaba a la vista, estaba tan cerca, tan malditamente cerca.Entonces, una mano agarró mi tobillo y tiró con tanta fuerza que ambos caímos, estrellándonos contra el suelo.—¡PERRA! —gritó.Pateé, arañé y golpeé con mis puños donde pude alcanzar.—¡Pedazo de mierda asqueroso! —grité—. ¡Suéltame!Sus ojos estaban rojos de rabia y también de sangr
Muerte poética. SOPHIEGrité hasta que mi garganta pareció arder en llamas, mis puños golpeaban la puerta y mis uñas arañaban la madera.—¡Déjame salir!No hubo respuesta, solo el eco apagado de mi voz rebotando hacia mí como si se burlara. Él se había ido, así que estaba sola y atrapada. La oscuridad era espesa, como alquitrán. No podía ver nada, ni siquiera un resquicio de luz bajo la puerta, ni mis propias manos frente a mí.Mi espalda estaba presionada contra la pared, fría, húmeda y demasiado cerca. Encogí mis rodillas contra mi pecho como si todavía fuera aquella niña pequeña, metida allí por una mujer sin alma.Como un reloj, comenzó. Esa cosa que sucedía cada vez que me encontraba en un espacio cerrado, ese pánico que arañaba mi garganta y arrancaba el aliento directamente de mis pulmones.Esa vez fue aún peor, quizás por lo familiar que resultaba la situación. Ahora podía escuchar sonidos. Sonidos que en el fondo, sabía que eran producto de mi imaginación, pero que no podía d
Fantasmas del armario.SEBASTIAN Estaba prácticamente desnuda.Sus piernas cubiertas con esos shorts que apenas podían considerarse tela. Su camiseta de tirantes era demasiado delgada, pegándose a su cuerpo bajo el tenue resplandor azulado del televisor. Yacía acurrucada en el sofá como una niña, respirando de forma acompasada, completamente ajena al peligro que se había colado en su hogar.La observé, pero no como debía verla un hermano, nunca como debería mirarla un hermano. Es que tampoco crecí pensando en ella como mi hermana, mi madre se aseguró de eso desde el momento en que Sophie llegó a nuestra familia. En cada oportunidad, me recordaba que aunque compartiéramos sangre, ella no era mi hermana.Siempre usé eso para limpiarme de la culpa que venía con el tipo de pensamientos que tenía cuando estaba cerca de Sophie. ¿Quería que desapareciera, que se apartara de mi camino? Sí.¿La odiaba? Sí. Pero había pensamientos, peores, enfermos, que sin importar cuánto la detestara, siempre
Historia de Redención de Papá.SEBASTIAN Habían pasado diez días desde que el viejo estiró la pata, cinco desde que lo metieron bajo tierra. ¿Y qué tenía yo para mostrar? Absolutamente nada. Ni una maldita cosa; sin cierre, ni respuestas, ni la parte de la vida que me correspondía. Estaba sentado frente a mi amigo Jake en un bar que apestaba a cerveza rancia y arrepentimiento. La iluminación era tan tenue que ni siquiera verías tu propia mano si la estirabas.Era el lugar perfecto para que un hombre derrotado y frustrado se lamentara sin ser notado. Bebía lentamente, algo dentro de mí ardía igual que había estado ardiendo desde el funeral, quizás diez veces más intenso.No podía olvidar que me quedé parado en ese funeral como un maniquí con traje alquilado y la mandíbula tensa, mientras todos lloraban o susurraban que se veía en paz. Quería escupirles. ¿En paz? Una mierda.El viejo desalmado había dejado este mundo sin darme lo que merecía, me había dado esperanza toda mi vida solo pa
Te perdono. SOPHIENo recé.No porque no creyera en las oraciones, sino porque no sabía qué pedir. ¿Que viviera? ¿Llegar a tiempo? ¿Que no doliera tanto? Todo parecía inútil.El viaje en coche fue borroso. Las lágrimas que pensé haber agotado en casa, apenas habían rozado la superficie, ahora se aferraban a mi garganta como palabras no dichas, amenazando con surgir nuevamente.Elaine estaba sentada a mi lado en el asiento trasero del taxi, sus manos fuertemente entrelazadas con las mías. Me lanzaba miradas de reojo, pero no decía nada. Yo agradecía ese silencio y la seguridad que me transmitía con su mano, agradecía no estar sola.Miraba por la ventana, viendo pasar las luces de la ciudad como segundos que no podía recuperar. Cada semáforo en rojo parecía una traición, cada giro, demasiado lento. El tiempo no avanzaba con nosotras, sino que iba en nuestra contra.Para cuando llegamos al hospital, mis manos temblaban. No recuerdo haber entrado caminando, solo recuerdo correr.Correr co
Su último aliento.SOPHIEEl dolor no grita, no se estrella contra ti como una ola, sino que se desliza lentamente, suave como un susurro, hasta que te estás ahogando sin siquiera notar que la marea ha subido.Está en la forma en que tu pecho se oprime durante un viaje silencioso en coche, en la manera en que el mundo se desdibuja y no puedes distinguir a las personas de los edificios.Está en cómo asientes ante la pregunta de alguien y luego olvidas qué te preguntaron, está en el silencio que se asienta como polvo cuando todo ha sido dicho y hecho.Ese fue el silencio en el que me sumergí después de que Travis me dejó en casa.No volteé a mirarlo, no podía. No solo me había consumido el dolor, sino también la vergüenza. Vergüenza por la forma en que terminé en su cama nuevamente ante la más mínima dificultad, había sido tan patética que incluso pronunció aquellas tres palabras que no sentía, solo para consolarme.Busqué consuelo en él, pero solo duró una noche. Ahora, no tenía nada má
Último capítulo