Cloe siempre ha sido una chica alegre y de buenos principios, criada por su abuela, quien la ha cuidado toda su vida. Sin embargo, hay una condición para que Cloe herede la fortuna familiar: debe casarse. Aunque tiene novio, su abuela sospecha que él no es el indicado y le propone algo inesperado: tener tres citas a ciegas antes de tomar una decisión. Cloe, confiada en su relación, rechaza la idea y decide pedirle matrimonio a su novio. Pero lo que jamás imaginó fue escuchar las frías palabras que destrozarían sus ilusiones: —Quiero a Cloe, pero no me veo casándome con ella o viviendo un futuro a su lado. Mientras Cloe lidia con esta devastadora verdad, su destino toma un giro inesperado. Ethan Chandra, el Alfa Supremo, quien ha perdido a su primera luna, ha puesto los ojos en ella. Él, obligado por las circunstancias, ha decidido reclamarla como su segunda luna, y hará lo que sea necesario para conquistarla, aunque Cloe no tiene idea de que existen los hombres lobo. ¿Podrá una simple humana controlar a un lobo oscuro? ¿O se verá consumida por los secretos y peligros que acechan en su nuevo mundo?
Leer másGregor frunció el ceño.—¿Te duele? ¿Mucho? Vamos a tomar aire, amor —dijo, ayudándola a levantarse.Caminaron abrazados por el estacionamiento iluminado, y Gregor la rodeaba como si pudiera protegerla de cualquier dolor con sus brazos.—Inhala, exhala, amor… repite conmigo… —le decía mientras él mismo era quien hiperventilaba.—¡Eres tú el que necesita respirar, no yo! —rió Elyria a carcajadas, abrazándolo con cariño—. Estoy bien, tontito… solo necesito recostarme un poco. Vámonos a casa.Pero apenas subió a la camioneta, un sonido húmedo la interrumpió. Elyria se quedó inmóvil.—¡Gregor… rom… rompí fuente! ¡Estoy teniendo contracciones! ¡Ahhhh!—¡¿QUÉ?! —Gregor casi se cae de la silla del conductor—. ¡¡¿CÓMO QUE AHORA?! ¡¡¡NO TENEMOS SANADORES!!!Ethan salió corriendo como si tuviera veinte años menos. Cloe gritaba instrucciones mientras Thalia entraba en modo general militar. Nadie sabía qué hacer.—¡Al hospital! ¡Al hospital humano! ¡YA! —gritó Ethan.—¡¿Un hospital humano?! ¡Va
Cinco meses después. Lo que antes era un páramo seco, bajo el dominio infame de Ronald, comenzaba ahora a transformarse en un oasis. Elyria y Gregor, en un acto de ingenio conjunto, trazaron un plan maestro y construyeron un canal de riego que devolvió el aliento a la tierra. El agua fluía con vida, como si celebrara su libertad, y en cada surco nacían árboles fuertes, plantas exuberantes y flores que pintaban de esperanza el terreno. El gris de antaño se rendía, lentamente, ante el verde vibrante de un nuevo comienzo.El alfa supremo, Ethan, sorprendió a todos al comprar una vasta extensión de tierra al gobierno escocés, siendo este un territorio tan majestuoso como salvaje, y lo entregó a Elyria. No como un regalo de padre, sino como un reconocimiento de igual a igual. Aquel acto no respondía al amor familiar, sino al respeto profundo por la loba que ella se había convertido. Porque aunque Elyria era la luna de Gregor, su compañera destinada, también era un alfa por derecho prop
Pero su expresión cambió apenas un segundo después, cuando sus ojos barrieron el campo y solo notó que allí estaban los lobos de su manada, rodeando el espacio con respeto. Algunos en su forma humana, y otros aun conservando sus cuerpos animales, todos reflejando una devoción pura hacia su Luna. Sin embargo, el ochenta por ciento de la manada de Ronald no estaba allí. Elyria aspiró hondo, intentando disimular la punzada de decepción.En el centro del claro, una fogata de llamas doradas ardía imponente, viva, etérea. Su fuego no era común: estaba alimentado por la energía sagrada de la diosa de la luz y la creación. Elyria se detuvo frente a la hoguera. El fulgor de las llamas la envolvió, y su silueta se dibujó entre luces y sombras, como si fuera una aparición celestial. Cerró los ojos y alzó las manos, repitiendo el gesto que su madre le había enseñado. En un parpadeo, el vestido que llevaba se deshizo en hilos de luz, envolviéndola en una vestidura luminosa, como un reflejo de
La larga cola del vestido azul cielo de Elyria se deslizaba como un río de seda sobre el suelo empedrado, arrastrando tras de sí una estela de encanto y solemnidad. Los adornos plateados entrelazados en su cabello centelleaban bajo la tenue luz, como si las estrellas hubieran descendido a honrarla. Tomada de la mano de su madre, Cloe, y de su hermana Thalia, Elyria descendió con elegancia de la camioneta que las había llevado hasta el salón de eventos, ubicado en el corazón mismo de la manada que alguna vez la había rechazado.—Hermana… esta noche parece sacada de un cuento —susurró Thalia con voz temblorosa, maravillada por el sendero adornado con luces doradas que conducía a la entrada del salón. La atmósfera era mágica, como si el bosque entero hubiese retenido el aliento para presenciar ese instante.Elyria sonrió con ojos brillantes y mejillas suavemente sonrojadas. Una emoción cálida le trepaba por el pecho, más profunda que la vanidad o la nostalgia. —Querías vivir una hist
Al sentir el desgarrador vacío que deja la desconexión con su alfa, los lobos —niños, adolescentes, mujeres y ancianos— comenzaron a salir de sus casas, desorientados y con el instinto roto. Poco a poco, se fueron acercando, formando un círculo alrededor de Elyria y Gregor. Incluso los guerreros que ella había herido, pero no matado, se arrastraban con dificultad hacia ellos. Elyria no deseaba más sangre de la necesaria. Su objetivo siempre había sido claro: Ronald y Mairen. Nadie más le importaba. Nadie más merecía su furia.—¡Ganamos! —exclamó Elyria, sin poder ocultar la alegría que hervía en su pecho. Lo había prometido y lo había cumplido. El poder dentro de ella no la había fallado, y Gregor seguía a su lado, entero, firme, con la mirada más viva que nunca.—Así es, mi luna. Ganamos. Al fin podré dedicarme a cuidar de mi gente, sin que alguien sabotee cada paso ni planee herirme a través de los que amo.Gregor la rodeó por la cintura, fuerte y cálido, y con una mano le acarici
Pero para Ragnar, no era suficiente; con los ojos encendidos por la furia, no se detuvo. Abrió sus fauces y mordió el cuello del enemigo con una fuerza que le hizo crujir los huesos. La lucha terminó cuando, en un acto brutal y final, le arrancó la cabeza. La sangre salpicó la tierra y Ragnar, temblando de ira, la dejó caer como un trofeo.Alzó la cabeza al cielo y soltó un aullido que retumbó en todo el territorio.Mairen, que había presenciado todo con los ojos abiertos por el pánico, intentó huir a trompicones, pero Elyria alzó una mano con un gesto seco.—¿A dónde crees que vas, basura? —murmuró con una sonrisa cruel.Una ráfaga de poder divino la envolvió y la lanzó como muñeca de trapo contra el suelo y las estructuras cercanas. Mairen gritó, rebotando entre columnas, paredes y restos de piedra, como si fuera una simple pelota de béisbol. Escupía sangre, y su cuerpo era sacudido una y otra vez mientras Elyria avanzaba, implacable.Desde su interior, Emy, la loba de Elyria, rug
Cuando menos se lo esperaban, dos guerreros al servicio de Ronald salieron de sus escondites como espectros hambrientos de sangre. Se lanzaron sobre Gregor con la precisión de asesinos entrenados, con espadas de plata listas para clavarlas en su espalda. El tiempo pareció detenerse.Pero Elyria, sin volverse siquiera, levantó una sola mano. Mairen y Ronald apenas alcanzaron a seguir su movimiento cuando una ráfaga cegadora de poder divino descendió del cielo como una lanza hecha de furia celestial.Antes de que las espadas de plata pudieran siquiera rozar la piel de Gregor, los dos guerreros se desplomaron al suelo como marionetas con los hilos cortados. Sus cuerpos comenzaron a convulsionar levemente, como si un peso invisible y colosal los aplastara contra la tierra. Intentaron moverse, pero fue inútil. Algo los sujetaba. Algo superior, e inquebrantable.Sus músculos se tensaron, sus venas comenzaron a marcarse como si ardieran por dentro. Un grito ahogado brotó de uno de ellos,
Gregor la miró mientras se vestía de negro, prenda por prenda, sin pudor ni pausa. Era su guerrera, su loba, su luna... y verla así, decidida, le encendía algo más profundo que el deseo. Se incorporó sin dejar de reír y se puso la ropa que ella le iba extendiendo con gesto firme.La noche envolvía la manada de Ronald con un silencio tenso, interrumpido solo por el crujido de ramas bajo las botas de Elyria y Gregor. Ellos estaban solos, tal como Elyria había previsto. No necesitaban más.Dos lobos que custodiaban la entrada, no tuvieron tiempo de comprender lo que ocurría. Ya que con un movimiento de su mano, Elyria desató una ráfaga de energía tan feroz que los arrojó varios metros atrás. Sin emitir un aullido, cayeron inconscientes. Gregor ni siquiera tuvo que intervenir.—¿Eso fue… todo? —preguntó él, atónito.Elyria no respondió. Ya estaba frente a la barrera mágica, esa que tantos consideraban impenetrable. Levantó la palma, la energía tembló como agua al contacto de su poder
Ambos estallaron en una carcajada sincera, como si el pasado reciente entre ellos fuera ya una anécdota lejana. A pesar de todo, tenían buena química. Se entendían. De hombre a hombre. De alfa a alfa. De suegro a yerno.—¿Estás seguro de que no quieres ayuda con Ronald? —insistió Ethan.Gregor negó lentamente, mirando a Elyria dentro de la cúpula. Recordaba la conversación que había tenido con ella. “Vamos a hacer algo épico”, le había prometido.—No será una guerra —dijo en voz baja—. Mi luna quiere dar una lección… no una masacre. Quiere que sirva de ejemplo. Que los demás alfas entiendan que no pueden seguir usando su poder militar como excusa para someter a otros alfas más vulnerables.Ethan se quedó en silencio un segundo.Una sonrisa distinta, más honda, le apareció en los labios. El pecho se le llenó de un calor sereno. Era como ver florecer una semilla que él mismo había cuidado durante años… solo que esa semilla ahora tenía el rostro de su hija y el fuego de una semidiosa.—