La Rosa y el Imperio

La Rosa y el Imperio ES

Romance
Última actualización: 2025-06-10
Jakelin Amaya   Recién actualizado
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10
2 Reseñas
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Resumen
Índice

Livia Moretti es conocida como la rosa de la mafia italiana; con su belleza cautivaba a cualquiera que la mirase. Educada para un solo propósito: ser moneda de cambio en un mundo donde gobiernan la sangre y las alianzas. Su destino se sella cuando su padre la compromete con Darío Valenti, uno de los capos más temidos del país. Un hombre cuya reputación está manchada por la muerte de sus tres anteriores esposas. Mujeres que, como Livia, intentaron escapar de un infierno disfrazado de matrimonio. Pero Livia se niega a vivir sometida y aterrorizada. En la noche de su compromiso, toma una decisión desesperada: huir. Herida, cubierta de barro y con el corazón en llamas, cruza la frontera del clan enemigo, un territorio tan peligroso como el que deja atrás. "Vivo o muero, pero no como una cobarde." Lo que Livia no sabe es que su acto de rebeldía desatará una guerra entre clanes, poniendo en juego no solo su vida, sino el equilibrio del imperio mafioso más poderoso de Italia.

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Capítulo 1

Prólogo

Lauria, Basilicata, Italia.

Livia Moretti

"Corre, corre, no te detengas" —me repetía mientras me adentraba en el bosque. Mis pies descalzos ardían con los pequeños trozos de ramas que se les clavaban. Sentía cómo la sangre brotaba y el escozor me arrancaba siseos involuntarios. Pero no podía detenerme. Si me atrapaban, estaba muerta. O incluso peor.

Mi pecho subía y bajaba con demasiada prisa; cada vez me costaba más respirar. El cuerpo me pedía detenerme, pero el miedo me empujaba a seguir. No podía detenerme. No. Si mi padre me atrapaba, habría deseado tirarme al acantilado y morir desangrada antes que vivir el destino que habían preparado para mí.

Mis ojos ardían a causa de las lágrimas que salían sin parar. Me negaba a aceptar el futuro que ellos habían planeado para mí. No. No era un objeto que pudieran utilizar a su conveniencia.

Podía escuchar los ladridos de los perros. Estaban cerca. Muy cerca. Tal vez escapar a plena luz del día no había sido la mejor de las ideas, pero en cuanto escuché que tendría que casarme con Darío Valenti, el Capo de la Sacra Corona Unita, temí por mi vida. Porque era mejor morir descuartizada por esos malditos perros que caer en las manos de ese monstruo.

Un disparo me hizo gritar de dolor. La punzada se sintió en mi hombro derecho, lanzándome al suelo. Mi cabeza se hundió en la tierra y el mundo se tambaleó por un momento. Y no fue por la herida. El llanto que solté no fue por eso, sino por el infierno que me aguardaba. Deseé tanto no ser tan débil, tan frágil. Me odié por ello. Un grito desgarrador salió de mí cuando me alzaron con brusquedad y gritaron: "¡La tenemos!". Sabía lo que me esperaba. Pataleé con fuerza, grité, arañé para que me soltaran, pero fue inútil.

—¡Por favor! —rogaba—. ¡Déjenme ir! ¡Por favor!

Pero no fui escuchada. Una mujer no tenía voz en aquel lugar. Debía obedecer siempre, no importaba que fuera la hija del Capo; era igual de ignorada que todas.

—Ahí estás, pequeña. Nos has dado mucho trabajo. Mírate cómo has quedado, terriblemente asquerosa —la voz de mi padre me provocó náuseas y escalofríos—. Llévenla a su habitación y cúrenla.

—Sí, señor.

—Ah. No utilicen anestesia —casi podía verle la sonrisa torcida—. Ese será su castigo por lo que ha hecho.

—Va a desmayarse, señor. No lo soportará —intervino la voz de Salvatore.

—No morirá. Hagan lo que les ordené.

Ojalá muriera. Ojalá lo hiciera y frustrara sus planes de adquirir más poder. De joder esa alianza que ansiaba con tanto desespero.

Me llevaron a la habitación donde me curaron sin ningún cuidado. Tenía la mirada empañada, apenas podía distinguir a las personas que se movían delante de mí. Los escalofríos me hacían tiritar. Mi garganta ardía por tanto gritar, mi cabeza punzaba y mi corazón parecía estar quemándose de angustia, de total desesperación y agonía. Quería morir. Deseaba morir en aquel instante. En su lugar, perdí la consciencia. La misma agonía me la devolvía y me la arrebataba una y otra vez.

—Todos fuera —ordenó la imponente voz de mi hermano—. ¡Ahora!

El Sotto Capo se plantó frente a mí, mirándome con ira desmedida. Era la viva imagen de mi padre: igual de despiadado y letal, incapaz de sentir empatía. Incapaz de sentir nada.

—¿Sabes qué les pasa a los traidores, Livia? —su voz era baja pero afilada—. A los traidores como tú.

—Mátame, anda. Si tienes los putos cojones, mátame. Soy una traidora, después de todo.

—Pero tú no eres cualquiera, ¿no es así, Livia? —se paseó por la habitación—. Eres una Moretti. O eres leal por las buenas, o tendremos que enseñarte a serlo.

—Vete al puto infierno.

No sabía de dónde sacaba el valor para hablarle de aquella manera. Tal vez era la adrenalina que aún corría por mi cuerpo o el dolor que me hacía perder el control de la lengua.

—De allá soy —rió, acercándose de nuevo. Con brusquedad me tomó de la barbilla y apretó—. Hagas lo que hagas, vas a casarte con Darío. Vas a ser una buena esposa y parirás a sus hijos. Es lo único que tienes que hacer si quieres conservar esa puta lengua.

Le escupí en la cara y, a cambio, recibí una bofetada que me hizo sangrar otra vez.

—Un intento más, una estupidez más, Livia, y perderás esa lengua. El compromiso se celebrará dentro de dos días.

Me soltó y se marchó, cerrando la puerta con llave. Atrapada en una caja de oro donde se nos doblegaba a su antojo, donde hacían lo que querían con nosotras y nadie decía nada.

Quería seguir llorando, pero mi voz se había perdido. Mi garganta se sentía desgarrada y mis ojos ya no tenían más lágrimas.

Nunca había sentido tanto terror como cuando me dijeron que me casaría con Darío. Iba por su cuarta esposa, luego de que las anteriores murieran por su propia mano. Era bien sabido lo sádico que era con ellas. Recuerdo verlas siempre cabizbajas, calladas y con moretones que ni el mejor maquillaje podía ocultar. Aunque, para él, aquello no era un problema. Siempre presumía de ello, como si fuera algo de lo que sentirse orgulloso. Y yo no quería ser la cuarta. No quería ser otro fantasma caminando a su lado, y mucho menos la incubadora de sus bastardos.

En nuestro clan, la omertà que nos regía era: el honor protege y la sangre une. Pero yo no les debía honor, no les debía respeto, porque ellos nunca lo tuvieron conmigo. No les debía lealtad a la familia que me vendería, que me usaría para otra de sus alianzas en busca de más y más poder.

El ruido de la llave en la puerta me alertó. Mi cuerpo entero se erizó y solo pude pensar en que esta vez era mi padre, dispuesto a imponer otro de sus castigos. Cerré los ojos con fuerza, completamente asustada, pero, pese a eso, no lamentaba lo que había hecho. Lamentaba no haberme lanzado al acantilado más cercano y acabar, de una vez, con aquella maldita historia de pesadillas.

—Tranquila, cariño, soy yo —la voz de María me hizo abrir los ojos y relajar el cuerpo—. Te he traído algo de comer.

Colocó una bandeja a mi lado, pero me negué. No tenía apetito, y el dolor en el hombro me impedía hacer cualquier movimiento.

—Anda, cómetela toda —bajó el tono de su voz, volviéndose un murmullo apenas audible—. He colocado medicamentos en ella. Tienes que comerte todo lo que te traiga.

—¿De qué sirve? Si lo único que quiero es morir...

—Calla —me reprendió—. Tienes que recuperarte para que puedas escapar. Y esta vez, te ayudaremos. Dentro de dos noches. No lo olvides. Prepárate para salir de este infierno.

—¿Quiénes?

—Salvatore —me sonrió—. No pensarías que te dejaríamos en manos de ese monstruo, ¿verdad?

Asentí. Claro que no. Sobre mi cadáver permitiría que ese hombre me pusiera una mano encima. No era la más valiente, pero por mi vida lucharía hasta el último segundo. Viviría o moriría, pero nunca como una cobarde que se resignó al destino que otros trazaron para ella.

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anyvertigo
acá me tienes, lista para empezar esta nueva lectura ......
2025-06-10 14:06:21
0
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Floppy
OMG es puro fuego ...
2025-06-09 00:34:32
1
15 chapters
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
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