—Eres una asesina. Pagarás por esto... En la vida, el dicho "Quién siembra vientos, cosecha tempestades" cobra un nuevo significado para Jazmín Machado. Después de ser cruelmente traicionada por su ex esposo, quien la incriminó en una mentira que la llevó a pasar casi ocho años en prisión, Jazmín sufrió la pérdida de su bebé y su vida dentro de aquellas paredes. Sin embargo, un giro inesperado del destino le ofrece una segunda oportunidad: Jazmín despierta un año antes, en una época donde aún puede cambiar su destino. Con el deseo de enmendar el curso de los acontecimientos, Jazmín regresa a la mansión donde todo comenzó. Aunque su esencia sigue siendo buena, la traición la ha transformado, y ahora está decidida a no repetir los errores del pasado. Por otro lado, Leandro Belmont, un influyente empresario, es sorprendido por la muerte de su padre y la traición de su propia familia, que lo incrimina en el crimen. En medio de este caos, Jazmín se convierte en su inesperada aliada. Unidos por circunstancias adversas, ambos descubren secretos oscuros que su familia ha ocultado durante años. Mientras se desvela una verdad escalofriante, la atracción entre Jazmín y Leandro crece, desafiando las lealtades familiares y generando un torbellino de emociones. En esta historia de amor perdido y lealtad rota, Jazmín luchará por la justicia que le fue negada, y en el proceso, podría encontrar una nueva oportunidad para el amor y la esperanza. ¿Logrará Jazmín reescribir su destino y encontrar la redención que tanto anhela? (Nueva historia disponible en mi perfil. Vayan a leerla) ✨PEQUEÑA HERMANASTRA, CÁSATE CONMIGO. ✨ —Tú me pertenes, pequeña avecilla. Ese anillo en tu dedo lo dicta así. Prohibida su copia. Historia registrada.
Leer másElla llevaba tres meses de embarazo, y aún no se lo había dicho a su esposo, pues estaba fuera de la casa. Pese a que Roberto era un hombre muy frío con ella, siempre supuso que era así por la carga de responsabilidades que su abuelo le había dejado.
Ese anciano la adoraba tanto; sin embargo, no podía decir lo mismo de su suegra y sus cuñados, quienes siempre que encontraban una oportunidad para tratarla mal, la aprovechaban como si fuera el último día de sus vidas.
Ese mismo día, tenía la intención de darle la noticia a su esposo, con respecto a su embarazo. Quería plantearlo como una sorpresa, pues el anciano Belmont daría a conocer a todos, quien sería su sucesor, y ella inocentemente, creía que sería lo ideal, darle aquella sorpresa como regalo.
— Otra vez comprando esas flores, Jazmín. ¿Sí sabes, que a Roberto no le gusta? — dijo su cuñada, cuando la vio llegar del centro.
Su esposo le había confesado que le encantan los tulipanes, por lo que ahora, que regresaba a casa, comenzó a decorarla con ellas. La joven, de apenas veinte años, se dispuso a ignorarlos, pues no iba a permitir que gente de alma contaminada, arruine su día.
Su cuñado, la sostuvo del brazo, cuando pretendía pasar.
— No tienes derecho a ignorarnos. Somos superiores a ti — gruñó el hombre, de apenas un año mayor que ella.
— No los estoy ignorando, simplemente debo de terminar con los arreglos antes de que Roberto llegue — respondió con voz dulce e inocente.
Ingresó con prisa, pues no tenía intención de pelear con ellos; hizo todo lo que tenía que hacer y rápidamente subió a su habitación para poder prepararse.
— Florecilla, ¿otra vez te estaban molestando? — preguntó el abuelo de su esposo —. No dejes que te intimiden. Solo son jóvenes malcriados por su madre.
— Lo sé abuelo.
— Parece que fue ayer, cuando te casaste con mi nieto, y hoy cargas con su bebé en tu vientre — confesó. Entre todos los presentes en esa casa, solo el abuelo era bueno con ella y él único que conocía sus secretos —. Pronto Roberto sabrá la verdad, y podrán formar la familia que tanto deseas.
— Abuelo, estoy tan emocionada con su regreso. He ido a comprar los tulipanes para decorar todo — confesó —, y ahora debo prepararme.
— Lo he notado, niña —. Jazmín se puso acercó y le dio un abrazo que fue correspondido —. A veces siento que no eres feliz con la ausencia de mi nieto. Voy a hablar con él.
— No tienes que preocuparte, abuelo. Roberto tiene mucha carga sobre sus hombros, por eso es que viaja demasiado y a mí no me molesta — confesó, aunque había un deje de tristeza en su voz.
— No lo defiendas. Sé que lo amas, pero eres su esposa y debe cumplir como tal — Ella solo sonrió para asentir.
Después de esa conversación, ella se retiró para prepararse. Se colocó un vestido angelical en color beige, con unos tacones no tan altos e inmediatamente se dispuso a bajar, para esperar a su adorable esposo; sin embargo, lo que sus ojos vieron, fue desgarrador.
Roberto, el hombre que le juró amor eterno, estaba besando a otra mujer, de una forma tan apasionada y única, que ella nunca tuvo la oportunidad de probar. Su mano presionaba una de sus nalgas con fuerza, mientras la otra mano subía por su espalda tan seductoramente.
Su corazón se rompió en ese momento, que ni siquiera tuvo palabras para emitir. Sus cuñados, a un lado, observando aquel espectáculo, la miraron con una sonrisa desdeñosa, aprobando aquel acto tan ruin de su hermano mayor. Jazmín se presionó el vientre, recordando lo que cargaba allí.
De repente, un alboroto ocurrió detrás de ella. Roberto giró a mirar que sucedía, y se encontró con la gran sorpresa de que su esposa lo había descubierto, pero en vez de verse asustado, solo sonrió satisfecho.
— ¡Fuiste tú, m*****a perra! — gritó la madre de su esposo, quien apenas llegó a ella, la tomó de sus cabellos —. Tú lo asesinaste, m*****a desgraciada.
Jazmín no entendía lo que estaba pasando, y su desesperación se incrementaba más, cuando su suegra comenzaba a golpearla con fuerza, hasta lanzarla al suelo.
— ¿Qué estás diciendo, señora? — cuestionó ella desde el suelo.
Entonces aparecieron los demás miembros, sus cuñados sujetando a su madre, y Roberto, levantándola del suelo, pero no con la suavidad que debería.
— ¿Tú lo hiciste?
— ¿Hacer qué? — preguntó ella —. No sé de lo que están hablando.
— Tú mataste al abuelo. Tú m*****a perra, siempre supe que intentabas hacer algo en nuestra contra, pero jamás imaginé que llegarías hasta este punto — gritó su esposo.
— Te juro por mi vida y… — ¡Plas! El impacto de la mano de Roberto sobre su cara, silenció aquellas palabras. Sus ojos estaban rojos, y las lágrimas no paraban de derramarse de ellos. La marca de su mano, estaba enmarcada en su mejilla —. ¡Me pegaste!
Su voz salió en un hilo, casi inaudible. Ella no podía creer lo que le había hecho su esposo. Recorrió el lugar con sus ojos lagrimosos, mirando a los presentes, y entonces entendió que esto era un plan ruin en su contra, para lastimarla, pues todos la miraban con una sonrisa.
— Te haré pagar este gran daño.
— ¿Qué fue lo que hicieron? — cuestionó con el corazón adolorido. Esta traición era inaceptable —. ¿Dónde está? Quiero verlo.
Intentó ponerse de pie, pero se lo prohibieron hasta que la policía llegó al lugar y la esposaron.
— Ella es la asesina del señor Belmont — dijo la madre de su esposo —. Llévenla de aquí.
— ¡No! ¡Yo no he hecho nada! Soy inocente — gritaba desesperadamente —. Roberto, no puedes hacerme esto. Por favor, has que me suelten.
Su esposo se acercó a ella, y la miró con malicia.
— No olvides firmar el divorcio desde la cárcel. Hace tiempo que quería deshacerme de ti — susurró —. ¡Por cierto! Gracias por los tulipanes. A mi futura esposa le encanta.
La rabia se cernió sobre ella mientras los miraba a todos. Entendió que él adoraba los tulipanes, porque a ella le gustaba. Lo mismo con los bollos de zanahoria, y aquel restaurante. Miró a la mujer, y miró sus vestidos, y literalmente, su esposo la había convertido en ella.
» Estaba tan ciega. «
— No te lo daré — masculló, sorprendiéndolos; sin embargo, el hombre solo sonrió.
A Jazmín la sentenciaron a ocho años de cárcel. Aquel momento, ella quedó destrozada, mientras salía del tribunal con las manos esposadas; pero tenía la intención de buscar la manera de hacer justicia por el abuelo que ella tanto quería, y por ella misma.
No obstante, las cosas no salieron como ella se esperaba. Pese a ser una reclusa obediente dentro del penal de mujeres, no todas eran buenas en ese lugar. Había recibido múltiples humillaciones; del mismo modo, Roberto no paraba de pedirle el divorcia, y ella seguía negándose a aquello, hasta que, al parecer, el hombre se cansó.
Estaba en su celda, acostada, cuando de repente, la puerta se abrió, y entonces tres mujeres ingresaron en el lugar, y comenzaron a golpearla tan violentamente, hasta que sintió un líquido escurrirse entre sus piernas.
— Esto es porque no haces lo que te piden — gruñó una de las reclusas.
— Solo tenías que firmar el divorcio, y ya.
Sin embargo, Jazmín no escuchaba nada, por la preocupación de perder a su bebé.
Muy tarde.
Una de las mujeres la levanto. Ella tenía el rostro irreconocible, mientras sollozaba.
— ¡Mi bebé! — repetía una y otra vez, hasta que sintió el filo de un cuchillo, incrustarse en su abdomen —. Mi… bebé.
Las tres mujeres comenzaron a reírse, hasta que una se puso de cuclillas, y le levantó la barbilla. Jazmín logró ver borrosamente su rostro, mientras se perdía en un abismo.
— Te manda saludo Roberto y su futura esposa. Esto lo mandaron a hacer ellos.
Y cayó en la inconsciencia.
Daniel caminaba de un lado a otro en su habitación, con el teléfono en la mano, nervioso. Sabía que tenía que hacer aquella llamada, pero no dejaba de sentir cierta incomodidad. Leandro era su amigo de toda la vida, su hermano de otra madre, pero había algo en esa conversación que lo ponía nervioso. Finalmente, respiró hondo y decidió marcar el número, esperando a que Leandro contestara.— ¿Qué pasa, Daniel? — la voz de Leandro sonó firme al otro lado de la línea, como siempre.— Hey, Leandro… — respondió Daniel, con un tono más suave del que pretendía —. Quería hablar contigo sobre algo.Leandro frunció el ceño, como si pudiera sentir la tensión en la voz de Daniel a través del teléfono. No era común que su amigo sonara tan inseguro, y eso lo puso en alerta de inmediato.— ¿Todo bien? — preguntó Leandro, intentando sonar más relajado.Daniel tragó saliva antes de continuar. Sabía que no tenía por qué hacerlo, pero también sabía que lo necesitaba. Después de todo, Leandro siempre
El cuerpo de Guisselle se hundió en la suavidad del colchón, pero antes de que pudiera acomodarse completamente, los labios de Fabio ya estaban sobre los suyos, capturándola en un beso lleno de pasión. No era un beso suave ni tímido, sino uno cargado de todo el deseo y la necesidad que ambos habían acumulado durante meses. Sus manos se aferraron a su espalda, trazando el contorno de su musculatura con un hambre que había contenido durante demasiado tiempo.Fabio se inclinó sobre ella, cubriéndola con su cuerpo mientras su beso se profundizaba. Las respiraciones de ambos se entrelazaban, cada uno absorbiendo el calor del otro. La tensión acumulada entre ellos finalmente encontró su liberación en la proximidad de sus cuerpos.Las manos de Guisselle temblaban levemente mientras recorrían el torso de Fabio, sintiendo cada músculo tensarse bajo su toque. Su piel ardía al contacto con la de él, y pronto, ambos se dejaron llevar por la necesidad de estar más cerca, de derribar cualquier barr
—Déjame decirte que lo que tenemos es más real de lo que puedes imaginar — continuó Fabio, su tono ahora más suave y sincero —. Desde el momento en que derramaste café sobre mí, el destino así lo predijo. Ser la señora Rymer.Guisselle parpadeó, confundida pero intrigada al mismo tiempo. Fabio la miraba con una intensidad que hacía que su corazón latiera más rápido.—¿La señora Rymer? — susurró ella, incrédula ante lo que acababa de escuchar.—Sí — afirmó Fabio, sin dudar —. La señora Rymer. Porque desde el primer día, desde el primer momento en que te vi, supe que no eras como las demás. Eres la única que ha logrado atravesar mis muros, que ha logrado hacerme sentir algo verdadero.Guisselle se quedó sin palabras por un momento. Las palabras de Fabio eran como un bálsamo que curaba todas sus inseguridades y miedos. Pero al mismo tiempo, una parte de ella seguía luchando por creer que todo esto era real.—¿De verdad? — susurró ella, con un tono casi vulnerable, como si temiera qu
Los días fueron pasando lentamente, como si el mundo se estuviera preparando para algo grande. Jazmín, ahora en la última etapa de su embarazo, había encontrado una paz incómoda, una calma antes de la tormenta. Cada vez que miraba su vientre, sentía una mezcla de emoción y temor. Estaba a punto de dar a luz, pero sabía que el mundo al que traerían a su hijo no era un lugar de cuentos de hadas. Todo lo que habían vivido, desde la traición hasta las batallas clandestinas, se sumaba a la incertidumbre de lo que vendría después.Leandro estaba a su lado, como siempre lo había estado, pero también llevaba consigo una preocupación constante. Sabía que, a pesar de todo lo que habían logrado, los fantasmas de su pasado aún acechaban. Sin embargo, no quería que Jazmín se preocupase. Se había comprometido a protegerla y, más importante, a proteger a su hijo.Mientras tanto, en la mansión Rymer, Guisselle esperaba en la sala, sentada con la espalda recta en el sofá, sus pensamientos girando en
Jazmín tragó saliva, tratando de digerir lo que Leandro le estaba diciendo. El terror que había sentido por esas chicas ahora se transformaba en un temor más profundo por su propia seguridad y la de aquellos que amaba. — No puedo creer que esto esté pasando… — murmuró, su voz quebrada por la incertidumbre —. ¿Qué podemos hacer? Leandro la miró con gravedad, su expresión severa. — Vamos a protegernos — dijo firmemente —. Voy a hacer todo lo posible para asegurarnos de que estemos a salvo. Ya he hablado con Fabio. Estamos tomando medidas para reforzar la seguridad, tanto aquí como en la empresa. No vamos a dejar que nos atrapen desprevenidos. Jazmín asintió lentamente, aunque el miedo seguía anidando en su pecho. Aun así, confiaba en Leandro. Sabía que él haría todo lo que estuviera en su poder para protegerlos. Pero no podía evitar sentirse abrumada por el peso de todo lo que estaba sucediendo. Leandro, al ver la preocupación en los ojos de Jazmín, se inclinó hacia adelante y
Guisselle la sostuvo con fuerza, sus propias lágrimas brotando de sus ojos mientras acariciaba el cabello de la chica.— Nunca las abandonaría — dijo Guisselle con suavidad, su voz quebrándose —. Nunca.Fabio observó la escena con el corazón apretado. Aunque estaba acostumbrado a la violencia y a las situaciones límite, ver la desesperación en los ojos de esas chicas le hizo hervir la sangre de nuevo. Lorenzo había estado metido en algo mucho más grande y oscuro de lo que había imaginado.— Vámonos — ordenó Fabio a sus hombres —. Carguen a las chicas en los vehículos y asegúrense de que estén seguras.Los hombres se pusieron en marcha rápidamente, ayudando a las chicas a salir del contenedor y escoltándolas hacia los coches. Fabio y Guisselle se mantuvieron cerca, asegurándose de que todas estuvieran bien, aunque sabían que los traumas que habían sufrido no desaparecerían tan fácilmente.Guisselle se acercó a Fabio, su rostro marcado por la tensión y el dolor de lo que había pres
Último capítulo