Una calumnia en una fiesta cambia la vida de Abigail para siempre, antes princesa, y ahora se convierte en una zorra a la que todos desprecian, en especial el hombre a quien tanto ama: —Te acostaste con otros hombres. ¡Las pruebas están todas ahí! ¿qué más quieres aclarar? —cuestionó. —Aitor, ¡Por favor, créeme, no me dejes! ¡Yo no hice nada, las pruebas son falsificadas! ¡Mi hijo es producto de nuestro amor! ¡Es solo tuyo y de nadie más! —No lo reconoceré como mi hijo. ¡Exijo el divorcio, cuanto antes! Aquellas frases se clavaron como puñales en el corazón de Aby. Así que repudiada por su esposo y su propio padre, ella se ve obligada a huir de su país, embarazada y sin dinero, llega a Europa y trabaja duro para convertirse en organizadora de bodas, sólo para descubrir de repente que el nuevo evento que se le ha asignado es la próxima boda de su ex marido y su propia prima. ¿Qué hará? ¿Aceptará esa propuesta y organizará la boda del hombre que le rompió el corazón? Safe Creative: 2306014475444 Registrada en el Instituto de Propiedad Intelectual de Ecuador. Prohibida la reproducción de este libro sin permiso de la autora. ©Angellyna Merida, 2023
Leer másLa palabra: ¡Positivo!
Deslumbró la mirada de Abigaíl Hamilton, una amplia sonrisa apareció en sus labios.
—Las cosas van a cambiar con tu papá, estoy segura de que se va a derretir contigo —susurró y acarició cautelosamente su vientre.
La hermosa e inocente Abigaíl lleva casada con el amor de toda su vida: Aitor Roig alrededor de tres meses, pero su marido, se volvió extremadamente frío con ella desde aquella noche de pasión, en la que ella se entregó a él, sin ninguna reserva.
Siempre se había preguntado los motivos de aquella extraña actitud, por qué Aitor había cambiado tanto con ella, se conocían desde niños, eran los mejores amigos. Aunque era cierto que tenían recuerdos desagradables, por muy feos que fueran, ya pasaron, al fin y al cabo, estaban casados.
Después de la boda no habían vuelto a hacer el amor, las cosas entre ellos estaban muy tensas, tanto que ella temía un divorcio, y ser la comidilla de la gente como siempre, porque ella era la futura heredera de la familia Hamilton, y él, su esposo, Aitor Roig, simplemente el hijo del amigo de su padre.
Sacudió su cabeza para desechar aquellas ideas.
Guardó muy bien el sobre, y decidió no decir nada, en ese momento, y darle la noticia esa noche que era el cumpleaños de él.
Enseguida Abigaíl salió de la clínica, subió a su Lexus y condujo hasta una tienda de bebés, ansiaba poner el sobre y un par de escarpines blancos en una cajita, y entregarle a su esposo como regalo.
****
Horas después.
Aitor el esposo de Abigaíl se alistaba en el baño de su dormitorio para ir a la fiesta que organizaba su esposa. Mojó su rostro varias veces con agua fría, percibía aquella sudoración, síntoma de…
La voz de su esposa Aby se escuchó al otro lado de la puerta.
—¿Todo en orden Aitor? ¿Estás bien?
Aitor enfocó su azulada mirada en el espejo, se notó que tenía la cara un poco pálida, señal de enfermedad, pero siguió intentando ignorar el asunto, secó su rostro con una toalla, resopló, luego, se volvió a enderezar el cuello y entró en la habitación.
—¿Te volviste a sentir mal? no creo que sea solo cansancio, debes ir...
—¡Ya te dije que no es necesario! —interrumpió él a la defensiva, enfocó su azulada mirada en ella, mientras apretaba sus puños.
«¿Joder, por qué tienes que ser tan hermosa y dulce a la vez?». Notó la belleza de su mujer, era justo lo que estaba evitando durante esos tres meses, siempre se excusaba de no quedarse a solas con ella, decía que tenía mucho trabajo, y estaba cansado.
Pero ahora no podía ocultarlo, era su onomástico, el cumpleaños del único yerno del viejo Hamilton, pero odiaba el título, le resultaba humillante.
Su familia ha dependido durante mucho tiempo de Robert Hamilton, el padre de Aby, para ganarse la vida desde cuando era pequeño.
Pero el anciano era muy avaro, siempre exigía que se le devuelva el dinero rápidamente y nunca retrasaba el tiempo de pago debido a su relación.
Aitor aún no estaba en la capacidad de devolver todo el dinero ,pero nunca se dio por vencido en pagarle a Robert Hamilton cada centavo.
Seguía ampliando su negocio, ansiaba que algún día ya no dependiera de su suegro, que también era su padrino. Y estas cosas sobre la situación financiera de él no estaban claras para Aby.
—Es hora de que nos vayamos. —La voz nítida de la mujer interrumpió los pensamientos de Aitor.
El hombre miró a su hermosa esposa frente a él, no había contemplado a su mujer de cerca detenidamente después de la boda tres meses atrás.
Observaba a Aby enfundada en un vestido largo de seda azul, que se amoldaba a su esbelta figura, y el tono hacía contraste con su tersa piel trigueña; su cabello castaño oscuro le caía en ondas por la espalda, y enmarcaba su dulce rostro, sus tentadores labios estaban maquillados en tono rosa, y sus ojos color esmeralda poseían un brillo especial esa noche.
Sintió calor en la frente, supuso que era uno de esos síntomas, una fiebre debido a la enfermedad.
Su mente empezó a estar mal debido a la fiebre y parecía un poco confuso entre la realidad y la fantasía.
«Si pudiera volver al pasado, creo que te amaría sin reservas, pero eres una niña malcriada, me rompiste el corazón cuando provocaste… Además, el médico dijo que mi estado no era nada bueno, no tengo mucho que darte Abigaíl» pensó.
Ansiaba besar a su mujer, quien fue el amor de su vida una vez, pero intentaba desesperadamente reprimir sus emociones en la vida real, no solo por la presión de la realidad, sino también porque creía que Aby le había ocultado algo, lo que provocaba en él, rechazo hacia ella; sin embargo, Aitor por unos instantes desconectó su corazón de su mente, y se dejó llevar por lo que Abigaíl siempre despertó en él, la tomó de la cintura, la pegó a su cuerpo.
—Estás hermosa —olió la fragancia de su esposa, susurró cerca de los labios de ella.
Abigaíl se quedó sin aliento, un corrientazo le recorrió el cuerpo.
«¿Me ves hermosa?» Sus mejillas se ruborizaron. Era la primera vez en esos tres meses de casados que él tenía esa muestra de cariño.
—También te ves muy atractivo —siseó ella.
Y antes de que ella pudiera decir más los labios de Aitor tomaron los suyos, la besó, la agarró de la cintura, la pegó más a su cuerpo.
Aby jadeó en la boca de él, la lengua de Aitor jugueteaba a cada instante con la de ella.
Aitor la llevó hasta la cama, la depositó en el lecho, siguió besándola, acariciando la esbelta figura de su mujer.
—Aitor —gimió bajito.
Escuchar su nombre en los labios de ella, le nubló el pensamiento, le alzó la falda del vestido sus manos acariciaron los firmes muslos de ella, sus dedos rozaron su centro, entonces la escuchó gemir, y él estiró su brazo para buscar protección, entonces en ese instante las palabras del médico lo hicieron reaccionar
«Aitor es posible que, como consecuencia de la enfermedad no te quede mucho tiempo de vida, ni hablar de tener hijos» La voz de aquel médico hizo eco en la mente del hombre.
«No, no puedo hacerlo, si muero, vas a sufrir mucho, más vale que no sientas amor por mí» Se repitió Aitor en el cerebro, entonces reaccionó, se alejó de ella de forma intempestiva, jadeante se puso de pie.
Aby gimió sorprendida, se sintió herida por el rechazo de su marido. Sintió que su marido le demostraba amor, pero de pronto era como si recapacitara y dejara de hacerlo.
—Es tarde, no podemos perder el tiempo en tonterías, la familia nos está esperando —musitó con voz fría, no la miró a los ojos, se arregló el traje.
Aby inhaló profundo, se incorporó, asintió, por más que trataba de comprender el extraño comportamiento de su marido, había ocasiones en las cuales no lo entendía, lo vio salir de la alcoba, ella se puso de pie, arregló su vestido, su cabello, volvió a maquillar sus labios, tomo su cartera tipo sobre, suspiró profundo, sintiendo su corazón achicarse, se percibió incapaz de calentar el frío corazón de su marido, sin embargo, aún tenía una esperanza, y depositó todas sus ilusiones en su embarazo.
—Tú serás el mejor regalo, estoy segura de que las cosas cambiarán —susurró bajito tocando su vientre, pero ella estaba lejos de imaginar lo que aquel anunció desencadenaría.
Más tarde: Aitor y Abigaíl llegaron al elegante salón de recepciones donde se iba a celebrar el cumpleaños de él. Aby como buena esposa, había contratado una organizadora de eventos, a pesar de que ella era excelente como anfitriona había delegado esa responsabilidad en alguien más para no cometer errores.
Cuando entraron al salón, él ni siquiera la agarró de la mano, miró a su madre, y se acercó a ellos, para recibir sus saludos y felicitaciones.
Abigaíl suspiró profundo, y caminó en dirección a la mesa en la cual se hallaba su tía, y prima, las saludó y se sentó ahí, entonces desde ese lugar miraba a su esposo compartir con los invitados, lo veía sonreír.
Al dar la medianoche, el momento del pastel llegó, Aitor se acercó a la mesa, y sopló las velas de su cumpleaños número veinte y cinco.
Abigaíl sentía un revoltijo de emociones en su estómago, el momento de darle su ansiado regalo, había llegado, las manos le temblaban, el corazón le latía acelerado.
—Amor, tengo un regalo para ti —musitó, y le entregó la caja.
Aitor no podía hacerle un desplante delante de tanta gente, tomó el obsequio, fingió una sonrisa, cuando abrió, palideció por completo, la expresión de su rostro fue de desconcierto, la respiración se le volvió irregular, sus músculos se tensaron.
«¡No puede ser posible, el médico dijo que yo…!»
—¿Estás embarazada? —preguntó a su esposa, dubitativo.
Un profundo silencio se hizo en el salón ante aquel cuestionamiento.
Abigaíl mordió su labio inferior, colocó sus manos en su vientre, asintió, y de pronto un hombre alto, de piel bronceada, cabello oscuro, interrumpió.
—¡Esa mujer miente, se acostó conmigo antes de casarse contigo! —aseguró a gritos mirando a Aitor a los ojos. —¡Así que ese bebé no es tuyo!
Abigaíl arrugó el ceño, miró a ese hombre con los ojos bien abiertos, lo que decía era una falsedad.
—Yo no te conozco, ¿por qué dices eso? —indagó la chica con la voz temblorosa.
—No te hagas la mosca muerta Abigaíl Hamilton, tú lo planeaste todo, drogaste a Aitor para que esa noche se acostara contigo, o ¿me equivoco?
El último día de clases de Jake en la guardería había llegado, el siguiente ciclo empezaba el año escolar en otro colegio, como era de esperarse ya no volvería a verse con sus amiguitos, a algunos los conocía desde que era un bebé, y su mamá lo dejaba al cuidado de las encargadas para irse a trabajar. Sin embargo, mientras Aby sentía esa congoja en su pecho, Jake sonreía feliz, porque su papá le había cumplido la promesa que le hizo, y ese día iba a llevar de regalo los muñecos de Batman a todos sus amigos. —Vamos, mamá, date prisa, ya mi papá metió la caja en el auto —expresó más que contento, los ojitos le brillaban. Abigaíl lo miró con ternura, suspiró profundo. —Ya voy —respondió, se puso de pie—, estás muy feliz hoy. —Sí, es que todos van a caer desmayados de la emoción cuando vean sus obsequios —informó. —Me lo imagino —contestó Aby sonrió y le acarició la mejilla. —Ya nos podemos ir —avisó Aitor, entró a la casa, observó con ternura como su esposa, abrazaba a su hij
París, Francia. Abigaíl y Aitor llegaron en horas de la tarde a la ciudad del amor, ella estaba plenamente convencida de qué se trataba de un viaje de negocios. Se instalaron en el lujoso hotel con vista a la torre Eiffel. Lo primero que hizo Aby fue salir a la terraza y contemplar el bello paisaje a su alrededor. Aitor salió tras de ella, la agarró por la cintura. —¿Te gusta? —Sabes que siempre quise venir a París contigo, era uno de mis sueños de niña —suspiró profundo—, me parece mentira. —Es una realidad, amor, pero ahora debo dejarte sola unas horas, tengo que visitar a unos inversionistas, pero quiero que te prepares para la cena, te llevaré a un restaurante exclusivo para compensarte —habló con dulzura en el oído de Aby. —No tengo más remedio que esperarte. —Frunció los labios, hizo un puchero. Aitor la besó en la mejilla, sonrió en su interior. «Si tu supieras» dijo en su mente. —Prometo compensarte bien —murmuró con voz ronca. —Eso espero —respondió ella,
Aby la miró con la misma calidez que ella lo hizo, le brindó una sonrisa sincera. —Mucho gusto, mi papá habla bien de ti, gracias por ayudarlo cuando más lo necesito, bienvenida, pasen. —Alexander es un gran hombre, además era mi deber demostrar su inocencia. —Miró al padre de Aby con ternura, y de una manera especial. Abigaíl apretó los labios, lo que más deseaba en la vida era ver a su padre contento, y acompañado con una pareja. Luego de saludar con Aitor, todos se acomodaron en la cena, y mientras degustaban de los alimentos, charlaban, reían, escuchaban las anécdotas que contaba Maddi de Alex, y viceversa. De igual manera Aitor y Aby hablaban de las suyas, de su época de niñez, se dieron cuenta que compartieron mucho, se conocían tanto, y ese amor que empezó en sus primeros años de vida ahora era una realidad. Más tarde cuando los invitados se marcharon y Jake se durmió, Aby en su alcoba, batallaba con el cierre de su vestido. Aitor se aproximó antes de ofrecer su ayuda, l
Días después. Alexander viajó junto con Aitor a Boston, no podían permitir que Robert valiéndose de algún artilugio lograra reducir su condena y no fuera enjuiciado por los fraudes que cometió. —¿Crees que el fiscal general de la nación acepte vernos? —indagó Aitor dubitativo, y pensativo. —Es un caso importante, no creo que se niegue —expresó y ladeó los labios. Enseguida bajaron del auto, y entraron al imponente edificio, caminaron por los impecables pasillos, y enseguida llegaron a la oficina del fiscal. —Señorita quiero ver al fiscal —avisó con su gruesa voz Alexander. —El señor no recibe sin cita previa —indicó con amabilidad la chica. Alex sonrió. —Dígale que está aquí Alexander Howard, va a ver que me recibe. —Guiñó un ojo. La mujer no pudo evitar sonreír, se puso de pie y fue directo al despacho de su jefe, luego de unos minutos salió. —Sigan por favor. —¿Conoces al fiscal? —cuestionó en voz baja Aitor. Alexander volvió a sonreír, y entró a la oficina. —
Unos días después, se dio inicio al juicio en contra de Robert Hamilton, Alexander logró que se abriera el caso por el cual, él fue condenado a prisión siendo inocente, y todo eso estaba en conocimiento de la corte. Cuando Robert entró en la sesión, esposado como un vulgar delincuente Abigaíl lo miró con frialdad, Aitor con desprecio, entonces los altos tacones de una mujer se escucharon en el entablado era Viviane, se quitó los lentes y miró al acusado con profunda repulsión, no pudo evitar acercarse y sentarse en primera fila detrás de él. —Así era como te quería ver, acabado maldito viejo —susurró. Robert apretó los puños, resopló. —No cantes victoria querida —susurró. Viviane soltó una risilla. —Te estás enfrentando a tu peor enemigo, y te aseguro que Alexander no te dejará libre. Enseguida les pidieron guardar silencio, porque el juez entró, todos se pusieron de pie y se dio inicio a la sesión. El abogado de Robert, llamó a los testigos, el primero en hablar fue Alexander
Aby tomó del brazo a Aitor, lo miró con ternura, para tranquilizarlo. —Dejemos que mi papá se encargue de Robert —habló con dulzura. —Tienes razón —expuso Aitor, le acarició la mejilla—, creo que es momento de volver a nuestra casa.Alexander observó a su hija, sintió un estremecimiento, quería tenerla cerca a ella, a su nieto. —¿Por qué el apuro de irse? —investigó, observó a su hija con melancolía. —Agradecemos tu hospitalidad Alexander, pero el casado casa quiere, y claro Aby y yo aún no somos esposos, pero no tardamos en serlo una vez más. —La abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo. —Espero que no te tardes en pedirle matrimonio a mi hija —habló con su gruesa voz y con firmeza. —Lo haré —dijo Aitor, ladeó los labios, esta vez quería sorprender a Aby, por eso no podía precisar cuándo lo iba a hacer. —Lo comprendo, y sé que como pareja quieren estar solos, pero…—Alexander habló y fue interrumpido por su hija.Aby se acercó a su papá, lo tomó del brazo. —No quiero dejar
Último capítulo