Serie: Cachorros asombrosos. Libro 1: ¡Papá compró una humana! Libro 2: ¡Ámame, Alfa testarudo! Libro 3: Beta Alfa, ¡Aléjate de nuestra hija! Libro 4: ¡No arrestes a mi hermano! Un incendio privó a la humana Rose de su familia y lo redujo a un humilde esclavo. En una subasta, un hombre misterioso apareció de repente y cambió su destino. —La compro. —¿Por qué estás maltratando a la humana por la que pagué? —No me interesa si se estaba o no comportando; ella es mía. Pensó que podía confiar en este hombre, pero en lugar de eso fue conducida accidentalmente a una tierra misteriosa. La manada Firebuck Y ese hombre, no es humano, es… Alfa Bastian Crow Quería huir, pero… —¿Pensando en huir, humana? ¡No es posible!
Leer másAl parecer hoy tampoco iba a comer.
Después de que los guardias de esta prisión se fueran entre risas y apuestas por ver a quién mataría de hambre el día siguiente, me había acercado a la abollada charola en la que se suponía me dejarían comida.
No había luz en mi sucia celda, pero no hacía falta usar mis ojos para darme cuenta de que cualquier extraña masa que estuviera ahí, no era comestible solo por el olor.
Me arrastré de nuevo al rincón más lejano, que no serían más de cinco pasos, y volví a abrazar mi cuerpo para darme una falsa sensación de comodidad y calor.
El dolor constante en mi tobillo derecho era un sordo recordatorio de que ninguna de nosotras podría escapar de este lugar a menos que fuera comprada… o desechada.
Había perdido la cuenta del número de días que habían pasado desde que quemaron mi pueblo y nos tomaron prisioneras.
Era difícil seguir el paso del tiempo cuando se está encerrado en una prisión subterránea donde no existe la luz del sol y cuando nuestros carceleros se olvidan frecuentemente de alimentarnos.
Lo único que era constante y que podía medir, era el número de veces que habíamos participado en la “Selección”, como algunas de nosotras susurrábamos a escondidas.
En los días de llegada de nuevas chicas, las chicas más veteranas como yo, nos cubríamos los oídos y temblábamos al recordar nuestro propio trauma.
A los bastardos les gustaba torturar a las chicas en cuanto llegaban. Gracias al cielo, no de una forma sexual, pero eran bastante creativos al usar instrumentos en nuestras pieles.
Suponía que nos vendían para cosas retorcidas.
Después de cada "iniciación" separaban a las nuevas chicas en "especiales" y "comunes". Nunca entendí la clasificación y lo único que sabía era que estaba en las celdas de las chicas comunes.
Mi iniciación pudo haber durado minutos u horas bajo la atenta mirada de mis captores; no estaba segura, ya que me desmayé cuando sacaron unas enormes tijeras después de azotarme con un látigo lleno de púas.
Desperté con el tobillo roto, mareada por la pérdida de sangre y en esta celda junto a otra chica. Estuve en un mundo de dolor por algún tiempo.
Mi compañera de celda me ayudó a acomodar el hueso lo mejor que pudimos y recé porque la herida abierta no se infectara. Gracias a algún milagro, mi tobillo cicatrizó lo suficiente como para no morir.
Le estuve muy agradecida porque me dio parte de su comida y agua en mis intervalos de conciencia; tristemente, ella no regresó a la celda después de mi primer Selección. Ojalá hubiera podido hacer algo por ella para agradecerle.
Recuerdo que lloré mucho en cuanto regresé sola a mi celda antes de que las chicas veteranas me advirtieran que si seguía llorando vendrían los guardias y trabajarían en mi piel de nuevo. Eso fue todo lo que bastó para que yo me volviera una tumba.
Interrumpí mis sombríos pensamientos cuando escuché el graznido de la vieja puerta que conducía hasta aquí abajo. No podía ver a las otras chicas, pero sabía que todas ya nos encogíamos de miedo porque el que nos visiten dos veces en un día nunca era bueno.
-Espero que hayan disfrutado de su comida, pequeñas ratas. – Dijo una masculina voz burlona. – Es hora de recuperar algunas inversiones.
Ese era su código enfermizo para que todas nos alejáramos de las puertas de nuestras celdas. M****a, no podía ser tan pronto la nueva Selección; aun las chicas nuevas sollozaban por el dolor de sus heridas, por lo que no podía haber pasado el tiempo suficiente.
Era el horrible evento en el que nos arrastraban desde nuestras celdas para llevarnos a un cuarto en el que nos arrojaban cubetas de agua helada para quitar el hedor y luego éramos llevadas a otra enorme habitación en el que nos alimentaban un poco y maquillaban. Lo que parecían horas después, éramos arrastradas y llevadas en fila por un largo tramo de escaleras que conducían hacia la superficie.
Entonces nos subían a algunos vehículos blindados y nos llevaban a lo que parecía una m*****a subasta clandestina. Nos separaban y nos hacían desfilar desnudas por un enorme escenario con una iluminación demencial para nuestros ojos que habían estado en la oscuridad por tanto tiempo; así que no era una sorpresa cuando varias de nosotras tropezábamos en nuestro camino.
Esa torpeza no era tolerada y enseguida sabíamos que el látigo comenzaría a golpear nuestra piel el precioso tiempo que nos tomara levantar nuestro cansado y malnutrido cuerpo. Al terminar de caminar, saltar o cualquier estúpida cosa que nos pedían hacer, nos llevaban detrás del escenario y esperábamos un largo tiempo en silencio antes de que llegaran hombres enmascarados y se llevaran a algunas, a todas o a ninguna. Si no éramos seleccionadas, regresábamos a nuestras celdas en la prisión subterránea; poco después llegaban nuevas chicas para continuar con el ciclo.
Me quedé temblando en mi posición y esperé a que abrieran mi celda. Supe por el sonido de algunos quedos lamentos que estaban cerca y me preparé mentalmente para caminar y soportar el peso de mi cuerpo en mi inútil tobillo.
Para cuando llegaron y me encadenaron, ya me encontraba resignada a mi siguiente destino: La ducha helada.
Subimos en fila con algunos golpes “suaves” de los guardias teniendo mucho cuidado de ser lo suficientemente silenciosas. Era casi imposible debido a las cadenas, pero eso a ellos no les importaba: Un ruido y el látigo sería la recompensa.
Recorrimos un largo pasillo metálico, que yo suponía en algún otro tiempo fue un contenedor, y fuimos llevadas a una de las únicas dos habitaciones de este piso. Sospechaba que la otra habitación era en donde se quedaban los guardias porque hace dos Selecciones vi salir a un grupo de ahí.
Después de un gélido baño, nos condujeron al siguiente piso en donde nos arreglarían de tal forma que no fuera tan visible que solo éramos un montón de mujeres maltratadas.
En todo mi tiempo aquí nunca había visto a nadie pedirle a las chicas que nos arreglaban algún tipo de ayuda para escapar. Quizá porque al igual que nosotras, ellas parecían no estar aquí por su propia voluntad debido a los collares metálicos de sus cuellos. Ni siquiera quería saber para qué eran esas cosas.
La chica que me arregló puso especial cuidado a las bolsas bajo mis ojos y en menos de dos minutos estuve en la fila para salir de este lugar y ser trasladada a la Selección. Al parecer no teníamos tiempo para la pequeña merienda que normalmente nos dan, porque comenzamos a avanzar sin estar todas debidamente “embellecidas”.
Tomé asiento en el camión blindado y me concentré en mi respiración para tranquilizarme. Hace unas tres Selecciones, nos comenzaron a recibir con bastones eléctricos que golpeaban nuestra piel si no éramos lo suficientemente rápidas; solo el recuerdo de la última vez que mi tobillo falló me hacía comenzar a sudar.
Las nuevas chicas comenzaron a llorar en la parte trasera del camión y yo me tensé porque ya sabía qué era lo que seguía.
El sonido de impacto en la carne, lamentos y un sollozo final dejó al camión sumido en el absoluto silencio. A los guardias les gustaba matar a una de nosotras de vez en cuando por diversión mientras éramos trasladas a la subasta; decían que era para poner el ejemplo.
Después de ese largo e incómodo viaje, por fin llegamos a nuestro destino.
Los guardias nos ordenaron que bajáramos en fila, en silencio y rápidamente, así que ese fue lo que hicimos.
Lo primero que me llamó la atención fue ver al triple de guardias que normalmente nos escoltan hasta el escenario. De lo segundo que me percaté, fue que todos estaban tensos y escaneando el lugar como si pudieran sentir algún tipo de peligro.
Con este panorama, nos condujeron por un largo pasillo de este edificio y nos dijeron que lo único que teníamos que hacer era caminar en círculos hasta que volviéramos a ser llamadas.
Mantuve la mirada fija en la espalda de la chica delante de mí. Cada dos o tres pasos cojeaba un poco y me pregunté vagamente si caería y si sus latigazos me salpicarían también a mí.
Claro que yo no estaba en posición de quejarme o dar buenos consejos sobre caminar correctamente.
Comencé a temblar un poco porque hoy era un día especialmente malo para caminar: Mi tobillo ya no quería seguir cooperando después de la segunda vuelta al escenario.
Calculaba que tenía alrededor de dos vueltas más antes de que me azotaran e hice mi mejor esfuerzo para no flaquear mientras rezaba porque nos detuvieran antes de eso. Desgraciadamente, mis cálculos fallaron y terminé irremediablemente en el suelo.
Me tensé y cerré los ojos esperando el látigo… solo que nunca llegó.
-Por favor, permanezca en su lugar. – Dijo una voz mientras se oía una conmoción frente a mí.
Entonces dos palabras sellaron mi destino, aunque eso todavía no lo sabía.
-La compro.
Vanesa. Me tomé solo dos semanas para recuperar energía. Mi hermano había sido comprensivo con mis nulas ganas de moverme de la habitación que Rose me había asignado en su casa. Pasé un montón de tiempo con el sobrino que no sabía que tenía y oyendo a mi hermano y a Rose discutir por tonterías antes de terminar besuqueándose y encerrándose en su habitación. Sorprendentemente me sentía cómoda en esta nueva “normalidad”. Nadie me había presionado por detalles de mi tiempo de cautiverio y ni siquiera parpadeaban cuando gritaba de la nada. Extrañaría todo esto pero era algo que tenía que hacer, se lo había prometido a Nuestra Gran Madre. Así que mis días los había dedicado a bombardear de preguntas a mi pequeño y dulce sobrino mientras que por las noches me ponía a investigar sobre los territorios del Norte. Durante mi tercer día en casa de Rose había comentado que me gustaría tener una pantalla más grande en donde buscar información y a las dos horas mi hermano ya había comprado un
Mi boca estaba en el suelo. ¿Lo habría planeado Bastian así o sería solo coincidencia? Decidí que no pensaría en ello y me concentraría en comparar las muchas casas de campaña para los nuevos lobos mientras se terminaban las cientos de casas en los próximos meses. Esto no tenía nada que ver conmigo extrañando a Bastian ni los meses que sabía que él estaría lejos en el otro territorio. Nada que ver. Los encargué para entrega urgente y eso elevó el precio por las nubes. Me pregunté brevemente con qué dinero se iría de vacaciones Edson cuando le llegue su estado de cuenta. -¿De qué te ríes? – Preguntó el susodicho cuando llegó un par de minutos después. Mi cachorro favorito corrió directo al baño diciendo algo sobre “oler bonito” para su cita con Amanda. -De nada. ¿Saldrás esta noche a buscar suerte? -Paso, dormiré temprano. – Dijo dirigiéndose a la cocina. -Hola. – Dijo otra voz viniendo por el pasillo. - ¿Qué hay de cenar? -Lo que sea que el Beta prepare. – Dije dándole una son
Las vacaciones, la búsqueda de nuevos Betas y las citas tuvieron que esperar por algunos días más.Después del ritual fúnebre, la manada comenzaba a volver a la normalidad y yo estaba hasta el cuello de papeleo.Tanto Bastian como yo tuvimos que hacer un montón de tareas con nuestras respectivas manadas, así que no lo vi por cerca de una semana.El que estuvo conmigo todo ese tiempo fue Chase; el cachorro prefería mi compañía porque buscaba algún tipo de cierre con el tema de su madre. (No es que lo culpara). Lo que me pareció extraño y divertido a partes iguales fue que los cachorros de la manada comenzaran a verlo como su líder no oficial e iban a él para resolver sus pequeños problemas. Incluso había colocado su oficina frente al Gran Árbol de Noa consistente en una manta, una libreta y un lápiz.Hacían fila para pedir el sabio consejo de mi cachorro de siete años.Dos o tres días después de que Edson me contara sobre la “oficina” decidí que debía de escaparme del papeleo aburrido
El lobo solamente quiso que utilizara su cuerpo como almohada. No sabía cómo sentirme al respecto. ¿Decepcionada porque no sugirió que hiciéramos cosas divertidas? ¿Aliviada porque respetara que yo quería seguir yendo lento en nuestra relación? Muchas preguntas, pocas respuestas. Así que a la mañana siguiente yo era una humana muy dormida y confundida. No es como si mis preocupaciones me hayan dejado dormir profundamente. -Manadas. – Dijo Bastian con voz Alfa. Lo primero que hicimos después de despertar fue organizar a todos para un desayuno rápido antes de sacar a todos para dar un breve discurso sobre nuestros siguientes pasos. El Alfa Alan había salido por la madrugada del lugar, según los reportes de algunos guardias, así que una preocupación menos. El tipo me causaba escalofríos. -Los hemos reunidos aquí para hacerles un anuncio importante y para decirles qué es lo que pasará con todos nosotros en los próximos días. – Continuó el tipo cruzándose de brazos sobre el pecho desn
Lo primero que hice después de que nos aseguráramos de que era seguro salir del búnker fue ordenar que algunos guardias fueran a encontrar al resto de los Alfas. No habían ido muy lejos de todas formas. -Me alegro de que todos nos encontremos bien. – Dije cuando nos reunimos todos los Alfas del Continente. -Bueno, excepto por algunos lobos. Cuando subí las escaleras encontramos algunos cuerpos regados por todas partes. Bastian mandó a un grupo a recolectar a todos y ponerlos en un lugar cercano para que los Alfas pudieran reconociera sus lobos y se los pudieran llevar. -¡¿Y de quién m****a es la culpa?! – Dijo el tipo de la barba horrible. -¡Mis lobos estarían vivos de no ser por ustedes! Jodida humana estúpida. Bastian gruñó y yo le acaricié el brazo tranquilizadoramente. -No. Tus lobos están muertos porque alguien le tendió una trampa a todos los Alfas del Continente; ahora, ya que has llegado hasta aquí buscando una guerra, sabías que perderías a algunos o a todos tus lobos. ¿D
El caos reinaba a mi alrededor y tuve que poner un poco de orden. No porque me gustara especialmente tomar el mando, sino porque acababa de notar que mi mareo era debido a mi brazo que no había parado de sangrar. Jodido Alan, me había rebanado bien el brazo. Pedí que me llevaran con algún médico antes de desmayarme porque aun tenía cosas que hacer. -Bombas… ¿Quién m****a las habrá puesto ahí? – Murmuré mientras un grupo de lobos me “escoltaba hacia una habitación cercana. -¡Rose! – Gritó una pequeña voz a mi espalda y me detuve lo suficiente como para que me alcanzara. -Hey, pequeño hombrecito. Tú y yo tenemos que hablar de cosas serias. – Dije en mi mejor tono de reprobación. -Lo sé. – Dijo solemne. – Tenía que salir de aquí para avisarles sobre las bombas. No era mi intención ponerme en peligro o preocuparte. -No importa el motivo, deja que los adultos se encarguen de las cosas peligrosas, ¿De acuerdo? Para este momento ya me encontraba en una cama y algunos lobos en batas co
Último capítulo