Viviana Murguía es una mujer de 25 años quien se siente como una fracasada, esto debido a que ella es una montera: Cazadora de seres místicos como los vampiros y hombres lobo. Durante toda su vida fue entrenada para convertirse en Montero Celestial; el máximo cargo de los monteros, pero el día de la coronación, fue su prima quien recibió el título y no ella. Después de la humillación y de haber sufrido un rechazo a manos de Lucas, el hombre del que siempre estuvo enamorada, Viviana decide escapar del clan de los monteros para vivir como una humana normal. Ahora, cuatro años después, en la cúspide de la decadencia de Viviana, Lucas va a buscarla y la obliga a volver con los monteros para el funeral del padre de Viviana. Ahora Viviana se enfrenta a la misteriosa muerte de su padre, debe descubrir qué ser sobrenatural lo asesinó y cobrar venganza por ella, a menos que un atractivo vampiro u hombre lobo llegue para confundirla y hacerle creer que no son tan malos como ella pensaba.
Leer másDos meses antes
Estaba despertando, sintió el poder emanar desde lo más profundo de su ser. Primero fue una sacudida, luego un pálpito y finalmente un rayo de consciencia.
En algún momento de hacía muchos años fue derrotado por los hijos de la avaricia, tan malignos como perversos que lo mandaron a dormir sin importarle lo que ocurriera durante su ausencia. Supuso que había pasado mucho tiempo porque no recordaba lo sucedido, todo en su mente eran imágenes sueltas y retazos de recuerdos mal estructurados.
Pero ahora respiraba y lo hacía cada vez más rápido, sus párpados antaño pesados como el plomo se volvían más ligeros a cada momento. Sus extremidades se movieron, primero solo fueron contracciones involuntarias, posteriormente fueron voluntarios. Le ordenó a cada dedo que se extendiera y a cada miembro que se sacudiera.
Lo estaba logrando.
Abrió la boca y aspiró una gran bocanada... De agua salada. Sintió como la vida se abría paso en su interior y llenaba cada parte de él. Estaba despierto y el agua a su alrededor alimentaba su vitalidad, el poder del mar era suyo.
<<Asaf>>. Oyó el murmullo melódico y abrió los ojos. Todo era oscuridad, soledad, sencillez. Para él era el paraíso, su lugar favorito. Recostado sobre una extensa plancha de arena, supo que era momento de activarse. Estaba en lo más profundo de su hábitat y en dónde estaba más seguro que en cualquier otro lugar. Allá abajo nadie lo vería, por ende, nadie lo encontraría.
<<Asaf>>. Volvió a escuchar. El llamado provenía de todas partes, era un eco que se esparcía hasta él. Lo supo entonces: Era el llamado del mar, era la súplica de los que a él le pertenecían y era el recuerdo de lo que fue; un dios, uno de los más poderosos si no es que el más poderoso, aquel que estaba preparado para regresar a su máximo esplendor y a la época en que fue el más venerado de todos.
<<Asaf>>. Era su nombre, el dueño del mar, portador de mareas y terror de la tierra. Ahora estaba listo para lo que fuera: Luchar por su mundo, por su lugar, por el poder y, sobre todo, listo para la venganza.
Bajo sus pies desnudos, la arena cosquilleó, juguetona; lo reconocía. Algunas corrientes se arremolinaron a su alrededor celebrando su despertar. Lo habían extrañado. Se dio un momento para agudizar sus sentidos, para activarlos totalmente. Olía la sal, sentía las caricias, veía con claridad lo que había a su alrededor. A lo lejos, miles de metros por encima, criaturas emitían sonidos de alerta, sabían que estaba despertando y que estaba reclamando lo suyo.
Con el mejor humor, dobló las rodillas y se impulsó hacía arriba con toda la fuerza que tenía.
Atravesó cientos de metros a una velocidad inimaginable, vio cada ser vivo que habitaba cada una de las capas, el agua lo besaba dándole la bienvenida y entonces rompió la superficie. Aspirar aire nunca fue su actividad favorita, pero en ese momento era lo que necesitaba para cerciorarse de que nada de eso era un sueño y que estaba vivo.
Lo estaba.
Rugió potente, de júbilo, de alegría. Lo habían intentado matar, destruir, exprimir, pero no lo lograron. El enemigo fracasó en su cometido y él había vuelto tan fuerte y decidido como nunca. Bajo él, las olas se volvieron salvajes, agresivas, intentaban alcanzarlo, subió un poco más al cielo y estas se elevaron. Tanto poder era embriagante, ensordecedor, era adictivo.
Rio como un infante y voló por los aires, la brisa de las olas refrescando su piel mientras intentaba elevarse con él. Sus alas, dos pares azules como el zafiro y brillantes como una piedra preciosa resplandecían bajo la luz del sol. Eran tan duras y capaces de resistir armas hechas para destruir, pero tan sensibles como una fibra nerviosa. El aire lo rozaba y sentía tanto placer como cuando estaba por llegar al clímax.
Se dejó caer de tanta altura como se le permitía hasta colisionar con el mar. Este lo aceptó de buena gana y a pesar de que la caída debió ser dolorosa como impactar contra suelo firme, fue como caer en un colchón de plumas. Los músculos de su poderoso torso absorbiendo el impacto, acostumbrándose de nuevo al movimiento.
Estaba flotando mirando directamente al sol, permitiendo al mar acariciarlo ferviente en sus puntos más sensible, lo sintió arremolinarse alrededor de su miembro, palpando con suavidad, besando con devoción. Su respiración se aceleró, su miembro se erigió y dejó embargarse de tal sensación de placer.
Las caricias se volvieron consistentes y firmes, aumentaron de velocidad, sintió a su cabeza dar vueltas y después un bombeo que nació en su miembro. El clímax fue liberador y dichoso, su semilla disolviéndose en las aguas, cayendo a la profundidad.
No pudo disfrutar como quiso, pues de pronto oyó un retumbo que llamó su atención. A cientos de kilómetros, no sabría decir con exactitud cuántos, alguien también despertaba. Su hermana, la diosa de la tierra: Creadora de montañas y fosas, ira que provoca terremotos y derrumbes.
Se alzó sobre el mar y miró hacia dónde ella debiera estar. Por supuesto que no vio nada, pero la sentiría en cuanto estuviera totalmente despierta. Justo entonces sintió un hormigueo familiar y doloroso recorrer su cuerpo entero, era la señal de peligro, de extrañeza, de rareza, de muerte.
No hubo gritos, ni retumbes, ni vibraciones, si no el simple presentimiento de oscuridad, de dolor y sufrimiento, un eco sordo en lo más profundo de su mente. Era un pesimismo profundo, pero pasajero y era el terror que solo duraba un segundo.
<<Ziva>>. Su llamado fue un susurro con tono espectral, un sonido capaz de helar la sangre de cualquier ser vivo que no fuera un dios como él.
<<Ziva>>. Su hermana lanzó el llamado de nuevo, posiblemente esperando respuesta de ellos. Pero Asaf esperó, quería saber de qué humor estaba antes de revelar que estaba despierto. Ziva era radical y voluble, la diosa de la muerte tan seductora como peligrosa, una guerrera sin igual. Ziva, diosa de la muerte, reina del caos, portadora de tragedias.
<<Betsabé>> Su hermana dio muestras de vida, tan alegre y extrovertida como solo ella lo podía ser. Su momento de revelar que estaba con ellas había llegado, junto todas sus fuerzas y lanzó su llamado.
La respuesta de sus hermanas no se hizo esperar. Todos pensaron sus nombres con fuerza una y otra vez, sus llamados mezclándose entre ellos haciéndose cada vez más poderosos. <<El mundo es nuestro>>. Dijo Betsabé extasiada, sintió su éxtasis casi como el propio. <<Pero no lo es>>. Expresó irritada Ziva. <<Nos lo han arrebatado, mi poder no es como antaño y ellos nos han olvidado>>.
Y hasta ese momento Asaf no se había dado cuenta, pero era verdad. Las olas lo buscaban, la marea subía, se sentía fuerte y vivo, pero no era como antes. Algo fallaba, no sabía exactamente qué. Se concentró lo más que pudo y entonces se dio cuenta: No lo veneraban, no sentía devoción.
Lo habían olvidado. O tal vez solo era que de aquella época ya no quedaba nada.
<<Entonces recuperémoslo>> Betsabé rugió, supo que tampoco tenía su poder por completo, pues de haberlo tenido, habría sacudido hasta lo más profundo y él mismo lo habría sentido.
Asaf voló lejos de ahí, dejó a las olas enloquecidas y tristes por su partida y fue a reunirse con sus hermanas. No le llevó mucho tiempo encontrarlas.
Betsabé, radiante, su cabello rubio adornado con su distinguida corona de laureles blanca y dos cuernos de marfil sobresaliendo de su cabeza, con esos ojos amarillos resplandecientes y esa sonrisa de labios carnosos se veía tan alerta como antes de una pelea. Ziva, de tez negra cuyo brillo aperlado le daba apariencia de una doncella, se veía tan tranquila como solo ella podía. Su mirada violeta examinaba a ambos, los estudiaba, su cabello plateado como luz de luna caía sobre su cara enmarcando su rostro, por encima sobresalían tres minúsculos cuernos que podrían resultar mortales. Era hermosa.
Los tres se miraron, reconociéndose, analizándose, mostrando su respeto.
El mundo les era desconocido, apenas una sombra de lo que fue cuando reinaban, pero eso lo debían cambiar.
Un silbido potente atravesó el aire, Ziva se movió a tiempo para evitar que una jabalina de oro puro se clavara en su pecho. Betsabé chasqueó agraciadamente los dedos y la jabalina desapareció haciéndose polvo. Miraron hacia arriba al cielo, territorio que no era suyo y cuyo gobierno no estaba en los mejores términos con ellos.
No era necesario ser un genio para saber que se trataba de los ángeles, seres endemoniados tan egocéntricos como orgullosos capaces de armar una guerra solo por vanidad. Reinaban los cielos y cuando estaban en fase de demonio podían bajar al infierno: Un lugar en dónde se llevaban a cabo toda clase de perversiones, un lugar al que solo ellos podían acceder y en el que nadie querría estar.
Ziva se puso en guardia levantó su guadaña y con la otra mano blandió la espada. Betsabé hizo aparecer su bastón y él tomó su lanza de coral. Portó su armadura tan dura que no habría forma alguna de atravesarla.
Una lluvia de jabalinas cayó sobre ellos, todos volaron esparciéndose, intentando esquivar cada una de ellas. Estaban cargados y así se tratara de un rozón, la herida sería y desestabilizante.
Una vez reagrupados, Betsabé lanzó un golpe al cielo y dos cadáveres de ángel cayeron desarmados. Juntos esperaron a que el enemigo diera la cara.
Bajó un ángel de alas blancas con cabello dorado y armadura plateada. Tenía las manos alzadas y su rostro surcado por líneas amarillas era una incógnita.
—Preséntate, ángel blanco —Ziva habló segura—. En treinta segundos te mato.
—Soy Eilam, al mando —el ángel mostró una dentadura blanca y filosa—. No creímos que despertarían con nosotros.
—¿A qué te refieres? —inquirió Asaf, confuso—. Ustedes nos durmieron.
—Y ustedes a nosotros —Eilam entrecerró sus ojos rojos y adoptó una actitud sombría—. Nuestra guerra no tuvo ganadores, ambos bandos caímos en sueño profundo.
Eso era, de pronto Asaf cayó en la cuenta, en la guerra de dioses contra ángeles perecieron muchos, los líderes desaparecieron y cuando quedaron ellos, la fuerza de la última batalla mandó a todos a dormir. Y de haber sido un poco más salvaje el enfrentamiento, habrían dormido para siempre. Sus recuerdos se reacomodaban poco a poco.
Los tres dioses se miraron, desconfiando, un ángel jamás tenía buenas intenciones y su avaricia como arrogancia eran de temer.
—¿Quién nos despertó?
—No sabemos, tal vez fuimos nosotros mismos.
Ziva y Betsabé estaban recelosas, pero Asaf percibía sinceridad.
—¿Cuánto tiempo llevan despiertos?
—Veinte años y el mundo no es cómo lo dejamos.
—¿Cómo es?
El ángel dudó antes de responder.
—Turbio, no nos veneran, hay nuevos dueños, una criatura maligna, traicionera, inteligente y destructiva —siseó con enfado—. Una criatura que no tiene límites y a la que no le importa el daño que haga con tal de conseguir lo que quiere.
Asaf sintió la ira arder en su interior, una criatura como esa no tenía lugar en su mundo. No mientras él estuviera vivo.
—¿Y cuál es el plan?
—Acecharlos, estudiarlos y atacarlos —tragó saliva—. Tienen apoyo y soporte de otros, los místicos se hacen llamar. Tan repugnantes como ellos, los veneran, los siguen.
Ziva cambió de expresión, se veía lista para aliarse con tal de erradicar al mundo de ese ser tan malévolo. Betsabé no estaba tan convencida, pero ella haría lo que sus hermanos, pues eran unidos y aunque solían tener problemas y muchas veces deseaban matarse, sus vidas se entrelazaban. Asaf no confiaba en los ángeles, eran enemigos jurados desde el inicio de los tiempos, pero en tiempos desconocidos y peligrosos, era mejor que nada.
—¿Propones una alianza? —el ángel asintió— ¿Por qué nos atacaron?
—Los desconocimos —se excusó—. No sabíamos si eran ustedes, los dioses.
Los tres hermanos se miraron, comunicándose mentalmente, sopesando sus opciones y meditando si empezar una guerra con los ángeles o unirse para destruir a un enemigo mucho más poderoso y peligroso. Al final, la votación fue unánime.
—Estamos dentro —Ziva extendió la mano, el ángel la miró, dubitativo—. Sellemos el trato.
—Te conozco Ziva, reina del caos —Eilam sacó un guante de cobre y se lo colocó—. Si seremos aliados, debemos confiar en el otro.
El toque de Ziva era mortal, un simple roce y se daba la bienvenida al mundo de los muertos. Ziva sonrió, se colocó su guante negro como la noche y ambos estrecharon manos.
Estaba hecho.
—¿Y tiene un nombre la criatura? —preguntó Betsabé— ¿Quién es el enemigo tan peligroso?
El ángel miró hacia abajo, frunció el ceño en señal de preocupación, tal vez una pizca de terror asomó en sus ojos.
—Humano —respondió con voz grave—. Se hacen llamar humanos.
Estoy riendo como si hubiese escuchado el chiste más gracioso del mundo, como si mis problemas no existieran y este momento fuera un bucle en mi vida de mierda. No sabría decir qué fue lo que causó el ataque de risa en primer lugar, pero definitivamente estar con estas cuatro personas hace que mis días sean mucho más amenos. Veo a Jossy rodar en el piso mientras ríe casi tan fuerte como yo, a su lado, Rigo trata, sin éxito, de encender un porro, creo que ni siquiera está usando un encendedor, ¿es eso un destapador? Los otros dos chicos son mellizos y tenía mucho tiempo que no los veíamos, son de esa clase de gente que se desaparece y luego regresan fingiendo que no estuvimos seis meses sin saber un carajo de ellos. Poco a poco, mis risas se disipan y empiezo a ver todo de manera diferente. Esto no es divertido, esto es la decadencia en su mayor expresión, estoy mal, miro mis brazos amoratados y picoteados, miro a la gente tan desahuciada como yo y de pronto me siento… Derrotada, tri
Me sigue impresionando que el corazón esté en condiciones decentes cuando todo esto tiene dos meses y medio. Tocarlo me provoca arcadas, pero finjo que todo está bien. Erenis extiende las manos mientras admira embelesada el corazón de Humberto, hay tal brillo en sus ojos que pareciera encontrar lo que más anhelaba en la vida.—Los humanos siempre tan radiantes —yo no le veo un carajo a lo radiante—. Tan tiernos, tan coloridos, tan… Vivos.Quisiera decirle que esa madre ya tiene más de dos meses sin vida, pero no encuentro las palabras, siento el estómago revuelto y una pesadez aparece en mi estómago. Erenis olfatea profundamente el órgano y luego olfatea el humo morado que sale del caldero, de pronto me invade un aroma a azufre y sal y tengo que apartar la mirada y respirar hacia otro lado. Lo que sea que metió ahí, definitivamente es tóxico.—Ver a través de los ojos de alguien más es meterse en su vida —susurra con ese tinte divertido—. Es permitirle entrar a ti y que tú entres a el
Hijo de puta, al menos nos hubiese ayudado, los espectros nos rodean, seguramente me van a poseer, me privarán de mi voluntad y… Estamos solos. Cuando vuelvo en mí noto que estamos rodeados de verde y café, ni un solo rastro de espectros. El frío sigue presente, la sensación de un escalofrío recorriéndome no desaparece, pero ya no hay seres traslúcidos atacándonos ferozmente.Arlen está en el suelo, de rodillas, su báculo a unos centímetros de él y noto un pequeño charco de sangre morada bajo su cuerpo. Oh, mierda, ¿qué pasó? Recorto rápidamente la distancia entre ambos y me agacho junto a él, tiene los ojos cerrados y el ceño fruncido, como de costumbre, no respira, pero al verlo tan inmóvil como una estatua me hace saber que no está bien. No al cien, al menos.Sin pensarlo, abro la bolsa con el corazón y saco el cuchillo, lista para hacerme una herida y que pueda curarse, sin embargo, reacciona rápidamente y detiene mi movimiento.—Me curaré rápido —se pone de pie trabajosamente—. N
Se está regocijando con mi miedo y mi deseo, noto el brillo engreído en su mirada y su sonrisa peligrosa se ensancha. Me doy diez segundos para darle gracias a quien sea que haya creado el mundo y el universo de que fuera Xiwtekuhtli el campeón dragón y no este tipo porque de haber sido este, jamás habría podido hacerle frente y seguramente estaría esclavizada en su cama… O esclavizada en mi propia cama.Trago saliva y alzo la mano en un intento de darle a entender con un gesto que no quiero que se acerque más, pero él lo ignora e incluso alza su mano para juntar su palma con la mía. Santo infierno de mierda, el placer que siento es tal que no puedo evitar gemir y dejar todas mis barreras caer. Maldita sea.El dragón se acerca un poco más hasta que su cuerpo se amolda frente al mío, su barbilla acaricia mi cabello y me siento estremecer. Oh, es tan diferente estremecerse debido a un dragón que debido a un espectro. Siento su cuerpo rozar con el mío en puntos específicos que encienden
Aterrizar en la selva es mucho más elegante que en el desierto.Esta vez no salgo volando, no aterrizo frente a un cactus mutante y no hay sol cuyos rayos deslumbrar, pero no dan un calor acogedor. Mi mano sigue firme sobre la de Arlen y a pesar del desequilibrio inicial, puedo fingir que ni siquiera tropiezo.En el mundo terrenal, el calor húmedo podría sofocarme a tal punto de hacerme jadear con cada paso, sin embargo, a pesar del sol y de la humedad, no se siente calor, más bien es un clima templado que ni siquiera me hace sudar.No hay ruido, casi parece que caminamos dentro de un cuadro, pues debería haber zumbidos de mosquitos, roces de animales con las plantas y algunos chapoteos en el grueso río. Pero esto está tan muerto como un cuadro. El silencio me da escalofríos. Nuestros pasos deberían resonar, pero los roces de los zapatos con el fango son imperceptibles.Y entonces lo entiendo: Nada en este plano es normal para mí, cada ecosistema, aunque parecido, va a tener diferenci
Ya decía yo que caer directamente en la selva junto a la bella casa de la bruja Erenis era pedir demasiado, pero al menos esperaba caer en la selva, no terminar en medio de la nada entre arena y un calor de mierda.El sol me pega fuertemente, sé que en plano astral se siente más frío que en el plano terrenal, pero esto es casi el infierno. Entre esto y la habitación de Xiwtekuhtli, creo que prefiero la seguridad del castillo.Mi rostro está lleno de arena dado que aterricé de cara y mi mejilla se llevó la peor parte, me aseguro de cerrar bien los labios mientras me sacudo cualquier grano de arena que pudiera meterse en mi boca. Tal y como todo en plano astral, es parecido al plano terrenal, pero con diferencias bastante visibles y sensibles. Frente a mí hay un gran cactus el cual parece haber crecido en el corazón de Chernobil. Sus espinas están retorcidas y su punta se ve tan filosa, que cualquier empujón podría culminar en un empalamiento. El verde es tan fluorescente, que parece ra
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