«El amor y la felicidad, nunca serán amigos de la tranquilidad. Siempre tendrás que elegir entre ser feliz o estar en paz. Las dos cosas, no son posible.»Le había dicho su madre, una bella bruja gitana, al noble Lawrence Eithan Armstrong, cuando él solo era un niño. Y, desde ese día, él, sin dudarlo, prefirió elegir lo segundo. Hasta que esos extraños sueños ocurrieron y esa hermosa mujer de cabello de plata decidió entrar en su vida para romper las simientes de todo lo que él creía verdad.
Leer másEn una noche aciaga, de brisa cálida, Lawrence, entrevió en la jara, a la orilla del rio, a una simple muchacha. Una joven gitana.
—Mangue Gachi ‘e Lamma— susurró irónico al reconocerla.
«Mi mujer de plata»
Ya había tomado por costumbre de llamar así a aquella joven de pelo plateado que se bañaba en el arroyo, iluminada por la luz de la luna . Él, no podía (o no quería) apartar la vista de ella, siempre lo hipnotizaba con su presencia.
«Este sueño… otra vez. »
Advirtió . No era la primera vez que soñaba con ella. Sin embargo, había algo que lo hacia sentir distinto a otros .
«Pero… ¿qué?»
Ladeó su cabeza a la izquierda, expectante, sin encontrar nada, como ya lo sabia.
Llevaba al cinto su daga de mango labrado en plata. Por instinto, bajó su mano a él, buscando ese punto de apoyo que esta la daba. El peligro, se palpaba en el aire. O al menos eso creía.
La joven, solo reposaba en una roca, remojando sus pequeños pies en el agua. Una sombra de sonrisa, se dibujaba en su rostro y, sin mirarlo, lo llamó con gesto lánguido.
《Otra vez…》
Fue su pensamiento, sabia lo que debía hacer. Sabia y, muy bien, que debería irse, manipular aquel condenado sueño y cambiarlo por otro.
Lo sabia, mas, algo lo hizo seguir allí. Un palpitar, una intriga ¡Vaya a saber uno! ¿que impulso de necedad lo obligó a sacarse las botas y meterse al agua, mover un pie y luego otro? Así, hasta llegar al lado de aquella a quien llamaba “Gachi ‘e Lamma”.
La miró a los ojos, enormes cuencas en donde refulgía el verde esmeralda. Observó sus labios, rosados cual pimpollo de rococó. Y esperó, intrigado por saber que ocurriría a continuación. Aunque ya lo supiese, sentía que esa vez, sería diferente.
Ella, se limitó a sonreírle, entrecerrando los ojos, sin dejar de verlo a la cara. Se levantó de la saliente y se tiró al rio, empapándolo en aquella zambullida. Él, se quedó inmóvil, expectante.
《Sé que estas atrás mío, gachi ‘e lamma》
Era cierto aquello. Desilusionado, comprobó que, hasta ese momento, nada cambiaba.
Atrás suyo, se escuchó un chapoteo. Alguien lo abrazó por la espalda. Sintió ese pequeño y delicado rostro húmedo entre sus omóplatos, sus labios rosados besando el dibujo del Toro Bravo que llevaba tatuado en su piel. Una respiración onda en el medio de su columna hizo que él se tensara.
《Aquí viene…》
Se dijo, sabiendo todo lo que vendría. Sabiendo que podía cambiar las cosas y así evitarse una pesadilla más. Pero… ¿quería cambiarlo?
—La Luna, siempre atrapa al Toro… pero este jamás se atreve a moverse… — dijo la mujer de plata con dulzura—… ¡Chamuya, Calé! ¿Qué te impide cambiar el curso de las cosas?
«¡Habla, gitano!»
Le había dicho en un perfecto caló. Una lengua tan familiar para él, pero que , en esa situación lo desconcertaba. Buscó una respuesta, algo valido, algo ocurrente.
Nada encontró. Así pues, ladeó la cabeza en un gesto de negación.
—¿Será… qué ya me he acostumbrado a tu bella figura y tus abrazos y besos me son demasiado gratos?— respondió, ocultando su sorpresa con palabras sobradoras cargadas de sarcasmo—… dime, pues, gachi ‘e lamma ¿Por qué te empecinas a importunar en mis sueños?
Se dio la vuelta, con presteza, para observarla a la cara. Allí notó una sombra de confusión en aquellos ojos inocentes que lo observaban.
《¿Es esto algún truco?
Observó sin entender nada de lo que acontecía. Sabia bien, que en ocasiones, ciertos seres místicos usaban artimañas como aquellas para poder robar la energía de los sueños. Pero aquel, no parecía ser el caso. Entonces ¿qué ocurría?
Ella tomó aire y lo soltó con suavidad, sopesando aquella pregunta, desviando la mirada a un costado, con timidez. Pero, aquella fragilidad duró lo que un suspiro. La vio hinchar el pecho y clavar sus ojos verdes en él, con determinación.
«¡Una chavala Calorra tenía que ser! No la verás dudar ni aunque ella lo quiera…»
—Pensaba que el intruso eras tú, Calé. — Le respondió con franqueza y aparentemente calma, para luego añadir con un dejo de curiosidad inocente en su voz— ¿Quién eres? O ¿Qué eres?
Lawrence, un tanto irónico, bufó. Una sonrisa se formó en sus labios severos y un brillo de diversión se dibujó en sus ojos claros. No todos los días se tenía la oportunidad de hablar con una chavala calorra de lo más interesante. Negó brevemente con la cabeza y, con ese movimiento, agitó su largo cabello negro como aquel cielo que se cernía entre ellos.
—Oh, nadie de importancia… un simple gaché mestizo que, puede que, accidentalmente, se inmiscuyera en tus sueños .— Concluyó con suavidad, relajándose al fin. Estaba fuera de peligro.
«No olvidemos las cortesías…».
Se recordó a si mismo arrodillándose ante ella con galantería, dejando que el agua le llegase hasta un poco más de la cintura, extendió la mano para tomar la suya y, con solemnidad, posó sus labios en el suave dorso color marfil.
Se daba cuenta que la escena era absurda, sin embargo ¿Qué importancia tenía? Si, al fin y al cabo, aquello no era más que un sueño que difícilmente recordarían con nitidez al despertar.
—¿Podrás , entonces, dispensarme, si es que te he molestado o asustado, bella gachi ‘e lamma? Créeme si te digo que, nunca fue mi intención todos esos males entendidos en nuestros encuentros anteriores. A veces, estas cosas no se controlan.
Al levantar su vista, se encontró con la de ella, brillante a la luz de la luna, deslumbrante y serena, por donde se la observara.
Por un momento, deseó tenerla para si, deseó que aquellos labios que besaron su tatuaje, a su vez, besaran los suyos, así fuera un sueño, así fuera una vez, deseó sentirla más allá de aquel roce.
《Es ella… Mi Luna…》
Reconoció. Sin esperar respuestas, se incorporó y, sin soltar su mano, jaló de ella, dejándose caer sobre la roca a su espalda. Todo ocurrió en poco tiempo o quizás fueron horas ¿qué mortal podría decírnoslo? Si esto solo era un sueño, nada más…
La tomó por la cintura y acercó su boca a la de ella, saboreó aquellos suaves labios y se dejó embriagar por la dulce sensación que estos ofrecían. Posó la mano con gentileza en su cabellera plateada y la atrajo aun más a él, pegándola contra su cuerpo. Sintiendo aquellos pechos pequeños palpitar junto al suyo. Ambos acelerados.
No podría decirse cuanto estuvieron así, pero el tiempo corre y no hay quien lo pare. Se separaron, ella lo observó febril a los ojos, sorprendida y sin aliento.
—Deberás disculparme de nuevo…— pidió con una sonrisa ladina, traviesa, a la vez que llevaba su mano a aquellos labios que acababa de besar, deseándoles otra vez—… Pero, tu hermosura es tan inmensa que no he podido evitar el impulso de probar esos bellos labios… te prometo que, si algún día nos vemos fuera de aquí, los recordaré y volveré a pedirte disculpas por esto, pagando el precio por mi involuntario ultraje. Mientras tanto, espero puedas entenderme, mangue gachi ‘e lamma…
«Mi mujer de plata»
Repitió en su mente obnubilado, resignándose a soltarse de aquella grácil y delicada cintura.
Pero, su gachi ‘e lamma, no intentó separarse, aunque él la hubo soltado. Simplemente, dejó un momento reposar su cabeza en aquel amplio pecho, escuchando su corazón latir con fuerza, pensativa.
—Y ¿cómo sabré que eres tú el que me ha robado aquel beso?— preguntó incorporándose lo suficiente para poner verle la barbilla, tratando de grabar en su mente aquella barba cuidadosamente recortada.
Él, le acarició la cabeza con ternura, mientras observaba las estrellas y acomodaba las palabras en su mente. Lo cierto era, que no se esperaba esa respuesta. Para él, lo usual sería que ella lo hubiese desdeñado en ese momento. A fin de cuentas ¿No era justamente eso a lo que estaba acostumbrado en su vida real?
—Lo sabremos… nuestras almas se conocen. Nuestros ojos se han visto… me reconocerás y yo a su vez te reconoceré… — prometió, dando la impresión de saber lo que estaba diciendo. Hizo una pausa para tomar un poco de aire y lo soltarlo en un suspiro tenue, dudó un instante, pero terminó por agregar— ¿Me podría decir su nombre?
—Lorette…— respondió ella viéndolo directamente a los ojos, para luego agregar con una sonrisa tímida, que parecía querer ser de coquetería— ¿ Y el tuyo?
…
De nada se enteró Lawrence si pudo decir su nombre, puesto que todo se volvió negro y un instante después, solo vio el dosel de la amplia cama con colchón de plumas en la que dormía. La luz crepuscular entraba por el ventanal de su habitación, tiñéndola de un suave tono anaranjado. Gruñó fastidiado y se dio la vuelta escondiendo el rostro sobre la almohada.
Si solo hubiera tenido un momento más. Solo eso deseaba ¿qué más daba a los dioses cederle un momento más de aquel grato sueño ?
Se incorporó en sus codos y miró a la gran ventana. Se levantó de la cama y se dirigió desnudo hacia la luz del amanecer.
Abrió los postigos para que entrara el aire de la mañana, que le erizó la piel. Se apoyó en el marco de la ventana, observando el nacimiento de aquel nuevo día. Parecía como si este trajera consigo una promesa de buen augurio.
《¿Quién serás, Lorette?...Esto no ha sido solo un sueño, lo sé… 》
Se preguntó pensativo, llevándose dos dedos a sus labios a la vez que sonreía con confidencia. Lo cierto era que, deseaba más. No, no se conformaba con solo aquel beso. Además, se sentía intrigado, desde la primera vez que la había soñado
¿Quién era? ¿Por qué frecuentaba sus sueños? ¿Por qué le decía Calé? … Podría arriesgarse, sin temor a equivocarse, al decir que ella era calorra, sus ademanes y palabras la delataban ¿Estaría ya comprometida? Ni que dudarlo, con semejante belleza, más valdría hacer el negocio rápido o se marchitaría.
Ya se le ocurriría donde buscarla. Al menos, tuvieron a gracia los dioses, de proporcionarle su nombre.
《Lorette… curioso nombre para una calorra.》
Se dijo con un brillo divertido en sus ojos. Miró al alba y se preguntó si ella estaría haciendo lo mismo en ese momento.
《Das risa, idiota… era un sueño y nada más ¿crees que habrá oportunidades? Ja… de aire llenas esa cabezota terca que traes sobre tus hombros… De aire y nada más》
Se dijo con aquella voz pesimista. Como siempre, hiriente. Pues bien sabia que el Toro jamás obtenía el favor de la Luna y menos, si este era un repugnante mestizo de padre payo y madre calorra. En eso, las leyendas eran más que claras, él estaba maldito hasta la médula. Pero, aun así…
《Solo por esta vez, me permitiré creer que es posible ser feliz…》
Entre la realidad y la fantasía, había veces que prefería lo segundo, aunque doliera el despertar ¿Por qué no intentarlo una vez más?
El reloj de cuerda que colgaba en la pared, anuncio las seis de la mañana. Con un hondo suspiro de resignación, Lawrence, dio la espalda al exterior y se dispuso a vestirse con desgano y, de esta forma, comenzar con su rutina.
Aquella jornada, seria ardua y aburrida, como todas las que él acostumbraba a pasar desde que había sido obligado a supervisar los negocios de su familia. Sin embargo, tenía en el pecho un palpito. Algo le decía que las cosas pronto cambiarían…
…
«La música siempre calmará a las fieras… incluso a las espirituales.»O, al menos, eso era lo que siempre le habían recomendado a Roxana para apaciguar a los centinelas y otras criaturas. Por esa razón es que se encontraba, en ese momento, de pie, con un arpa pequeña en la mano, a escasos metros del busto que marcaba la tumba de su hermana, rodeada de centinelas que sobrevolaban por encima de su cabeza.Mientras tanto, Lawrence y Audrey, se encontraban más allá, cerca de un roble, y, por insistencia del primero, Joel y Lorette custodiaban la puerta. En caso de que la situación se saliera de las manos, estos últimos, tenían orden de poner pies en polvorosa. «Una lastima que sea así ¡Con lo bien que nos vendría el duende que posee esa chiquilla! O… si estuviera Lilly, eso también ayudaría…»Se lamentó Roxana, con resignación, posicionando el arpa entre su clavícula y su pecho para comenzar a dar los primeros acordes. Después de la explicación que Audrey, tan amable como siempre, le di
Afuera, se podía escuchar el sonido de la lluvia caer sobre el tejado. Afuera de la habitación, él podía escuchar con claridad la vocecita de Tomás jugando con Sernuno, el centinela que le había creado para que se estuviera tranquilo mientras los adultos se preocupaban por cosas que el niño no tenía porqué saber.Mientras tanto, adentro, entre los brazos de Lilly se estaba muy cálido y a gusto. Tanto así que no pudo evitar esbozar una tenue sonrisa al recordar las palabras de Lawrence en aquella mañana:«¿Qué me darás por una yegua y su potrillo?»Se había referido a Lilly y a su sobrino. A Brishen no le cabía dudas de que Lawrence ya estaba al tanto de lo que Xamara había dicho cuando él se interpuso para defender a Lilly. Y, debía reconocer que esa estúpida mala bruja estaba en lo cierto: Ya le había echado el ojo a “la yegua que tenía un potrillo”. Aunque él odiaba con toda su alma esa expresión tan despectiva, la verdad era que deseaba tenerla solo para él.Si por él fuera, le d
—¿Qué pasa contigo, niño?¿Por qué no te mueves?¡Vamos que no tengo todo el día y esta horrible lluvia no me gusta nada!— amonestó molesta Roxana sin dejar de insistir en hacerlo mover del lugar.Lawrence echó la cabeza hacia atrás, en busca de algún posible apoyo por parte de Audrey. Pero tuvo que desistir de cualquier esperanza al darse cuenta enseguida de que este, poco y nada haría por él.«¡Madre mía!¿En qué lío me he metido?»Se lamentó en su interior al verse tan solo contra su propia tía. Ni siquiera Lorette tenía en mente ayudarlo y, en ese momento, se estaba desternillando de risa a sus espaldas. Merecido lo tenía y muy bien lo sabía.«Te lo dije, corazón… tarde o temprano tendrías que afrontar estás consecuencias ¡Vamos! ¿Dónde está mi toro bravo ahora?¡Viéndote así, pareces un chiquillo asustado!¿Y tu valentía?¿Dónde ha quedado?»Intentó pujar Lorette que creía saber con exactitud lo que lo estaba reteniendo de moverse de su sitio. Pero, eso no funcionó. Simplemente, él no
Quizás, cualquiera en su misma situación estaría asustado al ver esa actitud irracional de fiera hambrienta que tenía Lilly. Pero no él, quien conocía de sobra los efectos de los sueños. Por esa razón, solo tenía en mente dejarla hacer lo que quisiera con su cuerpo. A fin de cuentas, el don que él poseía era solo para eso: alimento espiritual. Tampoco era como si pudiera quejarse de algo. A decir verdad, no tenía nada que reprochar. Si había algo que le gustaba era justamente tener a una mujer como ella en ese estado salvaje. De solo pensarlo, la sangre comenzaba a hervirle en las venas. Se incorporó sobre sus codos para poder verla mejor. Sonrió ominoso al verla bajar hasta sus pantalones y buscar con manos ansiosas aquel miembro que ya estaba despierto esperándola con ansias. Rio entre dientes cuando la vio sacarlo de su escondite y tomarlo entre sus manos. —¿Así que men raja estuvo viajando toda la noche y ahora se ha de
Caminaba en penumbras, intentando no perder de vista las faldas de su ti y, puesto estaba, no caerse dentro de uno de esos hoyos que estaban diseminados por todo el suelo de aquel espantoso túnel. La misión, parecía no querer llegar a su fin, pero su paciencia ya estaba al límite. —Explícame de nuevo, batí, porque creo que no te he entendido muy bien — pidió Lawrence impregnando en cada palabra su malhumor —¿Por qué debemos volver a la finca por este camino y no usar el carruaje? Atrás suyo, iba Lorette y, detrás de ella, se encontraba Audrey, junto con Joel, quien cerraba la comitiva con la peor cara de pocos amigos que se le hubiera visto jamás. Lilly y Tomás, se quedaron en la granja al cuidado de Brishen. Roxana no se dignó a responderle. A decir verdad, ni siquiera se dio la vuelta para echarle una mirada de censura. Para ella, no tenía sentido gastar tiempo en ese sobrino quisquilloso suyo. A fin de cuentas, sabía
Esos sueños extraños que ella tanto temía consistían específicamente en ser la espectadora silenciosa de las situaciones más insólitas y descabelladas de las que hubiera tenido ocasión de observar en su vida. Como en ese momento.Tal vez, en esa ocasión, ella fuera una hoja que se desprendía de la rama de un rama de un árbol cualquiera. O quizás, era una libélula. No estaba segura, tampoco le importaba ese detalle. Lo que sí le interesaba el destino desconocido al que se dirigía. A través de sus ojos pudo, vislumbrar algo que le daba la impresión de ser un carromato en medio de un bosque desconocido. Su vuelo mágico, la llevó hacia la ventanilla de este. Al asomar , con timidez, la cabecita por el alféizar, para enterarse de lo que allí ocurría, quedó horrorizada.Allí estaba Xamara, se encontraba boca abajo sobre un montón de mantas desgastadas y sucias. Sobre ella, se encontraba aquel tipo, el que había atacado a Brishen. La estaba poseyendo con brutalidad. A Lilly le resultaba
Último capítulo