Daniela jamás imaginó que su vida daría un giro tan inesperado en tan poco tiempo. Lo que comenzó como una noche de desenfreno con un desconocido, terminó en un torbellino de secretos familiares y verdades perturbadoras. Al llegar a la mansión Vanderbilt, descubre que su madre es parte de una familia polígama y que su mundo de lujos y tradiciones ocultas es mucho más oscuro de lo que parece. Pero nada la preparó para la revelación más impactante de todas: el hombre con el que pasó la mejor noche de su vida no es otro que Víctor Vanderbilt, su oscuro hermanastro y el heredero de la familia. Frío, imponente y con una sonrisa cargada de peligro, Víctor parece disfrutar del retorcido destino que los ha unido. Aterrada por la verdad y la creciente atracción prohibida entre ellos, Daniela intenta huir, sin imaginar que lo hace con la semilla de Víctor creciendo en su vientre. Ahora, con un secreto que podría cambiarlo todo, deberá decidir si enfrentarse a su destino o esconderse de la única persona que jamás la dejará escapar. Porque en la mansión Vanderbilt, nada es lo que parece, y el amor puede convertirse en el más peligroso de los secretos.
Leer másDespués de salir de su escuela, Daniela inmediatamente corrió al trabajo y ya estaba sin aliento cuando llegó. Pero, aun así, ella se puso a trabajar sin descanso porque necesitaba el dinero para juntarlo con su madre, y sobrevivir de alguna manera.
Porque eso es lo que estaban haciendo desde que tenían existencia.
Desde lejos podía ver a su madre, que también trabajaba en el mismo lugar, pero a diferencia de lo habitual, hoy se veía llena de energía y con una sonrisa en la boca. Algo que le hizo fruncir el ceño y pensar.
Finalmente, al terminar la jornada laboral, la madre llamó a Daniela para comenzar a irse del lugar, tomando sus abrigos y le dijo durante el camino:
—Mi Dani, hoy será el último día de nuestra pobre vida. A partir de mañana nuestras vidas cambiarán drásticamente, y te gustará —le afirmó con una sonrisa en el rostro y con mucha seguridad en su voz.
—¿Qué? —Los ojos de Daniela se abrieron.
—Ya lo verás, tengo un novio rico y nos vamos de España mañana mismo.
—¿Qué? Mamá, pero… yo…
—No hay “peros”, ya estoy decidida…
Daniela pensó en todo, todo pasó por su cabeza en ese instante. Su pre-beca, que podía ser un sueño, en Javier, el chico de 24 años con el que había salido durante más de 8 meses, y comenzaba a gustarle, comenzaba a gustarle más de lo que ella creía. En algunos amigos…
Quería quedarse, quería hacer su vida en España. Definitivamente no quería irse.
—No me mires de esa forma, estoy harta de vivir para el día, estoy harta de esta pobreza, estoy completamente harta de esta pocilga, y no, Daniela, las falsas promesas y palabras que recibí de parte de tu padre, fueron las últimas, en definitiva. Así que come, descansa, y prepárate, porque mañana mismo, estaremos dejando toda esta miseria. Punto final…
***
Daniela había llorado toda la noche, aún no sabía la razón de qué era lo que más le dolía, pero cuando ellas se pusieron en el marco de la puerta con apenas una maleta para las dos, escuchó cuando su madre dijo:
—No es necesario llevarnos ninguno de estos trapos. De todas formas, no vamos a necesitar nada de esto.
Y cuando ella cerró la puerta, y vio un auto lujoso delante de ellas, todas las preguntas comenzaron a formarse en su cabeza, sobre todo cuando los tiques de su avión eran más que una primera clase.
Daniela miró a su madre cuando una azafata le ofreció una copa de vino. Tenían una pantalla delante de sus amplios asientos y estaban comiendo una comida, que jamás en su vida habían probado.
Solo esperaba que su madre no hubiese tomado una decisión loca, pero, sobre todo, que no la arrastrara a ella con toda y sus consecuencias.
El tiquete decía Washington D. C., mientras el palpitar de su corazón, resonaba por toda su alma.
Después del vuelo, los autos, y el camino, Daniela dejó caer su quijada cuando una hermosa casa se abría para ellas. Su madre no paraba de dar gritos, mientras ella solo podía temblar al ver todas las cosas.
—¿Tu novio es rico? —Marcela se carcajeó.
—Y eso que esta no es su casa, solo una casa que alquiló para nosotras mientras nos pasamos.
Daniela se giro de golpe.
—¿Pasarnos? ¿dónde?
—Es una ciudad muy bella, ¿no crees? Mira la vista… —Marcela intentó cambiar el tema. La verdad es que cuando su hija supiera la realidad de todo esto, iba a querer salir corriendo.
Entonces miró que su hija solo asintió caminando por la enorme casa.
—¿Cuándo me vas a decir de qué se trata todo?
—Hoy por la noche… —Daniela frunció el ceño cuando vio una percha en sus manos forrada en una tela finísima.
—¿Qué es?
—Nuestros vestidos. Hoy conoceremos a la familia de Titus.
—¿Titus? ¿Titus, qué?
—Ya lo sabrás…
—¿Es muy grande su familia?
—Lo es…
Daniela se sintió un poco tímida, pero no tenía algo para decir. De hecho, su madre no le había preguntado ni había hecho caso a su opinión. Así que no podía decir alguna cosa al respecto.
Ambas se arreglaron la una con la otra, ella llevó un vestido color turquesa, mientras su madre se vistió de blanco. Y Marcela odiaba el blanco, así que no sabía mucho sobre lo que estaba pasando.
A las ocho de la noche fueron buscadas por una limusina, y Daniela solo se cruzó de brazos, sabiendo que esto no tenía sentido. Parecía como si un día se hubiese dormido, y hubiese entrado en un sueño profundo.
—Mamá, ¿realmente estás segura de esto? —Marcela tomó su mano, y luego la besó.
—Completamente.
Cuando las puertas de la limusina se abrieron, la mandíbula de Daniela no era tan grande para abrirse como debía. Pues la mansión, enorme y extremadamente lujosa, que estaba frente a ella, la dejó totalmente en shock.
—Esto es…
—Será nuestro hogar… —Su madre murmuró excitada, mientras un hombre, que era gigantesco, las escoltó hasta la puerta.
—Bienvenidas…
—Gracias… —Marcela sonrió al hombre y tomó la mano de su hija para entrar a esa grosería de mansión.
Daniela estaba caminando, pero sus pasos se vieron ralentizados, cuando un montón de gente, estirada, rica, y extremadamente arreglada, comenzaron a escanearlas a ella y a su madre, de pies a cabeza.
Había una mujer un poco mayor que su madre que le enviaba una sonrisa, algo falsa. Junto a ella, dos chicas, una como de su edad, con los cabellos decolorados, y otra un poco más seria que la escaneó como si fuera un bicho. Luego de las escaleras, de forma elegante, un hombre mayor, con algunas canas en la cien, bajaba con una enorme y sincera sonrisa.
—Bienvenidas… —abrió los brazos y Marcela se despegó de ella, para besarlo en la boca.
Y fue un shock enteramente para Daniela.
—Mi amor… —El hombre tomó sus mejillas, y luego puso una mano en su cintura—. ¿Cómo estuvo tu viaje?
—Maravilloso.
—Me alegra escucharlo.
Daniela frunció su ceño. Su madre usaba un tono y un acento que no era lógico para sus oídos. Ambas sabían inglés, pero ella parecía hablar como un gatito maullando, en vez de su madre.
—Dime que esta hermosura, es Daniela… —ella parpadeó varias veces al escuchar al hombre, se estaba adaptando al idioma, y miró al tipo que también la miró con ojos brillantes—. Eres preciosa… mucho.
Marcela carraspeó haciéndole ojos a Daniela, y ella se acercó de forma obligatoria para tomar la mano de un hombre totalmente desconocido.
—Él es Titus, mi niña, mi futuro marido.
Daniela se giró hacia su madre abriendo mucho los ojos, pero el apretón de su mano, no la dejó decirle con los ojos lo que quería.
—Titus Vanderbilt, pequeña, tu futuro padre también, y dueño de esta hermosa familia… —Daniel pasó un trago cuando, en vez de su madre, el hombre la acercó a esas mujeres que no parecían contentas con su llegada.
—Estas son mis hijas, Sofía, la menor de todas, y Amelia —Daniela hizo un asentimiento mientras Sofía se rio.
—Parece muy nerviosa.
—No tiene por qué estarlo… Ella es Antonella… mi mujer también —y cuando Daniela escuchó la palabra “Mi mujer también”, ella ni siquiera pudo pasar la saliva.
—Pensé que Víctor estaría aquí, junto a su madre… —Marcela interrumpió sin mirar a su hija, y Daniela la escuchó, pero estaba demasiado aturdida como para procesarlo.
—Mi hijo mayor, sí, lo conocerán luego, tiene asuntos, todos saben que pronto cederé mis negocios a él, así que, pueden imaginarse el trabajo.
La respiración de Daniela era mucho, ¿esa madre que faltaba también era mujer de ese hombre?
¿Qué estaba haciendo su mamá? ¿En qué se había metido?
—Vengan, vamos, hay una cena para ustedes.
Titus llamó a sus asistentes para la mesa, pero Daniela no pudo moverse del sitio hasta que su Marcela tomó su mano.
—Camina, caramelito, no nos hagas quedar mal…
Ella la miró con los ojos rojos llenos de reproche, pero Titus fue más rápido tomando la cintura de su madre para ponerla a su lado, y luego a esa mujer llamada Antonella, para ponerla a su otro costado y comenzar a caminar directo a la mesa.
Ahora Daniela no quería que el tiempo pasara, ni mucho menos descubrir, lo que le faltaba por saber…
Había pasado un año desde la muerte del Nonno Lorenzo, pero la villa Machiatti no parecía estar de luto. El tiempo, lento y sabio, había hecho lo suyo. Los jardines estaban floreciendo de nuevo.Un año desde que la vida se partió en dos, y luego, como por instinto natural, comenzó a armarse de nuevo.Italia les había dado algo más que tierra y legado: les ofreció raíz.Por la mañana, la mansión se despertaba al ritmo de la rutina. Melissa salía temprano hacia el estudio de diseño, donde ya dirigía proyectos, y se había vuelto íntima de Gianni. De hecho, su nombre era marca y talento en todos sus diseños.Ángela, por petición de Bruno, se había quedado en la mansión con Aurora, y para Melissa, era lo mejor que le había pasado. Convivir con ellas era siempre reír, y tener diversión en sus ratos libres, sobre todo, porque Aurora y Ángela, habían hecho un vínculo muy especial con Luca.Luca, ya estaba en la escuela. Una escuela muy costosa, pero que había quedado como la horma para el zapa
La sala principal de la villa Machiatti nunca había estado tan silenciosa. A pesar del murmullo de conversaciones previas y de los pasos arrastrados de quienes aún procesaban el luto, el anuncio de que se leería el testamento del Nonno Lorenzo esa misma noche había paralizado a todos como un conjuro inesperado.Bruno bajó con Melissa a su lado, aun con el rostro ensombrecido por el luto, pero con el porte firme.—¿Por qué tan rápido? —susurró una de las tías desde el fondo.—Ni siquiera hemos terminado de llorarlo… —añadió Laura.—Esto es una falta de respeto —dijo alguien más, apenas disimulando el enojo.Pero cuando Bruno cruzó el umbral, todos se callaron.Melissa lo notó al instante: no era miedo, era reconocimiento. El nieto preferido del Nonno había llegado y traía en sus pasos la sombra del patriarca. Detrás de él venía un hombre delgado, con un maletín de cuero y lentes gruesos, que se presentó sin adornos:—Mi nombre es Giulio Ferrini. Soy el notario personal de Lorenzo Machi
La noticia del fallecimiento del Nonno se esparció como un susurro sagrado por toda Italia. No solo era un patriarca; era una leyenda viva entre las familias tradicionales del norte, un símbolo de honor y fortaleza y, en menos de veinticuatro horas, su nombre estaba en boca de todos los que lo habían conocido, amado, temido o respetado.El día del funeral amaneció con un cielo blanco, espeso, como si la niebla hubiera decidido arropar el mundo en un abrazo silencioso. Las campanas de la iglesia resonaban con una lentitud ceremonial, atravesando las callejuelas antiguas de la aldea donde el Nonno había nacido y, como deseaba, sería enterrado.La familia estaba reunida, no solo los más cercanos, no solo los de Milán. Después de su velorio, se acercó gente desde Palermo, Roma, Nápoles, incluso desde Sicilia y Calabria. Viejos amigos, hombres de negocios, clérigos, campesinos que habían trabajado para él… todos querían despedirse, porque todos sabían que se marchaba un pilar.La villa est
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando regresaron a la villa, con la piel dorada por el mar y la risa aun resonando en sus labios. Melissa se recostó en la cama, exhausta, pero feliz, mientras Bruno caminaba hacia la cocina para abrir una botella de vino. Su rostro, hasta entonces relajado, se tensó de inmediato cuando su teléfono vibró insistentemente sobre la barra de mármol.Miró la pantalla y, al leer el nombre que aparecía, su expresión cambió. Contestó en italiano, con voz baja y grave, como si el mundo se hubiera detenido, y Melissa, desde la habitación, sintió la diferencia antes siquiera de escucharlo hablar.Se incorporó, con el cuerpo aún húmedo por el baño que compartieron, y caminó lentamente hacia él.Bruno no se movió al verla. Mantenía la mirada fija en la nada, con la mandíbula apretada, mientras la voz del otro lado de la línea decía más de lo que él estaba dispuesto a aceptar y colgó sin decir una palabra.—¿Qué pasó? —preguntó Melissa, con el corazón a
El sonido suave del mar chocando contra las rocas fue lo primero que Melissa escuchó al despertar. El viento acariciaba las cortinas blancas que flotaban como fantasmas pacíficos en la habitación iluminada por la luz dorada del amanecer. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el de las flores frescas que adornaban la villa.Y en medio de esa escena, que parecía robada de un sueño, estaba Bruno, en la terraza, con el torso desnudo, de pie, con una taza en su mano, mientras el aire mecía su cabello.Melissa intentó levantarse, pero todo el cuerpo le dolía. Habían tenido una noche demasiado excitante, en la playa, en la arena, en el baño y finalmente en la habitación.Estaba considerablemente exhausta, pero se esforzó en levantarse y caminar descalza hacia él. Sus brazos le rodearon por detrás y él se estremeció al sentirla, dejando la taza en el muro y abrazándola con todo su cuerpo.—Dormiste como si hubieras dejado el alma descansar por primera vez —murmuró Bruno contra su cue
El aire en los jardines de Villa Erba estaba cargado de emociones, copas de champán y carcajadas entre invitados. Pero había momentos que quedaban suspendidos, como fotografías vivas entre la multitud, y Melissa aprovechó de hacerse todas las fotos que fuesen posible en su día.En un instante, casi cuando el atardecer se hizo más naranja que en cualquier otro momento del día, Lorenzo, el nonno, pidió un momento delante de todos, para hablar.Y aunque sus ojos y rostro no lo registraban, estaba muy emocionado de que su sueño se cumpliera con respecto a Bruno.Bruno rodeó a Melissa por la cintura mirando al nonno y todos guardaron silencio al ver que el abuelo se estaba tomando el tiempo.—Esta unión, más allá de un contrato o promesas humanas, está sellada por algo más profundo… —dijo con voz clara—. Bruno… mi hijo… mi sueño siempre fue verte así, completo. —Bruno asintió con una sonrisa para el abuelo, pero a la vez, pasó un trago difícil—. Melissa… este es mi muchacho, y así como est
Último capítulo