Catalina D'mario siempre ha sido rechazada por su familia. Su madre, su padre e incluso su hermana se burlan de ella con frecuencia por su aspecto y su peso. Siendo su hermana mucho más delgada y hermosa que ella, sus padres la comprometen con Alessandro Visconti, hijo del Padrone de la mafia y heredero de dicha organización. Sin embargo, a última hora Cecilia se escapa de su boda y ante la falta de la novia que le prometieron, Alessandro toma por esposa a la hija que queda. Un matrimonio por conveniencia nunca es fácil, y menos cuando sabes que solo eres la segunda opción. Sin embargo, ¿llegará a amar Alessandro a Catalina o se interpondrán entre ellos Alessander (su hermano gemelo) y la propia Cecilia?
Leer másLa Primera vez que oí hablar del prometido de mi hermana,fue durante la cena en un restaurante al que nuestros padres supuestamente nos habían llevado para celebrar mi graduación de la universidad.
— Su nombre es Alessandro Visconti.— Anunció Cecilia con evidente altanería.— y es el hijo de la dueña de la agencia para la que trabajo.
Me mordí la lengua.
Durante toda mi vida, mi hermana menor siempre me había opacado. Era ella siempre la más bella, la más reconocida y a la que más perseguían los hombres.
Yo había estudiado una carrera, porque como siempre decía mi madre " lo mío era la inteligencia, no la belleza" y ella era modelo para la casa de modas Almaz, la más prestigiosa de toda Italia.
Yo tenía veinte años y Cecilia diecinueve cuando anunció que se comprometía.
Mis padres la felicitaron por aquello, pero no me sentí feliz, porque una vez más ella acaparaba la atención y mi terminada carrera universitaria no parecía gran cosa ante la futura boda de mi hermana con completo desconocido.
— Se cree que esa familia tiene nexos con la mafia.— Susurré. — ¿estás segura de que quieres casarte con ese hombre?
Cecilia rodó sus ojos, y me dirigió una mirada afilada.
— Lo qué sucede, Caty, es que estás envidiosa.— acusó ella.
— ¿Envidiosa?
— Lo estás y no puedes ocultarlo. Mírate, con esa gordura y vistiendote de forma tan horrible, ¿cómo vas a atraer la atención de un hombre?
Comprimí el mentón y contuve el aliento, para no ponerme a gritar justo allí.
— Tu hermana tiene razón, Catalina. Si cuidaras tu aspecto personal e hicieras dieta, tal vez serías tú la comprometida para casarte.— Susurró mi madre por lo bajo, mientras mi padre ordenaba traer una botella de champán.
Continué sonriendo falsamente durante el resto de la noche, mientras ponderaba que mis padres ni siquiera conocían al tal Alessandro Visconti y sin embargo eso no los detenía a la hora de levantar sus copas y brindar.
***
—¿Y realmente sientes envidia? — me preguntó mi terapeuta sin rodeos.
—No lo sé. — yo siempre había sido sincera con ella.
—¿Qué quieres tú, Catalina, para ti? —me presionó la doctora. Sabía que había llegado el momento de hacerlo. Yo estaba preparada.
—No lo sé —repití, pero la doctora sospechaba que no era cierto.
—Sí que lo sabes. Deja de preocuparte por tu hermana. Piensa en ti. ¿Por qué has vuelto aquí? ¿Qué es lo que quieres tú?
Los ojos de Catalina se llenaron de lágrimas al oír esa pregunta. Sí que lo sabía, solo que le daba miedo decirlo en voz alta, e incluso reconocerlo ante sí misma.
—Quiero una vida —dije en voz baja—. Quiero a un hombre en mi vida.Quiero lo que tiene mi hermana. La diferencia es que yo sí soy lo bastante mayor para tenerlo, pero nunca lo conseguiré. — mi voz sonó más fuerte de pronto, y me se sentí más valiente al seguir hablando—: Quiero un amor, un hombre, y quiero perder doce kilos antes del próximo junio, o por lo menos diez.
Eso lo tenía muy claro.
—¿Qué sucede en junio? —se extrañó la psiquiatra.
—La boda. Seré la dama de honor. No quiero que todo el mundo me tenga lástima porque soy un desastre de persona. No quiero ser la hermana solterona y gorda. No es ese el papel que quiero hacer en su boda.
—De acuerdo. Me parece justo. Tenemos un mese para trabajar en ello.Yo creo que es un plazo muy razonable —comentó la doctora Wilson, sonriéndome—. Nos enfrentamos a tres proyectos. «Una vida», has dicho, y tienes que definir qué significa eso para ti. Un hombre. Y tu peso. Hay que ponerse manos a la obra.
***
Aquel verano en casa, a la espera de la boda de mi hermana, fue agridulce para mí en muchos sentidos. Mis padres se mostraron más cariñosos conmigo de lo que lo habían hecho en años, aunque padre volvió a presentarme a un socio de la empresa como "nuestro hermoso error".
Sin embargo, también dijo que estaba orgulloso de mí (y más de una vez),lo cual me sorprendió, porque jamás había imaginado que padre sintiera eso. Mi madre, aunque no llegó a decírmelo abiertamente, también parecía triste ante la idea de mi regreso a Roma.
Con todo, sentía como si para todos nosotros ya fuera demasiado tarde. Estaba dejando atrás mis años universitarios, y me preguntaba por qué habían desperdiciado mis padres tantísimo tiempo, fijándose solo en lo que no debían: mi aspecto, mis amigas o la falta de ellas.
Mi peso siempre había sido su principal preocupación, junto con lo mucho que me parecía a nuestra bisabuela, a quien yo no conocía ni tenía la intención de conocer, solo porque teníamos la misma nariz y el mismo cabello castaño , mientras que mi padres y hermana eran rubios.
¿Por qué a mí familia le importaban tanto cosas que eran insignificantes? ¿Por qué no habían estado más cerca de mí, por qué no habían sido más afectuosos y me habían apoyado más? Ya no tenían tiempo para tender ese puente que debería haber existido entre nosotros pero que nunca nos había unido.
A pesar de haber vivido con ellos toda mi vida, eran prácticamente desconocidos para mí, y no lograba imaginar que eso pudiera cambiar algún día.
Me marchaba de regreso a Roma con la intención de comenzar a trabajar quedarme allá y tal vez nunca volver a vivir con ellos.
La libertad, seguía siendo mi sueño. Regresaría a casa por vacaciones, vería a mis padres en Navidad y Acción de Gracias, o cuando ellos fueran a visitarme, si es que lo hacían.
Sin embargo, ya no había tiempo para acumular a toda prisa el amor que deberían haberme dado desde un principio. Creía que mis padres me querían, porque al fin y al cabo eran mis padres y había vivido con ellos durante veinte años.
Pero Mariano se había reído de mí toda mi vida, y Celeste siempre se había sentido decepcionada porque no era hermosa, se quejaba de que era demasiado lista y me explicaban que a los hombres no les gustaban las mujeres inteligentes.
Mi infancia junto a ellos había sido como una terrible maldición. Y, muy pronto, al terminar el verano me marcharía aunque me decían que iban a echarme de menos. Sin embargo, al oír aquellas palabras, no podía evitar preguntarme por qué no me habían prestado más atención mientras había vivido allí. Ya era demasiado tarde.
Aquella noche salimos todos juntos a cenar fuera, a un restaurante muy agradable donde encontramos a varios compañeros de trabajo de mi padre.
Supuestamente, el prometido de mi hermana se nos uniría allí, pero ya eran las nueve de la noche y aún no llegaba.
— ¿Le has llamado, cariño?— interrogó mi madre por decimoquinta vez.
— Sí, madre. Lo hice. Me dijo que ya estaba en camino.
Mientras tanto, yo me retorcía en el asiento, prácticamente muerta de hambre y con la vejiga a punto de estallar. Para hacer algo de tiempo, me había dedicado a beber a vaso tras vaso de agua y estaba cosechando las consecuencias de mi propia estupidez.
Estaba a punto de levantarme de la mesa para ir al baño a liberar mi pobre vejiga de la terrible tensión que la atormentaba, cuando lo ví llegar.
Estaba más alto de lo que recordaba, su negro y lustroso cabello más corto y peinado hacia atrás. Su rostro tenía una expresión aún más severa y sus facciones eran mucho más duras que hacía de años, pero era él.
Me quedé helada. Pegada en la silla y con las manos aferradas firmemente a los bordes de la misma.
— Perdón por llegar tarde.- susurró en aquella voz gruesa, de tono bajo y gutural que me había enamorado con tanta facilidad.
Cecilia se puso en pie con lentitud el rodeó sus caderas con sus brazos y depositó un lento beso en su mejilla, mientras yo apretaba los ojos tan fuertemente que mi vista se tiñó de rojo.
— Familia querida, les presento a Aless Visconti, mi prometido.— anuncio mi hermana y yo me tragué un gemido de dolor.
Porque tres semanas después ella iba a casarse con el único hombre que yo había amado en toda mi vida.
A partir de esa nefasta madrugada, Catalina nunca volvió a tratar a Alexis de la misma manera. No es que fuera abusiva con él, ni que lo maltratase, sino que se enfrió en ella gran parte de su amor maternal. Y tampoco es que a Alexis le doliera mucho que su madre ya no intentase abrazarlo constantemente, o besarlo e incluso forzarlo a relacionarse con otros chicos de su edad. Con el cambio en Catalina, se puede decir que él logró respirar aliviado por primera vez desde su nacimiento. *** Con el paso de los meses las tensiones dentro de la organización se iban haciendo cada vez más evidentes. Nadie se responsabilizaba por lo ocurrido en Italia y muchos detractores del mandato de Viktoria comenzaron a murmurar que había sido ella quien había orquestado el golpe. ¡Pamplinas! Vicky tenía asuntos más serios de los que preocuparse. Sin embargo, el constante murmullo y el creciente descontento la obligaron a prestar atención a las habladurías. Si bien era cierto que su primo Sandro Visc
Catalina logró frenar las intenciones de Sandro de entrenar a Alexis hasta que el niño cumplió los ocho años, y aunque Caty creyó que la experiencia de aprender a disparar y someterse a entrenamientos con artes marciales le resultaría traumático, por el contrario, al niño pareció encantarle todo aquello. El pequeño continuaba siendo sobresaliente en sus materias escolares, pero no tenía amigos. Prefería mantenerse apartado y en vez de salir a jugar en los recreos, adelantaba las tareas para no tener que hacerlas en su casa. *** Una noche, cuando Alexis ya tenía díez años, ocurrió un suceso que marcaría para siempre a la familia Visconti. Rompiendo una ventana del segundo piso, se coló en la casa un ladrón. Aunque los trabajadores de la hacienda juran y perjuran que era un asesino. Fuera cual fuera la verdad, el intruso tuvo muy mala suerte. Porque Alexis estaba despierto. Por aquel entonces, el niño se deleitaba en permanecerse y despierto hasta altas horas de la madrugada, leye
Seis años después: —Necesito que vengan conmigo a España— anunció Sandro mientras cenaban una noche. —¿Por qué?— interrogó Sander, llevándose el tenedor lleno de espaguetis a la boca. Últimamente, a la sumisa le estaba dando por intentar engordarlos a todos. Sandro lo miró de soslayo. —El español con el que estoy negociando por el vino me da mala espina. —Sí, bueno…es el Líder de la mafia en ese país, y según dicen es un tipo bastante peligroso. He oído decir que escapó de la cárcel de doble K en España. —¿Doble K?— interrogó Catalina. —Kyle y Killie, sin primos nuestros. Digamos que se han pasado toda la vida, eh…amaestrado prisioneros en España.— explicó Sandro. Catalina abrió los ojos como platos. —Es una verdadera pena que los terrenos donde estaban tus viñedos hayan quedado inservibles hasta dentro de cuatro años más y que te veas forzado a importar un vino que buen podrías estar produciendo tú — suspiró ella, cambiando el tema con rapidez— ese sujeto que modifico el hong
La inauguración de la exposición de Sander coincidió con que Alexis cumplió los tres meses.Y fue un total éxito.Catalina arribó a la galería sin saber qué esperar, pero se quedó pasmada de asombro al comprobar, que una vez más, ella era el centro de las obras allí expuestas.—¿Qué te parecen?— la interrogó Sander, sonriente y ella no supo que responder, estaba sin palabras.La exposición “Madre” mostraba obras en que Sander la representaba sosteniendo al bebé y sonriendo, o simplemente acunándolo para dormir, cambiándolo de ropa, dándole el pecho o haciendo cualquier otra cosa trivial que involucrase al bebé.La crítica aplaudió la técnica y los colores pastel conque había sido hecha la mayoría de las obras. En los periódicos aparecerían reseñas positivas como una que le gustó bastante a Caty, en la cual se leía: ‘’En lo que “Musa” había sido un viaje sicodélico y apasionado, caminando en un culto a la feminidad y a la formas del cuerpo de la mujer, esta nueva entrega brindaba la c
—Tengo reuniones hasta medio día; no creo que pueda volver a tiempo para el almuerzo, pero quiero que cenemos juntos, — anunció Alessandro— me gustaría que hicieras estofado de carne para cenar, Katya.—Sí, señor— la sumisa hizo un saludo militar y él salió a toda prisa.Caty exhaló un suspiro. Sander bajó las escaleras y fue hacia Alexis, quien ya gorjeaba, acostado en su cestica.—Hola, campeón—le canturreó Sander dulcemente, entrando a la cocina. El bebé lo miró fijamente, arrugó el rostro y empezó a berrear.—OH, - dijo Sander, tomándolo en un intento desesperado por consolarlo—. Creo que te extraña.—¿ Tú crees?- preguntó Catalina en tono burlón— creo que más bien te encuentra extraño, sería lógico que fuera así, porque el niño no te conoce.—Lo que sucede es que lo mimas demasiado— se defendió Sander, meciendo al pequeño. — tú y ese circo de mujeres que pasa constantemente por aquí lo tienen acostumbrado a estar en brazos, de seguro no soporta ni cinco minutos en su cesta.—Eso
Varias semanas después, cuando Caty terminaba de bañar y vestir a Alexis, sonó su teléfono móvil. Era Ivanna.— Perdona, prometí ir por la casona a pasar un tiempo contigo y con mi sobrinito pero...No sé qué me pasa esta mañana –dijo, haciendo una pausa para respirar hondo–, pero me siento fatal –. O más bien siento ganas de vomitar. El mundo me da vueltas y ..–Oh, pero Ivy, ¡eso es genial!–¿Estás loca?–No. Creo que estás embarazada. ¿Se te ha atrasado el período?–¿Embarazada?—Yo me sentía igual las semanas antes de hacerme la prueba. Ivanna guardó silencio un momento.–¡Oh, Dios mío! Puede que esté embarazada.–Sí –rió Catalina–. Y ahora creo que deberías volver a la cama.–Antes llamaré a alguien para que me consigan una prueba de embarazo. ¡Demonios! Estoy embarazada y ni siquiera me he casado con Michael.— Oh, no creo que sea un problema— Caty miró a Alexis, quien se entretenía mirando los avioncitos del juguete móvil que estaba suspendido justo sobre su cabeza; había dorm
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