Debora se obsesiona perdidamente con su atractivo vecino, convencida de que ha encontrado al hombre perfecto. Después de una noche de pasión que creía ser el comienzo de algo especial, Debora descubre con horror que está embarazada. Con el corazón en la mano, decide confesarle la noticia a su vecino, solo para ser devastada por su cruel abandono. Él la rechaza sin piedad, revelando fríamente que tiene una novia y que nunca tuvo intenciones de comprometerse con ella.
Leer másEran las ocho de la noche y Débora apenas salía de su trabajo, como de costumbre solía salir a las seis pero debido a las alzas que ha generado la empresa, su tiempo de labor se extendió.
La vida de aquella mujer era muy infeliz. Excepto a las doce de la madrugada; Era la hora perfecta para saciar sus necesidades, en este caso; Espiar a su vecino de enfrente.Debora se sentía muy atraída por aquel hombre, tanto que imaginaba besando sus labios y aún más que eso, la pobre se masturbaba mientras se hacía fantasías en su pequeño mundo amatorio, en dónde era azotada y embestida por su vecino a quien ella le apodo; señor arrogancia.Debora era una mujer poco social y con un look no tan llamativo, tenía muchos pretendientes los cuales rechazaba constantemente, por qué no perdía la esperanza de que se volviera a repetir la noche en qué su vecino de enfrente la hiciera suya por segunda vez.–No sabes cuánto me encantas, hombre indomable–Chillo sin espabilar. Emocionada por lo que acostumbraba ver, su teléfono timbra y eso hace que ella hiciera un chasquido con su boca–¡Demonios!–Se quejó sin quitar la mirada de su confidente ventana–Justo cuando él se va a desnudar para ir a dormir suena el maldito teléfono.Ignorando el teléfono, vio cómo el hombre se quitaba lentamente su chaqueta, su lacio cabello el cual era rubio deslumbraba a través de los lujuriosos ojos de Debora, luego procedió a quitar su franela, dejando ver sus bien marcados pectorales y abdominales.El hombre siempre tenía la costumbre de quitar toda su valiosa ropa antes de ir a la cama, eso hacía que Debora deseara con más ansias a aquel varón.Sus pupilas se dilataron ya que él se había quitado su boxer, listo para que ella contemplará esa figura de museo, gruesa y venosa, era el tamaño perfecto.–Aquí vamos con otro éxtasis–Susurra. De inmediato su clitor*x empezó a manifestar esa sensación deliciosa que a ella le encantaba, la cuál satisfacía con su vibrador.Abrió sus piernas lentamente y en movimientos lentos se comenzó a acariciar mientras veía al hombre de sus sueños.Sus ricos gemidos hacían eco dentro de su pequeño departamento, ella estaba segura ya que las paredes de su habitación estaban diseñadas para no filtrar ruidos.Sus picos se empezaban a tornar duros como piedras y su saliva estaba más espesa, en ese momento lo único que quería era sentir siquiera la voz de ese hombre cerca de su oído…Llevó su mano derecha hacia uno de sus melones y empezó a frotarlo en círculos, luego aceleró su vibrador y lo colocó en su campanita a todo potencial.Pequeños corrientazos hacían estremecer a Débora.Metió dos de sus dedos dentro de su sexi privacidad y estimulaba su proceso, en cuestiones de segundos sus fluidos indicaban que Debora ya había tenido su más deseado clímax.Se tumbó a la cama intentando controlar su respiración. Estaba agitada y empapada de sudor.–Otro rico orgasmo–Exclamó con voz cansada y apagó su fiel amigo: el vibrador.Cerró sus hermosos ojos para terminar de ver a su amado mediante sus sueños.(***———***)A la mañana siguiente, se levantó de un brinco y de inmediato se asomó a la ventana, y lo primero que vio fue a su vecino mientras esparcía su perfume encima de su chaqueta.-Serás mío nuevamente-masculló sin quitar la necia mirada.El hombre tenía unas largas piernas y un sexi cuerpo que se podría considerar un cuerpo de modelo.Sin darse cuenta, ella estaba obsesionada con este hombre, el cual llevaba pocos meses viviendo en la zona.Debora llevó a su boca un mechón de pelo y lo mordió, estaba tan ansiosa por saber más de este hombre.Su corazón se detuvo luego de ver cómo su vecino abandonaba su apartamento.Miro hacia abajo esperando que este saliera por completo para tomar su moto e irse.Debora aún sentía las caricias del hombre sobre su delgado cuerpo, y de inmediato sus vellos se elevaron dejando su piel de gallina.Sacudió su cabeza y se dirigió hasta el baño para hacer sus necesidades, ya bañada decidió tomar lo primero que vio en el closet, ella era despreocupada a la hora de vestir, porque sabía que todo lo que su cuerpo llevará le quedaba perfecto, sin colocar siquiera un poquito de maquillaje en su pálido rostro, fue a la nevera y tomo solo una manzana la cuál era suficiente para calmar su hambre.Llegó a la empresa un poco más temprano y se tumbó en su escritorio, estaba sin ánimos y lo único que quería era dormír.–Anoche me acosté tarde, me duelen los ojos–Estos tenían bolsas negras y se podía notar que ella no tuvo una buena noche sin embargo tenía que trabajar y no existía lamento en su diccionario.–¿Amiga adivina a quién vi?–Gritó Angela mientras palmeaba el asiento de Débora.–Oye, baja la voz–masculló Debora mirando de lado a lado.–Está bien–Respondió Angela de manera petulante.–Ahora si, ¿A quien viste?–Dijo Débora mientras soltaba un suspiro de fastidio.Angela una chica extrovertida, de contextura gruesa y piel mestiza, era la mejor amiga de Débora, ambas se conocieron en la universidad.-Alejandro, sí amiga, lo ví-respondió Angela con los nervios de punta.-Está bien. ¿Y qué quieres que haga? Él te dejó por otra, amiga entiende, él no te ama.-Lo sé, pero quizás haya una oportunidad.-No, no va a ver más oportunidades, entiéndelo-dijo Débora con enojó.-Señoras estamos en horas de trabajo-Bramó su jefe, el cual no estaba muy agusto con el rendimiento de Angela. Ya que estaba un poco distraída.Ambas se enfocan en sus planos y sin lugar a dudas Angela se reía de la panza de su jefe, hasta apodo le colocaron, le decían Peppa pig.-Ya es hora del almuerzo, tengo que llamar a papá él debe de estar enojado, anoche no le respondí el teléfono, estaba ocupada contemplando mis ojos.El padre de Débora es Tayyar Lember; más conocido como el demonio, por su forma tan gruñona se ha ganado semejante apodo, actualmente es el presidente de una empresa de autos que heredó de su padre, Yusuf.Debora jamás quiso entrar en los negocios familiares, desde pequeña soñaba con cumplir sus dieciocho años y poder irse a Canadá, al menos allá podía estudiar su carrera de diseño gráfico, le gustaba el ambiente frío y una vista hermosa, y vaya que lo cumplió.-Hola papá.-Hija por Dios, ¿Qué pasa con tu teléfono?.-Nada, es solo que he estado ocupada.-Te estás cuidando, ¿Verdad?-Aquí vamos otra vez, mi padre está obsesionado con eso de los anticonceptivos.-No, no lo estoy-colocó los ojos en blanco.-Ya estás muy grande, tienes veinticuatro.-Esta bien, prometo cuidarme.-Hija, por favor, regresa a Estambul, acá podrás administrar hoteles-La familia de Debora era reconocida a nivel internacional, los Lember; una de las familias más adineradas de Estambul, pero claro, Debora quería empezar desde cero, todo bajo su sudor, a ella no le gustaba vivir con sus padres, al menos no quería ser una carga más como lo son sus hermanos gemelos, Noah y Noor. Ambos tienen quince años.-No padre, no lo haré.-Está bien hija, eres más terca que tú madre Dilara.-Por algo somos madre e hija-Debora ríe a través del teléfono.La conversación con su padre acabo, por ende almorzó junto a su amiga, ambas platicaban acerca de una fiesta que se iba a realizar mañana. Débora no estaba tan segura en ir, tenía que terminar los diseños de un apartamento que estaba dibujando.-Vamos amiga, no seas tan entregada a tu trabajo-ruega Angela jalando de la arrugada camisa de Debora.-Está bien, pero me tienes que ayudar a terminar el plano-Angela pego un grito al cielo. Claro era de esperar, la mojigata de Debora la cuál no solía salir estaba apunto de irse de rumba con su alocada amiga.La noche llegó y con esta la voz del líder de su grupo, en este caso Jeremy.Chicos tenemos que terminar este trabajo, de esto depende nuestro salario, no quiero excusas, todos a trabajar está noche.Ambas salieron del trabajo, por su parte Angela se fue en un taxi, mientras que Débora decidió irse caminando, su apartamento estaba a unas cuantas cuadras.Miró su reloj y eran las díez de la noche, faltaba poco para ver a su hombre indomable, se imaginó teniendolo acostado todo desnudo mientras que lo llenaba a beso.Ella no entendía el porqué regresaba a casa a las doce de la madrugada. Lo único que sí sabía es que folla súper delicioso.Mordió su labio inferior con fuerza, luego de recordar esa noche, esa noche en la cual la hizo suya por primera vez.Debora llegó a casa un poco cansada, hoy no había sido un día bueno, cada vez que hablaba con su padre, se sentía la peor hija del mundo, luego de haber tomado la decisión de marcharse de casa.Se sentó en el sofá y con una mirada necia, apuntó para la ventana de su enamorado, las luces estaban encendidas, lo cual indica que alguien está dentro de la habitación.Las cortinas estaban cerradas, eso era extraño, él siempre las dejaba abiertas.—Señor, usted está cometiendo un grave error—le digo tratando de hacerlo caer en razón. —No, en realidad mi objetivo eres tú, Céline de Macalister.. Mis vellos se erizaron de punta a punta. —Estás mal de la cabeza, no me llamo Céline, me llamo Jimena—trato de mentir. Pero eso hizo que el hombre de ojos verdes soltara una risita. —No eres tan lista como aparentas—se acercó a mí, y me tomó de la cintura—Vamos. Me niego a caminar, y él me hace caminar de un suave empujón. —¡Ah duele!-me quejé, en realidad mis rodillas están lastimadas. —¿Qué pasa?—Me pregunta el hombre de ojos verdes con voz preocupante. Mis rodillas temblaban incapaces de moverse. Solo sentí un líquido recorrer por mis pantorrillas. El hombre me soltó, y llevó su mirada hasta mis piernas, alzó mi falda lentamente. En cuanto vio mis heridas, su rostro se enfureció como el mismo Tasmania. —¡¿Cómo dejaron que se lastimara!?—gritó enfurecido buscando una buena explicación. —Señor, ella se cayó—dijo la chica en
—Otro día agotador —farfullé sin perder el ritmo de mis pasos. En realidad, quiero llegar rápido a casa para decorar la habitación de mi novio, Alex Macalister. Acaba de regresar de un importante evento; es un futbolista brasileño. Sin duda, es muy guapo, con una mirada impactante. Cada vez que pienso en él se me hace agua la boca.El fuerte sonido de un auto relinchante me sacó de mis pensamientos. Mis ojos se abrieron al ver a tres personas interponiéndose en mi camino; uno de ellos era una chica.—¿Les puedo ayudar en algo? —pregunté de manera divertida.Ellos se miraron entre sí y asintieron con la cabeza.—Es ella —avisó la chica a los dos hombres que la acompañaban.Miré a ambos lados, sin darle mucha importancia al asunto. Pensé que era una broma y solo solté una risa nerviosa.—Ja, ja. Amigos, sé que es una de esas bromas para YouTube.De repente, uno de los hombres me agarró de las manos, dejándome inmóvil.—¡Ayuda! —grité, sintiéndome asustada.—Haz que se calle de una vez,
Todos se estaban alistando para ir de picnic con los abuelos Lember. Esperanza, sin embargo, estaba algo enojada, pues toda la atención se centraba en su pequeño hermano Jarvin. Cruzada de brazos y apoyada en la pared, no quería que nadie saliera de casa. Su padre, Jarli, se acercó, colocó su mano sobre su cabeza y, negando con la cabeza, le dijo:—Esperanza, me entristece verte así. Eres una niña muy bonita para comportarte de esta manera.Debora, se colocó detrás de su esposo, sin decir nada pero con una mirada de preocupación, mientras sostenía a Jarvin en sus brazos.Esperanza, enfadada, abrió la puerta y salió corriendo hacia el auto. Estaba tan molesta que no le importaron las palabras de su padre. Una vez en el coche, les gritaba a sus padres que se dieran prisa.—Amor, ya no se que hacer con ella, está muy enojada—dijo Debora conteniendo las lágrimas.—No te preocupes amor, en el camino hablaremos.Subieron al auto con el bebé en brazos. Durante el camino, el silencio reinaba
Jarli estaba sentado en el sofá, concentrado en su computadora. Había trabajado desde casa durante un par de años, y aunque estaba acostumbrado a los gritos de sus dos hijos, Esperanza (7 años) y Jarvin (3 años), esa tarde se sentía especialmente abrumado.—¡Papá, papá! ¡Mi hermana no me quiere dar la patineta! —gritó Jarvin, con un llanto desgarrador que resonó en toda la casa.Jarli dejó el portátil sobre el sofá y corrió a cargar a su pequeño, llenando su carita de besos en un intento desesperado por calmarlo. Su esposa, Debora, estaba en el mercado haciendo unas compras, y para Jarli era todo un desafío cuidar a los dos niños solo. Esperanza, siempre egoísta con su hermano menor, escondía un poco de celos tras su comportamiento. Aunque nunca lo demostraba abiertamente, su actitud posesiva era una constante lucha por llamar la atención.Esperanza, con tan solo siete años, ya mostraba un temperamento fuerte e inquebrantable. En la escuela, no dejaba que ningún niño se metiera con el
Han pasado casi cinco meses desde aquel fatídico incidente. Débora se encontraba acostada en su cama, mirando cómo se aproximaba la fecha de su cesárea. No sentía dolores, ya que con la cesárea la mujer no siente dolor, pero una inquietud sorda la invadía.—Mi amor, te he traído un helado de chocolate, tu favorito —dijo Jarli, su esposo, mientras dejaba el tazón de helado en la mesa y le regalaba una sonrisa reconfortante.—Muchas gracias, querido —dijo ella, mientras levantaba su pesada barriga y tomaba el helado con ambas manos, sirviéndose un poco en una tacita.—No te excedas demasiado —dijo Jarli con una sonrisa radiante, dejando ver su perfecta dentadura. Durante estos meses, Jarli había aprendido a amar a los seres que los rodeaban; su corazón, que antes era negro y oscuro como un pantano, ahora se había transformado en uno lleno de amor y paciencia.—Debo comer todo el helado que pueda, recuerda que en unos días ingresaré a cesárea y tendré que seguir una rutina alimenticia ba
Jarli soltó un suspiro desgarrador. En ese instante, se sintió el peor hombre del mundo. Una punzada enorme le recorrió el pecho y se extendió por todo su cuerpo. Sus manos empezaron a temblar, incapaces de abrazar a su esposa. Pero tenía que ser valiente y mantener su palabra. Amaba profundamente a Debora y no permitiría que le ocurriera nada peligroso, especialmente después de todas las adversidades que ella había enfrentado por su culpa.Debora, sin entender la gravedad de la situación, se arrodilló nuevamente ante Jarli, y comenzó a clamarle con desesperación. Las lágrimas de Jarli comenzaron a brotar lentamente de sus hermosos ojos. Con manos temblorosas, acarició el cabello de Debora, un gesto que hizo que a ella se le erizara la piel y sonriera débilmente. Creía que todo estaba resuelto, pero no sabía que Jarli estaba firme en su decisión. La relación estaba deteriorada, y continuarla solo significaría más dolor para ambos.En ese momento tan incómodo, entró el padre de Debora
Último capítulo