Ylva Mistral siempre ha sentido una profunda admiración por los lobos, tanto que sueña con tener uno como mascota, a pesar de que algunos le han dicho que esta loca. Sin embargo, su vida da un giro inesperado al cumplir 18 años. Extraños cambios comienzan a manifestarse en su cuerpo y su conexión con los lobos se intensifica, dejándola confundida y sin rumbo en el mundo de los humanos. Ethan Volkov, un hombre lobo que ha vivido en solitario tras abandonar su manada, ha perdido la esperanza de encontrar a su mate. Aislado y resignado a su destino, su vida solitaria parece inmutable hasta que sus caminos se cruzan con Ylva. Cuando Ylva y Ethan se encuentran, la vida de ambos cambia para siempre. Juntos, deberán enfrentarse a secretos oscuros y desentrañar una profecía que puede restaurar el equilibrio entre ambos mundos, humanos y hombres lobos ¿Podrán superar los desafíos y encontrar su lugar en un mundo lleno de misterios y peligros?
Leer másYlva Mistral, una hermosa joven que apenas acaba de cumplir sus 18 años, su cabellera blanca como la nieve, y sus ojos de un azul intenso, se encontraba inmersa en un sueño que parecía tan real como la vida misma. Estaba en un lugar encantador, un prado vasto y lleno de flores de colores brillantes que ondeaban suavemente con la brisa. Mariposas de alas iridiscentes danzaban en el aire, creando un espectáculo etéreo bajo el cielo claro y azul. El clima era perfecto, cálido y acogedor, envolviendo a Ylva en una sensación de paz y felicidad.
En medio de este paraíso floral, se encontraba una loba de extraordinaria belleza. Su pelaje era de un blanco puro con reflejos plateados que brillaban bajo la luz del sol. Sus ojos eran de un azul profundo, como dos zafiros que reflejaban sabiduría y misterio. La loba irradiaba una majestuosidad serena, y su presencia llenaba el lugar de una energía tranquila y poderosa. Ylva se acercó lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La loba, con una mirada gentil, permitió que la joven se acercara aún más. Había una conexión inexplicable entre ellas, una sensación de pertenencia y familiaridad. —Estás creciendo, pequeña Ylva —dijo la loba con una voz suave y melodiosa—. Pronto dejarás de ser una adolescente y te convertirás en una joven mujer. Ylva sintió una punzada de tristeza en su corazón. No quería perder este mundo onírico ni la compañía de la loba que se había convertido en su confidente en sueños. —¿Estarás en mis sueños para siempre? —preguntó Ylva, su voz temblando ligeramente. La loba inclinó la cabeza, sus ojos reflejando una mezcla de cariño y sabiduría. —Todo dependerá de ti, Ylva. Si no me olvidas, siempre podrás verme. Para que siempre me recuerdes, dame un nombre. Ylva, emocionada y decidida a mantener ese vínculo, pensó por un momento, observando el resplandor del pelaje de la loba. Finalmente, con una sonrisa en los labios, dijo: —Te llamaré Luna, porque eres tan hermosa como nuestro astro que nos ilumina cada noche. La loba asintió con aprobación, y la conexión entre ambas se sintió aún más fuerte. En ese momento, Ylva supo que, sin importar lo que sucediera, siempre tendría a Luna en su corazón y en sus sueños. Luego de unos minutos, Luna, la majestuosa loba, ladeó la cabeza y miró a Ylva con una sonrisa en sus ojos brillantes. —¿Sabes lo que significa tu nombre, Ylva? —preguntó Luna con voz suave y profunda. Ylva asintió, sus ojos iluminados por el conocimiento que había adquirido en sus libros sobre lobos y la naturaleza. —Sí, mi nombre significa “loba” en nórdico antiguo. Es un nombre que siempre me ha hecho sentir una conexión especial con los lobos. La loba dejó escapar un suave aullido de satisfacción, apreciando la sabiduría y el cariño en las palabras de Ylva. —Eres una niña muy inteligente Ylva. De repente, el sueño de Ylva se vio interrumpido de manera abrupta. Sintió un peso sobre ella y escuchó risas traviesas. Abrió los ojos solo para encontrarse con sus hermanos, que se habían lanzado encima de ella con energía desenfrenada. —¡Ylva! ¡Despierta! —gritó su hermano mayor—. ¡Vamos a llegar tarde al colegio! —¡Vamos, vamos! —añadió su hermana menor, tirando de la manta. Ylva, aún aturdida por el sueño, se incorporó rápidamente. La imagen de Luna y el hermoso prado todavía permanecían frescos en su mente, pero la realidad se imponía con la urgencia de sus hermanos. —¡Está bien, está bien! —dijo Ylva entre risas y bostezos—. Ya me estoy levantando, no me dejan disfrutar de mi hermoso sueño. —¿Has soñado de nuevo con lobos? —pregunto con una sonrisa su hermano mayor. —Ylva deberías de irte a vivir al bosque —bromeó su hermana pequeña. —¡Qué envidiosos son ustedes! —exclamó Ylva y ambos jóvenes dieron una carcajada que resonó en toda la habitación. Con una última mirada soñadora, Ylva dejó el mundo onírico atrás y se preparó para enfrentar otro día en el mundo de los humanos, algo que ella no le gustaba mucho.Ethan sostuvo la mirada de Ylva con determinación, aunque en su interior había incertidumbre, ya que no sabía donde estaba el paradero de los Reyes.—La encontraremos —le aseguró, aunque sabía que no podía garantizarlo del todo—. Te prometo que estaré contigo en cada paso.Era una promesa que no necesitaba pruebas, ella lo sabía. Ethan siempre estaba a su lado.Después, la mirada de él se suavizó, consciente de que ella aún estaba débil.—¿Quieres que te busque algo de comer? —preguntó—. ¿O prefieres salir a comer algo?Ylva se movió levemente en la cama, pero su cuerpo aún sentía el peso de la recuperación.—Prefiero que me traigas algo —admitió—. Todavía me siento un poco débil para caminar.Ethan no dudó. Se levantó sin titubeos y salió de la habitación. No tardó mucho en volver. En sus manos traía una bandeja con una comida abundante, llena de nutrientes, sin duda le caería bien. Pero lo que le sorprendió fue la forma en que Ylva comió.Como si no hubiera probado bocado en días, c
Ethan observaba a Ylva, su respiración tranquila, su temperatura normal, señales de que la tormenta había pasado, al menos por ahora.Deslizó los dedos por su cabello, que había recuperado su tono blanco puro. Parecía frágil, vulnerable en ese instante. Pero Ethan sabía que su mate era todo lo contrario. Ylva era fuerza, resistencia, poder contenido en su forma más pura, era un arma letal.Entonces, su mirada se posó en su cuello en la marca que ahora se veía diferente.El tono dorado resplandecía con suavidad, como si fuera un tatuaje que estuviera perfectamente delineado por una energía que solo él podía comprender. Ethan sonrió.Ese era el símbolo de su manada. La prueba de que Ylva le pertenecía a él y a nadie más.Pero el hecho de que su marca adquiriera ese tono… significaba mucho más que una simple señal de pertenencia. Era un vínculo profundo, una conexión que trascendía lo físico, era mucho más.La satisfacción que recorrió su pecho era indescriptible. Agradecía tenerla a su
Aldric salió de la habitación con pasos firmes, pero su cuerpo reflejaba el peso del esfuerzo que había realizado. Estaba agotado, pero lo más importante era que su hermana estaba fuera de peligro. Su temperatura había vuelto a la normalidad.Sin perder tiempo, miró a Ethan y le pidió que lo siguiera.—Tenemos que hablar —dijo con seriedad.Ethan asintió sin cuestionar, siguiendo los pasos de Aldric hasta su despacho. El ambiente allí era diferente, menos cargado por la tensión de la habitación anterior, pero aún impregnado de todo lo que había ocurrido.Aldric le indicó uno de los sofás, y Ethan se dejó caer en él sin demasiada ceremonia. Aún llevaba el cansancio sobre sus hombros, la desesperación que apenas comenzaba a disiparse.—Te ves fatal —comentó, su tono seco pero con un vestigio de preocupación.Aldric soltó una leve exhalación antes de responder.—También usé parte de mi energía para controlar la crioquinesis de Ylva —explicó, sus palabras marcadas por el agotamiento.Etha
El viento soplaba con fuerza en aquella altura, moviendo el cabello de Ylva como si fuera parte de la misma corriente marina que se extendía ante sus ojos.El mar se veía inmenso, un azul profundo que parecía contener secretos que nadie más podría comprender. Ese horizonte abierto le ofrecía una libertad que el mundo real nunca le había dado.Se giró, encontrándose con la mirada de Luna, quien la observaba con una expresión seria, molesta incluso. Ylva frunció el ceño.—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó, cruzándose de brazos—. Hay que ser felices.Luna resopló, su postura firme.—Debes volver. No puedes quedarte aquí, niña —respondió con convicción.Ylva rodó los ojos, fastidiada por lo que consideraba una absurda insistencia.—¿Por qué no puedes adoptarme? —espetó—. Acaso no lo entiendes? No quiero regresar a ese mundo cruel, me encanta estar aquí. Se que, eres real. Te siento tan viva como yo lo estoy, así que me puedo quedar.La loba blanca no respondió de inmediato. En cambio, l
Aldric corría a toda velocidad, su respiración controlada pero su mente ardiendo con frustración. Desde el momento en que recibió el mensaje de Katrina, dejó a su beta a cargo del problema en el mundo humano y partió sin titubeos. Pero el enojo seguía ahí, latiendo en su pecho con fuerza.Maldecía el momento en que los renegados habían comenzado a causar caos. Siempre buscando destruir, siempre queriendo acabar con lo poco de paz que les quedaba, sólo porque ellos quieren ser los únicos Reyes en el planeta. Pero no lo permitiría. No esta vez. Iba a terminar con ellos.Uniría fuerzas con otras especies, organizaría una ofensiva, hará lo que sea. El reino licántropo no podía seguir soportando estos ataques, ni siquiera otras especies incluyendo los humanos. No permitiría que siguieran desafiando el equilibrio que tanto habían tratado de mantener.Mientras corría, sentía que el camino se hacía más largo, como si el destino jugara con su paciencia.Pero no podía detenerse. Afortunadamente,
El paisaje era una obra de arte viviente. La pradera se extendía en todas direcciones, iluminada por un sol suave que pintaba todo con destellos dorados. El viento, ligero y fresco, acariciaba la piel de Ylva mientras corría con la loba blanca a su lado. Por primera vez en mucho tiempo, no había preocupaciones, no había dolor. Solo libertad, porque allá afuera se sentía prisionera de alguna manera.Se detuvo abruptamente, sus ojos recorriendo cada rincón de ese paraíso, hacia bastante tiempo que no estaba ahí. El aire tenía un aroma puro, la paz que se respiraba era tan intensa que parecía envolverla en un abrazo silencioso, del cual no quería soltarse.—Es hermoso —murmuró, su voz apenas un susurro—. La tranquilidad aquí… nunca había sentido algo igual.Giró su mirada hacia Luna, quien permanecía firme, observándola con atención.—¿Puedo quedarme contigo? —preguntó, con un dejo de súplica en su voz—. No quiero volver. No quiero regresar a ese mundo que me atormenta.La loba blanca la
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