Aimee y Ryan, amigos de toda la vida, se distancian tras una alocada noche de pasión. Meses después, Aimee descubre que está embarazada, pero, al mismo tiempo, Ryan comienza a experimentar extraños síntomas de embarazo sin saber la causa. Al enterarse del estado de Aimee, Ryan insiste en que deben estar juntos para criar al bebé, pero las dudas abarcar a Aimee puesto que teme arruinar lo poco que queda de su amistad. Ahora, deben enfrentar desafíos y decidir si pueden transformar su amistad en una relación amorosa por el bien de su hijo. Aunque estaban distanciados y en conflicto, Aimee y Ryan estaban atravesando el embarazo juntos. /// Advertencia: Esta historia fue escrita en 2015 y refleja algunas normas y dinámicas de género que pueden ser consideradas problemáticas en la actualidad. Elementos como la sumisión femenina y ciertas relaciones con banderas rojas pueden resultar molestos para algunos lectores. Se recomienda la lectura con una mente crítica.
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Advertencia:
Esta historia fue escrita en 2015 y refleja algunas normas y dinámicas de género que pueden ser consideradas problemáticas en la actualidad. Elementos como la sumisión femenina y ciertas relaciones con banderas rojas pueden resultar molestos para algunos lectores. Se recomienda la lectura con una mente crítica.
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*—Aimee:
Aimee se sentía sola, terriblemente sola.
Una suave sonrisa se asomó en sus labios pintados de rojo, pero esa sonrisa no llegaba a sus ojos. Estaba rodeada de personas en un bar abarrotado, pero, aun así, el vacío la consumía por dentro. Tenía familiares y amigos en quienes confiar, pero su soledad no se debía a ellos. Era por otra razón, una que la atormentaba, y lo odiaba.
Observó el vaso sobre la barra, el whisky empezaba a perder su frescura mientras ella se sumergía en sus pensamientos. Una carcajada amarga escapó de sus labios al recordar por qué se sentía así.
Su vida era algo patética.
Era una de las tantas razones por las que se sentía tan sola, tan triste, pero había una principal, la que más la hacía reír por lo absurdo que era: su novio la había traicionado con otra mujer.
¡Qué cliché! Tan típico en la vida moderna. Parecía que, últimamente, nadie se conformaba con su pareja y siempre terminaban buscando algo más. Ella era solo una más en la larga lista de personas engañadas. ¡Qué triste!
Aimee Park soltó un suspiro pesado mientras recorría con la mirada el pequeño bar. Estaba repleto de gente que quería disfrutar la vida, beber sin preocupaciones y, en muchos casos, olvidar sus problemas. Ella optaba por la última opción. No estaba allí para socializar, sino para ahogar sus penas en alcohol, lejos de la compañía de sus amigos, en un lugar donde pudiera pensar en paz.
Miró su vaso de whisky con hielo y, sin dudar, lo levantó y apuró el trago, sintiendo el ardor descender por su garganta. Al dejarlo de nuevo sobre la barra, supo que necesitaría otro si quería adormecer el dolor.
Estaba comenzando a darse cuenta de que su vida no era tan genial como algunos la veían.
Tenía 28 años y, según los estándares, se suponía que estaba en el mejor momento de su vida. Se había graduado de la universidad, tenía un trabajo estable, un apartamento cómodo y un auto que muchos envidiarían. Pero carecía de lo que más anhelaba: el amor.
Cuando conoció a Sebastián Harrington en su último año de universidad, creyó que él sería el amor de su vida. Imaginaba un futuro juntos: una hermosa casa, algunos hijos, tal vez mascotas… todo lo que una pareja soñaba al inicio. Pero todo se desplomó. Su castillo de ensueño se derrumbó ante sus ojos.
No tenía suerte en el amor, eso comenzaba a quedar claro.
Recordó su primer amor, un desastre, ya que nunca llegó a sentir por esa persona lo que había esperado. Sabía que nunca tendría una oportunidad y, por ello, decidió seguir adelante, buscando a alguien más. Durante un tiempo, funcionó. Sebastián parecía ser la respuesta a sus oraciones, pero ahora que él ya no estaba, esos viejos sentimientos, junto con la soledad, volvían a atormentarla.
Odiaba sentir esto.
Llamó al barman y pidió otro whisky. Necesitaba que el alcohol la liberara pronto de su propia miseria. No quería seguir pensando en lo patética que era su vida amorosa, ni en Sebastián, ni en su primer amor. Solo quería olvidar.
Echó un vistazo al ambiente del bar, lleno de gente moviéndose al ritmo de la música, disfrutando sin preocupaciones. Quería ser como ellos, soltarse y dejarse llevar, pero su timidez la frenaba. Nunca había sido el tipo de mujer que se levantaba a bailar o que se acercaba al primer hombre que se le cruzara.
¿Por qué no podía ser más atrevida?
Quizás eso era lo que había fallado con Sebastián. Tal vez había sido demasiado tranquila, demasiado sosa para alguien como él.
Aimee mordió sus labios y desvió la mirada. Ya no quería seguir lamentándose por lo sucedido. Quería hacer algo alocado esa noche, algo de lo que reírse después, aunque se arrepintiera al día siguiente. Necesitaba una locura, una aventura.
Sí, tenía que hacer algo.
Cuando el barman volvió con su trago, Aimee lo tomó y se giró hacia la multitud. Su mirada buscaba a alguien, a algún hombre que quisiera compartir un rato con ella. Había muchos tipos guapos en el lugar, y esperaba tener suerte esa noche.
Se miró a sí misma. Se había esforzado en su aspecto. Su cabello castaño, normalmente ondulado, estaba liso y brillante gracias a la plancha. Su maquillaje resaltaba sus ojos verdes, y su atuendo, una blusa vaporosa con estampado de flores y una falda negra ajustada a la cintura, la hacía sentirse femenina y segura. No se veía mal, pensó, y aunque era delgada, tenía curvas que muchos apreciarían.
En ese momento, se fijó en un chico en una mesa cercana. Rubio, de buena complexión, pero parecía muy joven. Quizás demasiado joven para ella. Aimee arqueó una ceja, calculando su edad. Probablemente, no tenía más de veinte años. Pero si estaba allí, debía ser mayor de edad… ¿O tendría una identificación falsa?
Sacudió la cabeza. No debería estar pensando tanto. Si era muy selectiva, terminaría la noche sola.
Decidida, tomó el último sorbo de su whisky, dejó el vaso en la barra y se lanzó a la caza. Esa noche sería diferente.
Sonrió coquetamente mientras se acercaba al chico, pero cuando estaba a unos pasos, sintió que alguien le tomaba el brazo con firmeza.
Se giró, furiosa, para encontrarse con un hombre alto que la miraba con intensos ojos ámbar.
Su boca se abrió de sorpresa al reconocerlo.
Retrocedió un paso cuando el hombre la soltó.
—¡No! —susurró, incrédula—. ¿Qué haces aquí?
*—Ryan:Todo había cambiado para bien.Después de aquella hermosa noche que tuvieron juntos, habían decidido volver a pasar tiempo de calidad, con los chicos y a veces ellos solos, pues, no querían que los niveles de ansiedad volvieran a subirse y de vez en cuando, decidían dejar correr la pasión, eso sí, siempre le pedían ayuda a su familia o a los chicos, quienes no decían que no.La verdad es que Ryan estaba viviendo muy feliz y se sentía muy pleno. Quizás era conformista, pero más de ahí, se dañaba. Estaba feliz con su vida y su familia.En estos momentos estaban cenando con su familia en la gran casa de los Rivers. Tanto Richard como Regina estaban allí y Ryan se sentía más feliz porque todos están reunidos. No sabía qué diablos pasaba con él últimamente, pero estaba más sensible que de costumbre, pues, Ryan muy rara vez se sentía emotivo porque su familia se reuniera, más bien, a veces era un fastidio.Sintió como Richard le pasaba un brazo por los hombros, acercándose.Si, un f
*—Aimee:La velada había sido maravillosa.Estuvieron muy a gusto con ella, con la comida, con las bebidas, con el ambiente y el servicio. Aimee quería volver una vez más, pero por hoy, tenían que partir, pues la velada aún no había terminado, sin embargo, se alegraba de haber venido. El ligero y suave ambiente habían hecho que hablaran de cosas del pasado y de lo que les deparaba el futuro.Habían hablado de tantas cosas, como el deseo de Aimee de volver a trabajar. Aimee quería volver a trabajar cuando los chicos estuvieran más grandecitos y cuando lo había dicho, Ryan no se había negado, más bien, parecía a gusto. Se había sorprendido, pues sabía que su amado venia de una familia estricta, sin embargo, era muy permisivo.Además de esto, hablaron de los chicos. Aimee quería lo mejor para estos y la verdad es que se estaba rompiendo la cabeza pensando en el mejor jardín de niños, en la mejor niñera y en los mejores alimentos. No obstante, Ryan la tranquilizó diciendo que disfrutara d
*—Ryan:El día de la cita había llegado y Ryan estaba muy nervioso.¿Cuánto había pasado desde que tuvo una cita?Se agarró la barbilla libre de barba. Fue con su amada y recordaba que cuando estuvieron hablando sobre su relación, antes de que incluso los bebes nacieran, aun cuando las cosas entre ellos no estaban resueltas. Había sido en un restaurante y al final habían terminado en un parque que habían frecuentado cuando eran universitarios y en vez de un gran manjar, lo que habían comido fue un par de perros calientes.Sonrió.¿Quién diría que la situación cambiaria tanto desde entonces?Ryan se ajustó la corbata mientras miraba su reflejo en el espejo. Como su amada le había indicado que era formal donde irían a cenar esa noche, se había vestido con un traje, no un traje de esos que usaba para trabajar, sino algo más formal y elaborado. Quería verse bien para su amada como siempre, pero esta vez se había esmerado.Escuchó un barullo fuera de la habitación. Parecía que sus amigos h
*—Ryan:Había trabajado como un perro hoy, sus hombros le dolían y su cuerpo estaba hecho una mierda. Quería irse a la cama de inmediato, pero era un hombre responsable y tenía que ayudar a su amada con sus pequeños.Después de que metieron a sus gemelos en sus cunas luego de una ajetreada noche, puesto que los mismo habían estado muy inquietos, Aimee y Ryan se fueron a la cama. Sin embargo, a pesar de que Ryan estaba cansado, no podía conciliar el sueño y menos con Aimee tan cerca de él. Su generoso trasero estaba presionado contra su pelvis y Ryan, quien era un hombre muy capaz, no podio evitar que su amigo, respondiera ante la cercanía del cuerpo de su esposa.¿Cómo es que podía aguantar tanto sin tocarla? ¿Sin tocar esos enormes pechos? ¿Sin delinear con sus manos sus generosas curvas? ¿Sin colocar su boca en su sexo y llevarla al cielo? ¿Sin hundirse en lo más profundo de su ser y ver las estrellas?Ryan apretó los dientes y se volvió en la cama para darle la espalda a Aimee. Est
*—Aimee:—Lo que tú necesitas es una alocada noche con tu marido, Aimee —murmuró Abby para luego tomar un largo sorbo de una humeante taza de café.Aimee se quedó pensativa.¿Una alocada noche de pasión?Una carcajada salió de ella.Oh, sí, la necesitaba, eso y mucho más, necesitaba que Ryan la tomara fuertemente y que la dejara temblorosa, quizás algo adolorida, tanto que con cada paso que diera, recordara lo que el mismo le había hecho.Se cubrió la cara con las manos, avergonzada por sus pensamientos, pero estaba famélica. Había pasado días desde el último intento de intimidad que Ryan y ella habían tenido. Aimee estaba que, si la tocaban, la mano de la persona podía quemarse de tan excitada que estaba últimamente. Estaba hambrienta de Ryan, de sus toques, de sus besos y de sentirlo dentro empujando dentro de ella, pero intimar se había tornado difícil desde que se habían convertido en padres.¿Cuándo había sido la última vez que habían intimado?Aimee ladeó la cabeza, calculando f
*—Ryan:Ha pasado un año desde que fueron bendecidos con Liam y Robert y la vida de casado con Aimee ha sido maravillosa.Cada día se levanta con nuevos ánimos, a veces suceden cosas fuera de lo normal, pero sabe que esta es la vida en sí, que es para aprender y Whoa, sí que estaba aprendiendo muchísimo sobre la felicidad y claro, sobre cómo evitar los desastres con los pañales de sus pequeños.Una risita salió de su pecho mientras veía a Aimee sofocada tratando de limpiar un pequeño desastre hecho por Robert. Aimee era experta en limpiar los desastres de Robert, mientras que Ryan tenía ya su doctorado con Roy.Sus bebes tenían aficiones con cada uno de ellos, como, por ejemplo, Robert odiaba que Ryan lo limpiara y se habían dado cuenta de que cada vez que Ryan decidía hacerlo, este lloraba, sin embargo, a este le fascinaba que fuera Ryan quien le diera la leche. No obstante, a Roy le encantaba estar con él, pero de cierta forma odiaba que le diera le leche y le gustaba que lo limpiar
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