"El matrimonio perfecto no existe... pero Gracia creía tenerlo todo." Hasta que la traición golpeó su puerta: su esposo había embarazado a su secretaria. Desgarrada por el dolor, Gracia regresa a la casa materna, solo para encontrarse atrapada en un nuevo matrimonio por conveniencia, aún más frío y calculador que el anterior. Sin embargo, lo que comienza como un acuerdo sin emociones, pronto la confronta con sentimientos inesperados. Mientras su primer esposo regresa arrepentido y de rodillas implorando perdón, Gracia se ve obligada a tomar la decisión más difícil de su vida: ¿perdonar al hombre que rompió su corazón o quedarse con el magnate que ha comenzado a desarmar sus miedos con su sola presencia? Acompáñame en esta historia adictiva, llena de giros, pasión y decisiones que marcan el alma. Te encantará.
Leer másGracia Sanclemente había perdido la cuenta de las veces que se había roto por dentro.
Con esta, ya era la tercera intervención a la que se sometía para intentar concebir un hijo, además de varios tratamientos de fertilidad que no habían dado ningún resultado.El médico observaba detenidamente las ecografías, mientras su esposo le apretaba la mano con fuerza. Ambos contenían la respiración, esperando una respuesta.
—No ha funcionado esta vez tampoco. Lo siento, señora Sanclemente —dijo el doctor, mirándolos directamente a los ojos.
Gracia apretó los labios. Guardó silencio por unos instantes y luego esbozó una sonrisa cargada de tristeza.
—¿Eso qué significa? ¿No hubo inseminación?
El médico negó con la cabeza, con una expresión seria y compasiva.
Fernando Donovan, su esposo desde hacía diez años, no pudo sostenerle la mirada cuando escucharon el diagnóstico, su expresión de decepción, la hirió profundamente.
—Doctor… ¿podríamos intentarlo de nuevo? —ella preguntó con desesperación.
—Gracia, tu cuerpo aún no está listo. Necesitas recuperarte de los últimos procedimientos. Debemos esperar al menos un par de meses —respondió él con firmeza.
—Ya escuchaste al doctor, cariño. Vámonos a casa, debes descansar mi amor, lo más importante es tu salud —Fernando se levantó del escritorio, y le tendió su mano.
Gracia asintió sin decir nada más. Salió del consultorio junto a Fernando, dispuesta a esperar ese tiempo. Los días fueron largos y llenos de zozobra.
Sin embargo, el tan anhelado día llegó. Gracia se alistó como acostumbraba, y fue hasta la sala de estar.
—Fernando, ¿ya estás listo mi amor? —le preguntó confundida al ver que él tenía una pequeña maleta en la mano.
—Gracia, mi amor, no puedo acompañarte hoy, surgió un viaje urgente de negocios, requieren mi presencia en un par de horas fuera de la ciudad.
—¿Un viaje de negocios, justo hoy? Fernando, mi amor, es un día muy importante.
Fernando se acercó a ella y la abrazó con fuerza contra su pecho y le beso la cabeza.
—Lo sé mi amor, y sé que todo va a salir muy bien, esta vez seremos vencedores, perdóname por no acompañarte, puedo decirle a mi madre que lo haga por mi ¿sí? Te amo mucho Gracia, eres la mujer más importante en mi vida.
Gracia tragó entero y se encogió de hombros.
—No Fernando, puedo ir sola.
Sin embargo, todo parecía confabular en su contra.
Cundo todo estaba listo para iniciar, empezó a estornudar con fuerza, y su nariz se puso roja, una gripa intempestiva la abatió de repente, cancelando su cita, y aplazándola hasta dentro de dos días.
Gracia chilló, frustrada, pero esperó impaciente esos dos días. No pudo dormir. Sentía un presentimiento clavado en el pecho, convencida de que esta vez sería la vencida, que por fin lograría quedar embarazada.
Pero todo cambió en cuanto llegó al hospital.
Llevaba los documentos para la inseminación artificial firmemente entre sus manos, lista para entregarlos, cuando la escena frente a ella la dejó sin aliento. Los papeles se le cayeron de golpe al suelo.
Fernando acariciaba con ternura el vientre de su secretaria, Mariana Eslava. La jovencita rubia, de sonrisa encantadora y ojos traviesos, lo miraba con complicidad. Fue un golpe seco al corazón. Gracia no pudo pronunciar una sola palabra. Se quedó ahí, paralizada, mientras una lágrima resbalaba silenciosa por su mejilla.
—No... no es cierto —susurró apenas.
Fernando la vio de reojo. Al notar su expresión inmóvil, soltó a Mariana y se acercó a toda prisa.
—Gracia, mi amor… ¿Qué haces aquí?
—Fernando… —fue lo único que logró decir. Sus labios temblaban.
—Mi amor, de verdad, todo tiene una explicación. No es lo que piensas, Mariana es solo mi secretaria.
De pronto, Mariana apareció en el pasillo, acariciándose el vientre con visible nerviosismo.
—Fernando, ya nos llamó el doctor… acompáñame, por favor. Tengo miedo de que algo esté mal con nuestro bebé.
¿Nuestro bebé?
El rubor encendió las mejillas de Gracia. Fue como si la golpearan de frente. Reaccionó al instante y lo tomó del brazo con fuerza.
—¿Cómo que nuestro bebé? ¡Fernando, ¿qué carajo está pasando aquí?!
Gracia exigía respuestas. Fernando, nervioso, forzó una sonrisa.
—Por favor, mi amor… déjame explicarte todo en casa, cuando estés más tranquila, ¿okey? Ahora suéltame, tengo que irme.
—¡No! ¡Maldita sea, Fernando! —Gracia lo sujetó aún con más fuerza.
Fernando se liberó con suavidad de su agarre y miró a Mariana.
—Te lo dije, Gracia. En casa hablamos.
Soltó su mano sin mirarla de nuevo y se fue con Mariana. Ella, perfectamente consciente de quién era Gracia, le lanzó una mirada altiva y desafiante antes de entrar con él al consultorio.
Días después.—¡Pandora! Qué gusto verte —exclamó Gracia, abrazando a su amiga con fuerza. Después de tanto tiempo, por fin se reencontraban.—El gusto es mío, cariño. ¡Estás radiante! Ese matrimonio con Maximilien te devolvió el brillo —dijo Pandora con una sonrisa llena de regocijo. Su amiga y abogada no dejaba pasar ni un detalle.—Ay, no digas eso… Apenas me casé, y tú fuiste testigo de mi divorcio anterior. No estoy tan segura de que esta vez sea tan real como parece —respondió Gracia, encogiéndose de hombros con una sonrisa escéptica.—Bueno, sea como sea, dime algo más importante… ¿lograste conseguir pruebas del plagio que tu hermana hizo con tu obra?—No. Ha sido más complicado de lo que imaginé, en la galería se niegan a ayudarme. Dicen que tienen un contrato exclusivo con Lauren, parece que la tienen en un pedestal.Justo en ese momento, la mesera llegó con dos tazas de café. Pandora bebió un sorbo con entusiasmo.—Mmm… amiga, esto tiene solución. Tienes influencias, Maximil
Gracia sentía que la sangre le hervía. No había otra persona, solo Fernando podía haber hecho algo así.—¡Sí, Gracia! Fui yo, ¿y qué? —admitió él con descaro—. No puedo permitir que sigas casada con ese malnacido.—¿Cómo pudiste, Fernando?—Lo hice por ti, mi amor. Ahora ese desgraciado va a pedirte el divorcio, y por fin podrás estar conmigo sin ningún remordimiento. Lo hago por nuestra familia.—¡Deja de decir estupideces! ¿Cuál familia? Estoy casada con Maximilien porque quiero estar con él, me alejé de ti porque ya no te amo. ¡Déjame en paz! ¿Qué parte no entiendes? —gritó, fuera de sí.—Gracia, la que no entiende eres tú. Solo estoy tratando de recuperar lo que teníamos. Yo sé que estás molesta por lo de Mariana, y lo entiendo, pero ya te lo he dicho mil veces…—¡Sí, ya lo sé! Que fue un error. Pero eso no cambia nada, ya no quiero nada contigo, no te metas en mi vida ni en mi matrimonio, ¿me oyes?—Pobrecita, estás tan confundida… No quiero ni imaginar la presión que te pone tu
Mientras Maximilien conducía en silencio, Gracia seguía sorprendida. Se mordió el labio y respiró hondo antes de hablar, debía ser cautelosa con sus palabras.—Maximilien, lo que viste en el video no es lo que parece. Me reuní con mi exesposo porque necesitaba cerrar definitivamente ese capítulo de mi vida —sus mejillas se sonrojaron—. No te fui infiel.Maximilien mantenía la vista al frente, serio. Al escucharla, simplemente asintió.—Lo entiendo, Gracia —dijo de pronto.Ella se había preparado para justificarlo todo con mil argumentos, pero sus palabras la dejaron en silencio. Fue como si le hubieran quitado un peso de encima. Se quedó observándolo en silencio con cautela, tratando de descifrar su expresión, quería saber si estaba enojado.Mientras el semáforo seguía en rojo, Maximilien tomó la Tablet que su asistente le había entregado. Revisó con rapidez los detalles de un contrato y firmó con la misma calma de siempre, como si nada estuviera pasando.El día anterior había estado
Gracia no había pegado el ojo en toda la noche. Pasar las madrugadas en vela se estaba volviendo rutina. Apenas asomó el primer rayo de sol, salió rumbo a la casa de su padre sin pensarlo dos veces.Sabía lo que le esperaba. Se preparó para enfrentarlo, pero nada la preparó para lo que encontró al llegar.Cuando la puerta se abrió, su padre ya la esperaba junto a María. Ambos la miraban con un desprecio tan evidente que dolía. Pero eso no era todo.Detrás de ellos, en la sala, estaban los hermanos de su padre y varios primos. Todos la observaban como si ella hubiera traído la ruina sobre sus vidas.—¿Qué es todo esto, papá? —preguntó, desconcertada, recorriendo los rostros con la mirada.—Tu familia, Gracia. La misma que has arrastrado a la vergüenza con tus actos inmorales. ¿Acaso olvidas que todos ellos trabajan en mi empresa? Si tu esposo decide cortar el financiamiento, ¿sabes cuántas familias se quedan sin sustento? Nos moriríamos de hambre, perderíamos la vida que llevamos.Grac
El resto del día, Gracia lo pasó trabajando en su taller. Le había prometido nuevas obras a Maximilien y no pensaba faltar a su palabra. Sin darse cuenta, la tarde se esfumó y la noche cayó.Bajó al comedor justo cuando Antonia estaba sirviendo la mesa.—La cena ya está lista, señora. ¿Desea que le sirva?—Sí, Antonia, por favor. Pero… ¿podrías cenar conmigo? —preguntó en voz baja. La soledad en aquella enorme mansión empezaba a pesarle.Antonia no dudó. Se sentó frente a ella y comenzaron a comer en silencio.—Señora, el señor Maximilien suele llegar tarde. Está siempre muy ocupado. No se preocupe por esperarlo despierta. Muchas veces ni siquiera regresa, menos ahora que está expandiendo mucho más sus negocios internacionales.—Ya me estoy dando cuenta, Antonia—respondió Gracia antes de llevarse un bocado a la boca. Suspiró, resignada. Su esposo era prácticamente una sombra en esa casa.De pronto, su teléfono comenzó a sonar con insistencia. Frunció el ceño al ver el nombre en la pan
Gracia no pudo dormir aquella noche. Le dio demasiadas vueltas a la petición de Fernando. No quería verlo, pero temía que él apareciera sin aviso.A la mañana siguiente, mientras Maximilien ajustaba su corbata, Gracia, decidida, intentó hablar con él.—Maximilien, ¿tienes un momento, por favor?—Gracia, ahora no. Lo siento —respondió con frialdad, sin mirarla siquiera, antes de marcharse con prisa.Ella suspiró. No le gustaba actuar a espaldas de nadie, pero el tiempo no estaba de su lado. Tenía que enfrentar a Fernando de una vez por todas.Por un momento, los recuerdos pesaron: los años compartidos, su partida sin despedida, el divorcio resuelto con una firma y silencio. Tal vez él merecía, al menos, una última conversación. Tal vez ella también.Sin avisar a nadie, fue al hotel donde Fernando se hospedaba. Él la hizo subir hasta su habitación. Al abrir la puerta, Gracia vaciló. Pensó en marcharse. Pero ya estaba ahí. No había vuelta atrás.Fernando la miró con nostalgia. Los ojos h
Último capítulo