Al enviar la carta, Eva supo que sería el inicio de un completo caos. Mientras escribía esas escasas palabras, tocaba su vientre, donde tenía el tatuaje que no podía borrar. Recordaba a la perfección ese funesto día, cuando descubrió la verdad sobre el príncipe, cuando vio que su amante era su propia cuñada. A Eva tampoco le agradaba la princesa y estuvo a punto de guardar el secreto, sino fuera por las torturas que le proporcionó Ruth luego de ser descubierta. Allí empezó a guardar ese rencor en su corazón.
Astor escuchó con atención su plan, cuando ella le confesó todo lo ocurrido. Comenzó a llorar, eran recuerdos muy tristes y no pensó que podía enfrentar a su agresora de ese modo nunca. Era un paso muy grande. Ahora, era su única opción para poder seguir viva. La carta llegaría por la mañana y Ruth, debería actuar rápido.
—Seguramente vendrán más soldados. —dijo Eva, preocupándose por ese tiempo que necesitaban para lograr su cometido.
—Tranquila, ya sé qué haremos. —Astor sonrió,