"En un giro del destino, la vida de Emilia Crawford y Alexander Russell, dos CEOs exitosos y amigos de la infancia, se ve alterada por un malentendido que los lleva al matrimonio. Todo comienza cuando un encuentro casual en un bar y compartir una copa, toma un giro inesperado. A medida que mantienen la fachada de un matrimonio feliz, descubren que su hostilidad inicial esconde un secreto: una atracción profunda y apasionada. Emilia se resiste, sabiendo que su matrimonio tiene una fecha de caducidad. Alexander, por su parte, está decidido a conquistarla y demostrar que su amor es real. Pero justo cuando comienzan a encontrar la felicidad, el pasado de Alexander regresa para amenazar su unión y la verdad sobre su matrimonio se ve amenazada trayendo consigo terribles consecuencias. En un juego de amor, poder y familia. Emilia y Alexander deben apostar todo para descubrir si su matrimonio de conveniencia puede convertirse en un amor verdadero. ¿Podrán superar sus diferencias y encontrar la felicidad, o será su unión solo una fachada?
Leer másEl aroma a flores inundaba La Catedral del Santo Nombre, en Chicago. Era finales de julio, el cielo se encontraba despeado y el clima era cálido; perfecto para la ocasión que estaba a punto de tener lugar.
En el interior todo estaba cubierto de rosas blancas, el camino de entrada había sido cubierto por pétalos que daban la bienvenida a una hermosa novia enfundada en un precioso vestido blanco. Era una creación exquisita de encaje y satén, que envolvía la figura de la joven; resaltando su pequeña cintura, sus pechos generosos y caderas estrechas.
La cola del vestido de estilo clásico arrastraba tras ella un par de metros, mientras avanzaba tomado del brazo de su padre. Este le veía con una sonrisa, mientras sostenía su mano con cariño, haciéndole saber que estaba a su lado.
Avanzaban al ritmo de la marcha nupcial, pasando al lado de toda su familia y amigos; quienes los veían con alegría e incluso algunas lágrimas eran derramadas.
En cambio, la atención de ella se encontraba puesta en el hombre que le esperaba ante el altar. Sus ojos le habían atrapado desde el mismo instante en que atravesó aquellas imponentes puertas y en esos momentos era todo en lo que se podía concentrar.
No tenía idea de cómo es que había atravesado la catedral, pues cuando menos se dio cuenta estaban ante él.
—Alexander; te entrego a mi hija, mi bien más preciado. Solo te pido que a la hagas muy feliz —le dijo Lucas, quien con lágrimas en los ojos coloco la mano de la joven en la de este.
—Le prometo que así será, que cuidare de Emilia sin importar lo que suceda —respondió Alexander sin demora, pues estaba decidido a cumplir con su palabra.
—Eso es todo lo que pido —reconoció Lucas mientras soltaba la mano de Emilia para dejarla marchar.
Ambos jóvenes entonces se colocaron en sus sitios ante el altar. La ceremonia fue preciosa, el sacerdote pronuncio bellas palabras sobre la importancia de la decisión que habían tomado, la vida que estaban a punto de comenzar juntos y la familia que serían en adelante.
En el momento en que fueron declarados marido y mujer todos a su alrededor aplaudieron con júbilo; en tanto que ellos compartían un tierno beso con el que sellaron su unión.
El sol descendía en el horizonte; cuando los esposos abandonaron la Catedral, rumbo a la mansión de los padres de Emilia.
El jardín había sido adornado con cientos de flores, mayorías de las cuales eran rosas blancas; mesas en las que se serviría una exquisita cena y una orquesta que ya tocaba cuando arribaron.
Fueron recibidos por cientos de invitados, quienes no se cansaban de felicitarlos y desearles lo mejor. Lo cierto es que no conocían a la mayoría de estos, pero eso no les preocupaba; pues lo único que importaba era que se habían convertido en esposos.
Un momento requerido era el primer baile; mismo que era toda una tradición. Alexander se puso de pie, tendiendo su mano hacia Emilia con galantería; misma que esta tomo para seguirlo hacia el centro del jardín.
En ese momento la canción que la orquesta tocaba se vio interrumpida, para comenzar a interpretar una pieza en verdad romántica. Alexander coloco sus manos en torno a la cintura de Emilia, acercándola a su cuerpo; en tanto que ella coloco sus brazos alrededor de su cuello.
Sus miradas se encontraron con tal intensidad mientras bailaban, que se sentía como la electricidad crepitando en el aire. Hasta que de pronto se fundieron en un tierno beso, regalándose una cálida sonrisa; antes de que Emilia colocara su cabeza contra el pecho de Alexander bailando aún más cerca.
Se movían con lentitud, balanceándose de un lado a otro en el mismo sitio de la pista, hasta que de pronto otras parejas se les unieron y la música se tornó más aminada. Alexander entonces la soltó, haciéndola girar de pronto, arrancándole una carcajada; para luego acercarla una vez más.
La vista de todo el mundo estaba puesta en ambos, en lo bien que lucían juntos y el gran amor que se reflejaba en cada una de sus acciones. Era claro para todo aquel que presenciara la escena lo enamorados que se encontraban y eso tenía felices a sus familias.
El momento del brindis llego y todo el mundo levanto sus copas con alegría. Alexander decidió tomar la palabra primero, dirigiéndose a todos.
—Primero que nada, deseo agradecer a todos por estar aquí, por compartir este momento tan especial para nosotros. Se que a algunos les tomó por sorpresa nuestro matrimonio, pero déjenme asegurarles que jamás hemos estado más seguros de que esto es lo que deseamos. La amistad y cariño que siempre ha existido entre nosotros era tan fuerte que dio paso al amor, al deseo de compartir el resto de nuestras vidas. Encontré en Emilia una compañera, una cómplice y le agradezco por seguirme en este viaje que estamos a punto de emprender. Te amo —declaro con sentir y mientras la volteaba a ver con una sonrisa, tomándole una de las manos para besársela.
Emilia solo pudo apretar su mano como un signo de cariño, mientras tomaba el micrófono que le tendía.
—Después de lo que Alexander ha dicho, no creo que yo pueda agregar más; aun así, lo intentare. Jamás creí que este día llegaría, se los aseguro; conozco a Alexander desde que ambos éramos tan solo un par de niños que corrían por estos mismos jardines. Sin embargo, no puede evitar notar en quien se convirtió; un empresario exitoso e inteligente, un hombre apuesto, noble y encantador. No puedo imaginar el estar con nadie más en estos momentos, él es en quien más confió —dijo correspondiendo a la sonrisa que este aun le dedicaba.
Todos se encontraban muy conmovidos por sus palabras y es que no era para menos, eran la pareja perfecta.
Un par de horas después y mientras la fiesta continuaba con entusiasmo, ambos se escabulleron tratando de que nadie se percatase y es que no deseaban que el ánimo decayera.
Para su desgracia, no lograron su cometido y es que los padres de ambos se dieron cuenta de sus intenciones. Les alcanzaron cuando se encontraban a punto de subir al auto, deteniéndolos.
No tardaron en felicitarlos una vez más y darles consejos que no eran necesarios y tampoco se les pidieron; pero que eran bien recibidos por ambos. Sabían que sus palabras eran con la mejor de las intenciones y sobre todo porque los amaban.
Aun cuando entraron al auto, ellos continuaban hablando e intentando prolongar el momento lo más pasible.
—Señores, por favor. Dejen en paz a los jóvenes de una buena vez, que tienen cosas más importantes que hacer que escuchar a estos ancianos —intervino de pronto Lucas, el padre de Emilia.
—Dejemos que se vallan —pidió, cerrando de una buena vez la puerta del auto para acercarse a la ventanilla y verlos por última vez.
—Disfruten de estos días lejos de todo y de todos, no se preocupen por nada —les aconsejo con una cálida sonrisa.
Ambos solo pudieron asegurarle que sería de ese modo, despidiéndose de ellos.
Apenas el auto comenzó a avanzar, alejándose de la mansión; ambos se voltearon a ver un momento.
—Me has sorprendido el día de hoy. Tu discurso fue conmovedor, no lo esperaba en absoluto —admitió Emilia.
—Tuve que practicarlo, no soy tan espontaneo —reconoció Alexander.
—Lo sé muy bien y además eres un gran actor, incluso vi correr lagrimas mientras hablabas. Si no supiera la verdad, incluso yo te habría creído —acepto.
—Ahora te importaría soltarme, tu mano está sudando —le hizo ver Emilia de forma mordaz, tal como acostumbraba.
Alexander entonces se apresuró a liberarla, colocando ambas manos en el volante.
—Tu tampoco estuviste mal, casi creo en todos tus halagos. Aunque hubiese preferido que fueses más romántica, las personas no dejaban de observarnos —le recordó con cierta molestia.
—De hacerlo, se habrían dado cuenta; yo jamás he sido esa clase de mujer. ¿Es que acaso debo recordarte porque nos hemos casado? —pregunto con notable sarcasmo.
—No, no tienes que hacerlo —reconoció.
—Me alegra mucho que sea así, esto no es más que un acuerdo entre nosotros y uno con fecha de caducidad. Este matrimonio no es real y jamás lo será —declaro con toda convicción al respecto.
En esa ocasión tuvieron una boda sencilla e intima con solo las personas que eran importantes para ellos; sus padres por supuesto. También se encontraban ahí María y Antony. Estaban conscientes de que ellos habían sido en buena parte los causantes de que pudieran estar de nuevo juntos, por lo cual siempre les estarían agradecidos.Acudieron al ayuntamiento, donde un juez de paz los caso y luego tuvieron una hermosa y tranquila cena en casa de los padres de Alexander. Eso era todo lo que deseaban, todo lo que necesitaban. Solo querían celebrar lo que sentían en compañía de aquellos a quienes querían y nada más que eso. Clara fue a prisión, acusada no solo de asalto e intento de asesinato en contra de Emilia. A esos cargos se le sumaron los de invasión en propiedad privada, asalto y extorsión. Ella no sería nunca más un problema para ellos y no solo porque había sido condenada a varios años de cárcel por lo que hizo. Se trataba del hecho de que confiaban el no en el otro más que nunca
Al hacerlo, lo primero que vio fue se que trataba de una carta de su padre. Podía reconocer su letra donde fuera y es que le sería imposible no hacerlo. Comenzó entonces a leer en voz alta.—“Escribo esto, porque quiero asegurarme de que sin importar lo que pase ustedes sabrán la verdad. Hace unos días me enteré de que estoy peor de lo que creía. El medico me ha dicho que no estoy respondiendo a los tratamientos. Mi corazón se encuentra demasiado dañado y no hay nada que podamos hacer para solucionarlo. Desgraciadamente, solo es cuestión de tiempo para que lo inevitable ocurra. Soy consciente de que ustedes deberían saberlo, que tienen el derecho de hacerlo. Sin embargo, deseo que el tiempo que me queda este lleno de alegría, de amor, entusiasmo y no de tristeza y dolor. Quiero que todo sea perfecto; pero no por eso puedo dejar cosas por decir, cosas que ustedes deben saber. Espero poder decírselos en persona, pero si no me es posible; entonces espero que estas líneas les den al men
La sola idea de lo que pudo pasar era terrible, tanto que no podía ponerla siquiera en palabras. Había sentido un miedo tan grande, que estaba segura de que jamás olvidaría esa sensación.—Habría muerto —reconoció Emilia de pronto. —Calla, no digas eso —le pidió, encontrando terrible la sola posibilidad.—Es la verdad. Estoy consciente que de no ser por ti no seguiría con vida, así que gracias —le agradeció, encontrando más que obvio lo que pudo ser. En ese momento, una lagrima abandono sus ojos y comenzó a correr por su mejilla. —Sentí miedo, el verdadero terror al verte herida. Estabas tan pálida, tan fría y había tanta sangre que temí lo peor —reconoció, aun con aquella angustia dibujada en su expresión.—Te amo Emilia —le expreso, consciente de que ella necesitaba saberlo.—Calla —le suplico Emilia, deseando no escucharlo. —No, esta vez no lo callare. Te amo, eres el amor de mi vida y siempre será así. No deseo pasar ni un solo día más de mi vida sin ti a mi lado y are lo que
Todo en lo que Alexander podía pensar era en salvarla. No concebía la vida sin ella a su lado, pues si bien le resulto muy difícil su abandono; estaba consciente de que aquel dolor no era anda comparado con la agonía que experimentaba en esos momentos. La sola idea, la posibilidad de que muriera le hacía desear que eso mismo le sucediera a él. La verdad es que no podría seguir viviendo si es que ella no estaba mas en el mundo, eso lo tenia más que en claro.Era tanta la desesperación que sentía, que incluso se olvidó de informar sobre lo que paso a sus padres y sobre todo a Sonia.Se enteraron por uno de sus guardias, quienes habían sido incapacitados. Arribaron a la casa al tiempo en que la policía acudió en busca de Clara, para detenerla por lo sucedido.Al llegar al hospital, se encontraban desesperados por noticias. En ese momento, simplemente olvidaron todo lo que había sucedido y es que solo deseaban saber que ella estaba bien, que seguía con vida. Eso era todo lo que les import
Alexander se dirigió a casa de Emilia, esperando aun encontrarla ahí. El camino, aunque no era muy largo, si se le torno verdaderamente eterno.Lo único que deseaba era estar de nuevo a su lado, hablar con ella; así que al llegar a la casa solo entro y comenzó a buscarla por todo el lugar.Pasaba por el despacho del padre Emilia, cuando vio como la puerta se encontraba medio abierta. Decidió pues investigar en su interior, esperando encontrarla ahí.—Emilia, tengo que hablar contigo —pronunciaba, mientras atravesaba el umbral de la puerta.En ese mismo instante se detuvo, impactado por la escena que tenía ante él. Clara se encontraba tirada a la mitad del lugar, inconsciente. Había cambiado su vestido de novia por un sencillo atuendo en color negro. Corrió de inmediato hacia ella, intentando asegurarse de que continuaba con vida y es que estaba muy pálida. Al acercársele noto que tenía una herida en un costado de la cabeza y la nariz rota, pero su pulso era fuerte.Parecía solo encont
Les conto como se encontraron en el bar, el descubrir que su novia le fue infiel. Si bien, en un principio le había parecido humillante reconocerlo; se encontraba consciente de que a esas alturas y después de todo lo que había pasado, no era más que una tontería. Les conto sobre su deseo de lastimarla, de cómo beso a Emilia y desde ahí todo fue complicándose cada vez más y más. —No deseábamos lastimarlos, queríamos decirles la verdad desde un principio; se los juro. De hecho, planeábamos hacerlo la noche en que soltaron sobre nosotros la noticia de la fusión de las empresas —confeso. —El hecho de que lo hicieran por nosotros, por un matrimonio que simplemente no era real y que jamás pasaría; solo lo volvió aún peor —les hizo ver.—Debieron hablar entonces, nosotros habríamos entendido lo que paso —le aseguro Martha, convencido de que era de ese modo.—Puede que ustedes sí, pero ¿qué me dices de Lucas? —trato de hacerles ver.Paul deseo poder decirle que él lo habría entendido, que l
Último capítulo